Para Raúl Zibechi, el actual modelo de consumismo es una política consistente de los últimos años: “por un lado, ha habido un aumento del consumo como consecuencia de un periodo de mayor crecimiento económico y de mayores ingresos por parte de los sectores populares, pero por otro lado ha habido una política expresa de fomentar el consumo, el consumismo, en toda la región, ya sea con gobiernos progresistas o no, pero en este caso me estoy refiriendo a los gobiernos progresistas, y de forma muy clara en Brasil y Argentina. En el caso de Argentina había habido un deterioro muy fuerte de la capacidad de consumo y en Brasil los sectores populares nunca habían tenido acceso al consumo, los 40 millones que salieron de la pobreza no tenían anteriormente antecedentes de participación en el consumo. Fue una política realmente impulsada desde los Ministerios de Economía, desde las políticas que se han realizado y sobre todo a raíz de lo que es la política de inclusión financiera”.
De todos modos, el periodista uruguayo aclaró que existe una trampa: “el 60% de los ingresos de los sectores más pobres en Brasil son transferencias monetarias bancarias. Esas transferencias monetarias les permiten acceder a tarjetas de crédito que antes no tenían, entonces estamos con una tarjetización masiva con créditos al consumo de sectores de muy bajos ingresos, sectores populares que antes no tenían acceso al crédito, y un fomento de lo que es la inclusión financiera”.
Para Zibechi, esta inclusión financiera pareciera dar cuenta de un paso adelante para la gente, en el sentido de que estarían todos incluidos, pero en realidad se trata de una prisión en la que se termina metiendo la gente en el marco de su dependencia al sistema financiero: “esta es una discusión de largo aliento pero creo que al terminar el ciclo de aumento del consumo, de crecimiento de las economías y empezar – en el caso de Brasil y Argentina – una caída o un enlentecimiento aparecen las consecuencias de estos 10 años. La primera es que las familias están endeudadas, la segunda es que las tasas de interés empiezan a crecer porque aumenta la inflación porque la variable económica indica que las tasas de interés crecen, y en tercer lugar al haber menos empleo y al haber más dificultades para llegar a fin de mes las familias endeudadas tienen más dificultades para pagar sus deudas. Entonces lo que se pretendió hacer de mejorar la situación de la gente a la larga termina aumentando la precarización. Esto es tremendo porque se produce un endeudamiento masivo sin haberse modificado el lugar estructural de esas personas, siguen estando con salarios muy bajos, la mitad de la población tiene menos de 15.000 pesos de ingresos en Uruguay, no ha habido cambios estructurales pero sí acceso al consumo”.
“La consecuencia más grave del consumismo –continuó el periodista– es la que mencionaba (Pier Paolo) Pasolini, el cineasta italiano, el consumismo despolitiza, genera conformismo, apatía, dependencia e insatisfacción permanente, entonces ojo con el consumismo, yo creo que es uno de los peores escenarios políticos en el que nos metemos”.
En este sentido, Zibechi explicó que el consumismo genera un conjunto de comportamientos de muy corto plazo: “búsqueda de satisfacción inmediata y sobre todo de despolitización, de no participación. Pasolini llamaba al consumismo una mutación antropológica, esto quiere decir que el comportamiento del ser humano se ha modificado, la antropología, la cultura humana es algo que evoluciona muy lentamente en el tiempo. Ya Pasolini lo veía en los años ’70 que fue cuando él planteó esto en una recopilación de artículos que se llama ‘Escritos Corsarios’. Él veía cómo el consumismo aplana las diferencias culturales, aplana las diferencias entre una cultura popular y una cultura burguesa, aplana las diferencias entre lo que quiere un joven y un anciano, todo el mundo va detrás del consumo, entonces me parece que aquí hay una situación en la humanidad grave, por la cual estamos llegando a un nivel de comportamiento francamente problemático”.
En este punto, el escritor uruguayo aclaró que la principal víctima del consumismo, además del ser humano, es la naturaleza: “el consumismo, y eso no hay ni que explicarlo, implica una fuerte degradación de la naturaleza; se achaca el deterioro ambiental al capitalismo, al extractivismo, sí, muy bien, pero además el nivel de consumismo no es sostenible desde el punto de vista ambiental, propone un consumo infinito. Voy a poner un ejemplo, uno puede hablar con una abuela y preguntarle en qué año se compró su primera heladera, y probablemente haya sido en los años ’40 o ’50 y todavía funciona, ahora vos te comprás un electrodoméstico y a los 5 años lo más seguro es que tengas que cambiarlo porque hay esto que se llama una caducidad programada, una obsolescencia programa. A mí me acaba de pasar con unos zapatos, me los compré y a los 10 meses tienen una rajadura en la suela. Lo que quiero decir es… ¿necesitamos cambiar todos los años de celular? ¿Los zapatos, la ropa? Eso implica una sobreexplotación de la naturaleza, aparte de toda la cultura, lo subjetivo, los cambios que se dan en las personas. Es una alienación de un nivel insospechado décadas atrás”.
Al hacer referencia a algunos conceptos que se han manejado últimamente en algunos países de la región como ‘el buen vivir’, se le consultó a Zibechi cómo se contrapone esta idea con la política del consumismo: “aquí hay un problema –reflexionó–, la misma frase ‘buen vivir’ es confusa, porque buen vivir en los pueblos originarios es vivir en armonía uno mismo y con la naturaleza, ahora trasladado a un país consumista o a una cultura consumista el buen vivir parecería ser tener el último plasma, el último iphone, el último coche. Buen vivir no es tener más comodidades, creo que nuestra generación tiene muchas más comodidades que las que tenían nuestros abuelos, yo nací en un país donde teníamos aquellos championes (zapatillas) que se agujereaba la suela y la recauchutábamos, íbamos a la estación de servicio y se recauchutaban las suelas, y la ropa se pasaba de un hermano a otro y se zurcía, y mi madre era de clase media, no eran pobres, y se zurcía la ropa, las medias, los pantalones, y no era una vergüenza. Hoy eso queda muy lejos, pero el buen vivir no es tener más, sino es ser alguien armónico consigo mismo, con sus semejantes y con el medio, y en esa trampa es donde estamos yo creo que bastante tocados”.
Zibechi, además, expresó que en estos años hay mucha simbología apropiada de una manera problemática: “por ejemplo es muy común que una demanda de los movimientos sociales o de la sociedad por más libertad sea devuelta a la sociedad como una forma de esto de la inclusión; la inclusión me parece que es un desastre porque al excluido se lo incluye pero debajo de la mesa, la inclusión financiera no es más democracia, es un negocio para el capital financiero, no hay ninguna duda. Ahora en Brasil acaban de salir unos datos que dicen que en plena crisis cuando su Producto Bruto Interno cae un 3% en este 2015, las ganancias de la banca son las mayores de la historia. Y esto tiene una explicación, la gente está endeudada y si deja de pagar les rematan la casa, el coche, lo que sea, entonces esa es una trampa, el sistema financiero es un elemento de succión de riquezas, es extractivismo, es capital financiero, entonces en esta situación es donde observamos que estas propuestas de mayor libertad son devueltas pero para favorecer a un sector de la sociedad, en este caso la gran banca, y así estamos. Ese es un grave problema que requerirá mucho tiempo para que la gente pueda descifrarlo si es que lo conseguimos, el poder diferenciar en qué terreno se mete y en cuáles no”.