El triunfo del candidato Mauricio Macri de la alianza derechista Cambiemos, en Argentina, se presenta como una profecía autocumplida al confirmar los augurios sobre un fin del ciclo progresista en la región y el ingreso en una fase de repliegues y confusiones. Macri, un neoliberal desembozado, es muy probable que ponga en marcha a partir del 10 de diciembre un programa económico cercano a los postulados del FMI y de los intereses de las finanzas globalizadas. Sus primeras declaraciones, aún ambiguas, engarzadas con sus promesas de campaña, apuntan a un desmantelamiento del modelo, más estatista e inclusivo, del finalizado ciclo kirchnerista.
No han sido pocos los analistas y observadores que reflexionaban sobre este nuevo trance político, que aparece como un nuevo proyecto ideológico solo por las limitaciones y obstáculos internos del anterior gobierno. Más que un triunfo de la derecha y el regreso a los modelos de libre mercado desregulado, es el resultado de un voto de castigo, es marketing electoral y desencanto ante un proceso de desarrollo que no hallaba su destino. Una fusión poco auspiciosa que puede regresarnos a periodos de gran confusión y nuevas tensiones. Los gobiernos neoliberales en Argentina y en otros países terminaron en una crisis de tal profundidad, que marcaron época. Su retorno no es fruto de ideas ni propuestas ni nuevas ni recicladas, sino de comunicación y retórica.
El resto de los gobiernos latinoamericanos denominados progresistas o de Izquierda no puede compararse ni con el argentino ni entre sí. Cada uno tiene sus singularidades y su profundidad en las políticas sociales e inclusivas. Pero hay un gran factor común, que trasciende a toda la región: sus políticas públicas se han basado en un ciclo mundial de altos precios para sus materias primas, el cobre, la soya, el petróleo, periodo que hace un año inició su repliegue. Hoy podemos decir que este ciclo está terminado y probablemente también el modelo de desarrollo basado en la extracción de recursos naturales.
No sabemos todavía la extensión y la profundidad de la reinstalación neoliberal en Argentina. Y tampoco si se reproducirá este fenómeno en el resto de la región, lo cual dependerá de la penetración y solidez de las estructuras políticas actuales. Lo que sí está claro es que la región ingresó en un periodo de inflexión, en un valle, que estará caracterizado por recortes en el gasto de los programas sociales derivados de los precios de los commodities. En este repliegue los programas políticos y sociales, sin una dirección ni una consistencia clara, pueden llevar a cualquier parte.
La falta de profundidad de las políticas post neoliberales, pero sin duda capitalistas, más los programas de austeridad fiscal, es probable que nos empujen a un periodo de circularidad, de demagogias y retóricas derechistas, tal como ocurrió con la debacle neoliberal hacia finales del siglo pasado, con gobiernos inestables y corruptos incapaces de terminar sus mandatos.
Se abre un nuevo ciclo, aparentemente peor que el anterior, artificialmente inflado con más de una década de altos precios de los recursos naturales. Lo que tendremos es una nueva fase de fuertes demandas y tensiones sociales contra las corporaciones, fusionadas con las diferentes expresiones de los poderes del Estado. Este escenario no surge de un vaticinio sino de la reflexión de analistas como Wallerstein. En este nuevo contexto, que tendrá dimensiones regionales, esta confrontación no podrá ser controlada con las políticas progresistas y menos aún con la reinstalación del modelo neoliberal.
Hay analistas que ya prevén varios años de bajos precios de las materias primas. De manera paralela, también auguran efectos económicos nocivos al interior de los países, más la constante presión de las compañías y los grupos económicos para volver a hacer negocios en medio de la confusión. Un espacio revuelto que, a diferencia de hace una década o más, esta vez contará con una ciudadanía organizada y politizada. Será tiempo de nuevas y más profundas luchas.