Esta es una serie de diez comentarios sobre discos y grupos, en actividad o disueltos, olvidados o poco comentados por los escritores de música nacionales. Esto, además de los intereses y gustos personales, es el criterio de la serie, que se sabe incompleta y en movimiento.
I Como la idea es no hacer sólo recuento histórico sonoro de la región chilena, comenzaremos con un trío de Valparaíso que publicó su segundo disco a comienzos de mayo pasado, esta vez armado de un puñado de canciones-miniaturas, en el camino libre e intenso que ya mostraron en su primera entrega homónima.
Hombre Hambre: Porvenir del joven pueblo
“QUEREMOS HACER RÍOS”
“Tengo una visión, yo colgándome el bajo sobre los hombros y Rodrigo parado con su guitarra mirándome. Leo en su frente, escrito con tinta invisible: no haremos más canciones, queremos hacer ríos”.
De esta manera, Pablo, bajista, intenta caracterizar la música que Hombre Hambre (desde ahora, HH) ha construido en sus dos discos: “HH”-2009- y “Éxito” –2010. Y lo dice a propósito de la respuesta que Mike Watt, bajista de la banda norteamericana Minutemen -virtuosos en mezclar el hardcore punk con funk y jazz en canciones de 1 minuto y medio- diera, consultado sobre el por qué no sonaban en las radios.
El disco homónimo de HH es una sola pieza de 28 minutos que atraviesa por diversas intensidades que dan la sensación de una equilibrada mezcla entre improvisación y composición. Con un amplio despliegue estilístico y una minuciosidad sonora propia de la música de lenguaje contemporáneo, el desarrollo musical entrega altas y bajas dinámicas, atravesadas por un lúdico sentido de búsqueda, de encontrar y no encontrar, que no se cierra al acabar la casi media hora de escucha.
En ambos discos de HH, se pueden hacer relaciones con lo más extático de la música rock “expansiva”, por llamarla de un modo glamoroso: Captain Beefheart, Pop Group, Pere Ubú, The Ex, así como con el free jazz, la no wave o la improvisación libre. Pero también se asoma el folclor andino y de más al sur y la música mal llamada “del mundo” o étnica, elementos que provienen del amplio bagaje sonoro de sus miembros, ex integrantes de diversas bandas punk (“y no tanto”) como Celeste, Altercado, Costa Rica, Los Clientes o Biófilo Panclasta.
Sobre las sonoridades más autóctonas, Rodrigo, guitarrista, aclara: “En ningún momento intentamos hacer música folclórica, ni música del mundo. Es lo que sale cuando estamos poniendo atención al sonido, al ritmo, a los silencios, la duración… cuando estamos escuchando al otro tocar, cuando tratamos de tocar juntos”.
En “HH” suenan guitarras, bajo, batería, pero además charango, teclado, percusiones varias, juguetes y “cosas que encontrábamos en el camino, que no necesariamente son instrumentos musicales”. La música, grabada y mezclada “arcaica e intuitivamente”, fue tratada como un meditado collage “que armamos a partir de algunos meses de ensayos y grabaciones (…) No todo es improvisado y aleatorio, hay varios ‘temas’ que incluso hemos ensayado”, aclara Rodrigo.
“En ese proceso dibujamos un mapa súper grande de la canción, con todas sus partes, que finalmente fue cortado en trocitos y terminó siendo el inserto que acompaña el cd-r”, explica Pablo.
A principios de mayo, HH publicó en la red, “Éxito”, su segunda entrega. La sensación que queda tras su escucha es paradójica, ya que siendo distinto en su forma y contenido, reposan en la música distintos elementos esenciales: voces balbuceadas, guiños estilísticos, la sensación de equilibrio entre juego y planificación, baja fidelidad, a favor de un sonido más directo y orgánico.
“Éxito”, se compone de 12 temas que oscilan entre el minuto y los 4 minutos, con sonoridades de un trío de rock más tradicional, pero haciendo música fragmentada, irregular, misteriosa, furiosa y reflexiva. En media hora hay canciones y letras, mensajes más o menos explícitos, entonados al unísono en coros hipnóticos. Himnos existenciales (“Joven Pueblo”, “Calavera Chupadora”), rechazo al trabajo y a la monotonía de la vida cotidiana (“Jornal”) y llamados a la atención del sector antagonista (“Atención”).
El formato de “power trío” influye en el resultado, ya que todo tiende a cuajar, pero sin conformarse con un estilo, porque cuando se inicia el camino a través del sonido, las direcciones son muchas como para quedarse en un solo lugar.
MÚSICA, POLÍTICA Y FUERZA CURADORA
“A mí me interesa (la música) como posibilidad de establecer formas de comunicación completamente distintas, incluso antagónicas, a las formas estandarizadas y estériles en las que vivimos”.
Esa es la opinión de Rodrigo, frente a la relación existente entre música y política, un viejo elemento de discusión entre quienes consideran la música rock o popular como una parte más de la industria cultural y el mercado y cierta contracultura politizada que indaga en sus posibilidades de agitación, propaganda y praxis revolucionaria.
Esta vieja polémica fue parcialmente superada por el advenimiento del punk rock (y más aún, del anarco-punk), como un movimiento que tendió a abolir todas las separaciones: Músico-no músico, público-artista, arte-política, sumándose a un incendio iniciado más de un siglo antes por los poetas bohemios y románticos. “Es que la música no puede ser un aspecto separado de la vida; la música es vida, y la vida es música. La vida es baile, la música es vida y hay un refrán que dice ‘baila con quien te trajo al baile’”.
El punk legó y reconfortó, entre otras cosas, la autogestión, el internacionalismo y, en sus aventuras sonoras más libertarias, su fusión con el jazz, el noise, funk, la música de África, etc. (UCO, The Blue Humans, Saccarine Trust, Flipper, The Ex, por nombrar algunos).
Por eso, la construcción musical que HH despliega en sus dos discos testimonia una buena digestión de sus viejos amores y sus nuevas influencias, que dan paso a una humilde originalidad que afirma toda su potencia en una actividad sonora que entronca en una práctica libre y espontánea, furiosa y hermosa, así como en la perenne “institución del tierno amor de los camaradas”.
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Por Cristóbal Cornejo
El Ciudadano