Sobre el autor: Hernán nació en Buenos Aires en 1971 y desde comienzos de siglo vive en Merlo, con Analía y los tortugos Girondo, Génica, Manuela y Tete. Empezó a leer en público en 1988, en el Centro Parakultural, junto a Ral Veroni. Entre 1995 y 2000 formó parte del colectivo Verbonautas, con el que editó un libro conjunto: Verbonautas Acción poética (1999/Eudeba). Entre 2004 y 2011, llevó adelante el ciclo itinerante “Poemas canciones y pinturas”. Algunos de sus poemas se convirtieron en letras de canciones por Pez, Gigio, Esquizodelia, Pata Kramer, Flopa y Palo Pandolfo. Es, junto a Pipo Lernoud, Federico Ghazarossian y Ariel Minimal, un “Terco buceador de la gracia intracraneana“.
Libros de poemas: 19 (1994), pan (1995),nortes (1997),trenes hacia afuera (2001 / colección orbital), el día látero (2003), madrecitas de veintipico (libro-disco) (2005 / azione artigianale), los hechos y las cosas (2006 / alción editora), que esta palabra te encuentre (2008), ahora (libro + disco) (2009 / azione artigianale), bicho (2013), veo veo (antología 1994-2014)
-Para vos, ¿qué es la poesía?
-La poesía es la posibilidad de ver el ser…si tal cosa existiese. Solamente a un periodista le puede interesar eso, son preguntas de periodista. El que nada, nada; hablar sobre nadar es otra cosa. El poeta lo piensa mientras va al trote, no sé si se para a pensar qué es la poesía. Quizá lo que más cerca esté de un poema es donde más lejos esté el que escribe, donde se pueda calzar el que lo lee sin que intervenga la mirada del escritor. Es como pintar un cuadro para que después ese cuadro lo haga el que lo ve y no el pintor. Creo que este poema puede servirte para la pregunta de ¿qué es?:
-¿Te referís a que el lector pueda poner su propia experiencia en eso que lee?
-Sí, que el lector pueda no estar bajo el tutelaje del que lo escribió y le diga “vení por acá, mirá esto, acá aparece un personaje”. Como lo que yo escribo está relacionado con las cosas que me pasan o le pasan a gente que yo conozco,
si el poema está fuera de foco es porque el poeta está, me parecen los poemas más poemas. . Yo nunca escribí diarios íntimos, me parece que es un riesgo pensar que cualquier cosa que te ocurra es un poema.
-Entre la circunstancia y el poema hay algo en el medio.
-Sí. No sé si sería el escritor lo que esté en el medio. Yo no vivo para escribir, desde los 15 años soy vegetariano y nunca escribí un poema sobre eso, por ejemplo. No hago cosas para exprimir esas experiencias y sacar de ahí una línea o algo. Seguramente el tema de la alimentación se cuele por algún lado y salga de una forma que yo ni lo veo. Es complicado el tema de la poesía.
-¿Y cómo fue tu primer acercamiento con la poesía?
-Lo primero que me empezó a interesar de la poesía me parece que fueron las letras de Miguel Abuelo y las de Adrián Yanzón, de “Los Pillos”, cosas relacionadas con el rock. Nosotros somos cuatro hermanos y yo soy el mayor, así que no heredé ni colección de discos, ni de libros, ni tuve un primo que me pasó “La naranja mecánica” que estaba prohibida en esa época. Me acuerdo de que tuve una profesora de Castellano que estaba muy contenta porque a mí me gustaba leer a Edgar Allan Poe, pero a ella le gustaba mucho la poesía española y nos hacía leer unas cosas que iban para atrás. Las primeras cosas que leí interesadamente fueron Artaud, Pizarnik, Apollinaire, Baudelaire; muchos franceses. De lo que me dieron en primaria rescato a Horacio Quiroga, esas cosas truculentas de los “Cuentos de la Selva”. Así que también entré por otro lado: por las fantasías y los cuentos, nada que ver con la poesía.
“El que nada, nada; hablar sobre nadar es otra cosa. El poeta lo piensa mientras va al trote, no sé si se para a pensar qué es la poesía. Quizá lo que más cerca esté de un poema es donde más lejos esté el que escribe, donde se pueda calzar el que lo lee sin que intervenga la mirada del escritor”
-¿Recordás los primeros poetas que te influyeron?
-Pizarnik sobretodo, Artaud, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Henry Miller. Cuando era chico también leía muchos cuentos de Scott Fitzgerald, toda esa alimentación que uno toma cuando empieza a leer como Nabokov, Kafka. También leí “Así hablo Zaratrusta” de Nietzsche a los 15 años. Andá a saber qué habré entendido a esa edad.
-¿Actualmente tenés algún autor de referencia?
-Me parece que de los que leía antes no, a lo sumo Apollinaire era el que más me gustaba y me sigue gustando.
-¿A la hora de escribir tenés algún método o rutina?
-No, escribo mucho sentado en la cocina, durante el desayuno. Pero también he escrito en trenes a la altura de Santiago del Estero o Merlo o en cualquier lado. Siempre tengo encima algo con lo que escribir y trato de poner la mejor letra posible. También intento ser lo más transparente posible entre el poema y el papel, pero no tengo rutina, no podría. Una vez traté de ponerme horarios, de escribir diariamente, con pobrísimos resultados.
-Con la poesía creo que es más complejo tener esa rutina que con otros géneros.
-Sí. Los libros de poesía, por ejemplo, salen cuando se van acumulando los poemas. Yo siempre escribo en cuadernos, libretas. Cuando se acaba el papel, después de varios meses, vuelvo al principio y empiezo a seleccionar; después los paso en limpio a la computadora y los dejo ahí hasta que se engrosa un archivo. Yo funciono así. Antes no era con la computadora e iba a parar todo a una caja.
“Siempre tengo encima algo con lo que escribir y trato de poner la mejor letra posible. También intento ser lo más transparente posible entre el poema y el papel, pero no tengo rutina, no podría”
-¿Nunca escribiste otro género?
-No, nunca escribí cuentos ni novelas, siempre escribí poesía. Un día a la tarde, en mi casa, a los 14 o 15 años, sin tener obligación para el colegio, escribí algo. Durante 12 años, más o menos, escribí hasta que me salió el primer poema. Necesité todo ese tiempo para irme deshaciendo del vocabulario leído y reemplazarlo por vocabulario vivido.
-Recién dijiste que tratas de ser lo más transparente posible entre el poema y el papel a la hora de escribir, ¿eso quiere decir que no te demandan un trabajo de edición importante a posteriori?
-Me parece que el trabajo de corrección ya lo incorporé y lo hago previo, así que después le hago pocas correcciones.Es algo que adquirí con el tiempo, no te olvides que me llevó 12 años escribir el primer poema.
-Para alguien que está empezando a escribir poesía, ¿qué consejo le darías?
-Yo no soy escritor. Un escritor me parece que es alguien que puede escribir 5000 caracteres sobre X cosa en tanto tiempo; o que puede escribir diferentes géneros. No es mi caso, no sé si me llamaría “escritor”. A alguien que quiere escribir poesía le recomendaría que estudie diseño gráfico…no, mentira, poeta y diseñador gráfico es una combinación tremenda, que no lo haga. El consejo que podría dar sería que viva, para tener de qué escribir. También le diría que lea y que lea en voz alta. Sé que no todos se leen o les leen a otros el poema. Para mí siempre fue así y estoy acostumbrado a eso. Son dos cosas totalmente distintas escribir un poema y después poder decirlo decentemente sin atentar contra él. No sé si el que escribe un poema tiene por qué hacerlo oral, tranquilamente podés ser vergonzoso o no tener ganas de ir a exponerte.
-A pesar de eso, vos le das bastante lugar a la oralidad en tu obra, pero con la particularidad de no valerte de otros recursos más corrientes como el histrionismo, por ejemplo.
-Sí, en la oralidad hay de todo. Por ahí hay gente que uno escucha y que después cuando lo lee, termina leyendo otra cosa que lo que escuchó, porque por ahí predominó el tono, los movimientos, la intención. Para decir un poema, primero tiene que estar el poema en tinta o digital. La oralidad es otro barrio de la poesía. Me acuerdo que la primera vez que recité, leí el poema “El albatros”, el segundo de “Las flores del mal” de Baudelaire, en el Parakultural. Una cosa que hicimos y que resultó ser larguísima, ya íbamos por el minuto veintipico y faltaba más de la mitad. Cosas que uno hace a los 17, 18 años.
-¿Estás en contacto con los movimientos de poesía oral en la actualidad, como la poesía slam?
-Estuve tres horas seguidas viendo videos en Youtube sobre eso un día. No me interesan mucho las competencias a mí, nunca mandé mis libros a competencias de las editoriales. Me parece que hay de todo. Me acuerdo que al tercer slam en el que Osvaldo (Vigna) participó y el que leyó anterior a él era un flaco que hacía chistes. Lo que vi fue gente con gran capacidad actoral, me parecieron más monólogos que poesía. Gente que puede reírse de los demás y de sí mismo, mucho “pito culo teta”.
“Son dos cosas totalmente distintas escribir un poema y después poder decirlo decentemente sin atentar contra él. No sé si el que escribe un poema tiene porqué hacerlo oral, tranquilamente podés ser vergonzoso o no tener ganas de ir a exponerte”
-Vigna justamente decía que “está esa creencia también de que si hay que estar cinco o seis minutos dando la cara frente a desconocidos, hay que ser gracioso”
-A mí me parece que por lo general hay gente que pela un personaje y es lo mejor de sí constantemente durante unos minutos. Se asemeja más a un trabajo actoral, qué se yo. Yo, que no escribo ficción, menos me interesa el desarrollo de un personaje para mí o para una competencia. Me pregunto también si yo tuviera veintipico de años ahora -como los tuve en su momento y me fui a estudiar diseño gráfico- seguramente no estaría en Puán, no iría a estudiar ahí ni iría a una tertulia literaria de esas que ya llevan 30 años. ¿Iría a los slam o participaría?…seguramente haría mis libros u organizaría un ciclo de poesía propio.
-Existe esa frase hecha que afirma que “la poesía no se vende”, ¿por qué creés que pasa eso?
-¿Lee poesía la gente?, esa es una pregunta que me hago yo. Es más, la primera pregunta de la que derivaría ese cuestionamiento sería: ¿lee la gente?. Yo creo que los poetas son bastantes responsables de que la gente no se quiera acercar a la poesía o que piense que es algo que no es. También es verdad que en la secundaria no se le dedica el mismo tiempo que a los géneros narrativos, no sé si en Puán pasará, pero calculo que tampoco. Será hasta que alguien se avive y empiece a hacer plata vendiendo libros de poesía…pero yo no conozco gente que lea poesía fuera de la gente que escribe poesía. Por fuera de eso, es raro. Se suele pensar como algo arduo, muy cuesta arriba, a pesar de que hay mucha poesía hecha para los no lectores del género. La de Vicente Luy es el caso, podría andar bárbaro para gente que le gusta el fútbol o el rock nacional y que puede no tener otro libro de poesía más que ese de Vicente. Yo no sé si hay un conocimiento generalizado de que existe poesía más allá de Becquer, Gelman o Pizarnik. Idea Vilariño es una poesía que puede leer cualquier persona también, por ejemplo.
-También sucede que las pocas ediciones de poesía de alta circulación tienen unos precios poco amigables, le agregan más trabas al asunto.
-Sí, pobre el poeta: una vez que llega a tener un buen poema o un libro tiene por delante el librero, los suplementos culturales, los críticos. Es descorazonador.
-Vos particularmente siempre editaste tus libros de forma independiente, salvo una o dos excepciones, como “Trenes hacia Afuera” (Colección Orbital, 2001) ¿Por qué?
-Sí, Colección Orbital era una colección de libros de arte. También participaron Diego Perrota, Eduardo Molinari, Daniel Roldán, el grupo Doma, Omar Panosetti, Enrique Ranzoni, entre otros. Osea, no había ninguno de poesía. Pensé que lo iban a distribuir en otros lados, que iba a llegar a las librerías, porque los libros anteriores hoy en día los sigo distribuyendo yo. Es la forma que aprendí. A los 18 años empecé a leer en el Parakultural y hacía “fanzines”, iba a sacar las fotocopias allá por Paraná y Corrientes. Sacaba 50 copias, los vendía, volvía a sacar. Eso fue evolucionando después: primero para que tuviera una cartulina en la tapa, después un lomito y que se fueran convirtiendo en libros. Nunca se me ocurrió de otra manera, aprendí a funcionar así. Estudié Diseño Gráfico para poder hacerlos un poco mejor, quizás. También está “Los hechos y las cosas” que los publicó Alción, que es una editora de Córdoba que se dedica a la “poesía”, pero sentí que lo podría haber hecho yo realmente, así que después los seguí editando yo.
“¿Lee poesía la gente?, esa es una pregunta que me hago yo. Es más, la primera pregunta de la que derivaría ese cuestionamiento sería: ¿lee la gente?. Yo creo que los poetas son bastantes responsables de que la gente no se quiera acercar a la poesía o que piense que es algo que no es”
-En esa instancia podés unir también tu oficio de Diseñador Gráfico con la poesía, ¿no?
-Sí, “Trenes Hacia Afuera” y “Veo Veo” son los que tienen una cuestión más gráfica. Después hay otros libros que no tienen nada de eso, son libros de poesía más bien clásicos. No le agrego nada más a las palabras más allá de lo que hay, sólo elegir la tipografía. No sé, los editores son gente muy particular, son raros…igual que los poetas.
-¿Nunca se te acercó alguna editorial para proponerte trabajar con tus libros?
-Antes de “Veo veo” me propusieron de hacer algo parecido y yo les dije que ya lo estaba armando por mi cuenta, que era un libro gordo que ya estaba en camino, que gracias, pero no. Sí, en un momento se acercó Eudeba a Verbonautas: Pablo Alessandrini que era el director o algo así del Centro Cultural Rojas, había sido compañero de secundaria de Palo Pandolfo. Quería que de alguna forma Palo hiciera algo con el Rojas y en ese momento teníamos el libro ya hecho, con los poemas de cada uno elegidos e intercalados en una carpeta y él les dio eso. Así que fuimos a una reunión Palo, Osvaldo Vigna, Pablo y yo. No sé cuánto interés tenían en hacerlo tampoco. Ojalá que los cientos de libros que se quedó Eudeba hayan ido a parar a Universidades, Bibliotecas, que hayan llegado. De alguna forma el libro nos separó…en el sentido que leímos una sola vez después del libro, nunca se lo llevamos a nadie que hiciera reseñas de libros, no teníamos relación con el mundo literario, no lo llevamos a las librerías. Y esa fue resumidamente la historia con el libro, así que no, no fueron muy felices las historias con las editoriales.
-¿Cómo lo armaron ese libro? (“Verbonauras. Acción poética”, Eudeba, 1999)
– La muerte de Gavilán fue el puntapié para hacer el libro y juntar los textos que había de él con los nuestros. También conseguimos a la Librería Hernández para hacer eventos todos los jueves de un mes y cobramos entrada para sacar el libro Verbonautas. Se acercó un editor amigo de Eduardo Nocera y en unos meses se hartó de nosotros, nos mandó a la mierda prácticamente. Nos hubiera venido bien un corrector para ese libro, con tanta gente involucrada.
-Trabajar con un grupo de poetas tiene ese peligro también. Vicente Luy tenía esa fama de ser alguien muy puntilloso a la hora de armar un libro.
-Verbonautas no era un grupo de poetas, no lo llamaría así. Además, Vicente estaba escribiendo lo que iba a ser “La vida en Córdoba”, que pesaba más de un kilo y medio. No se preocupaba tanto en ese momento: venía un día antes, nos juntábamos en el lugar donde íbamos a leer y nos íbamos a tomar vino, a comer una pizza a la casa de alguien. Podían pasar meses entre lectura y lectura. Después, con el paso del tiempo y cuando empecé a tener más relación con él y a trabajar juntos, empezó a viajar más acá, y yo a ir para allá. El laburo con Vicente empezó a ser todo el tiempo. Pero, hasta 1998 aproximadamente, fue todo mucho más esporádico. Él decía que después de la primera vez no sabía si lo íbamos a volver a llamar, porque nunca lo habían invitado ni tratado como un poeta, y cuando lo volvimos a llamar ahí vino con ejemplares de su primer libro para dedicarnos y regalarnos. Pensó “esto va en serio, voy a tener que ponerme las pilas”. Sintió que lo tratábamos como un par, cosa que no le había pasado allá en Córdoba. Ese libro (Caricatura de un enfermo de amor) lo tenía en cajas en su casa. Es un libro raro además, porque ahí compila como veinte años de escritura desde los 18 años, cuando estaba en la colimba, en un momento donde había dejado de escribir. Él decía que ese Vicente, al que no conocí, era otro Vicente: uno totalmente asexuado, que hablaba de “tú”, que tenía fuertes influencias del abuelo Juan Larrea.
Yo soy un poco el “mata mitos” de Verbonautas, es algo raro que ocurrió y que no dejó secuelas. Al no ser ninguno de nosotros alguien que hubiera estudiado Letras, a ninguno se le ocurrió hacer un taller o armar una gran antología.
-¿Qué recuerdos te quedan de la época de los Verbonautas y un poco los mitos que están empezando a surgir en torno?
-Yo soy un poco el “mata mitos” de Verbonautas, es algo raro que ocurrió y que no dejó secuelas. Al no ser ninguno de nosotros alguien que hubiera estudiado Letras, a ninguno se le ocurrió hacer un taller o armar una gran antología. Fue un momento Verbonautas, yo ya escribía antes y después seguí haciéndolo, supongo que en la vida de todos habrá sido así. Palo Pandolfo, Gabo Ferro y Karina Cohen eran músicos, tenían un grupo, Pablo Folino fue el mánager de Los Visitantes por un tiempo, todos teníamos otras actividades, no sé como encontrábamos el tiempo para hacer lo que hacíamos. Pensándolo en retrospectiva, me sorprende que haya quedado ese libro de Eudeba. Creo que la mayoría de las presentaciones que hicimos están filmadas en VHS; sería interesante recuperar eso para terminar de matar el mito, para que la gente les vea la cara a estos pibes y digan “miralos a estos, no se les entendía nada, al final eran unos aburridos totales”. Es verdad que no había otro grupo o personas haciendo lo que hacíamos nosotros, pero yo tampoco a mis 17 años veía que hubiera gente leyendo sus poesías acompañadas por músicos.
-¿Cómo recibió el público lo que ustedes hacían?
-Fue mutando con el tiempo. La primera vez fue mucha gente que pensó que iban a tocar Los Visitantes y que ya la segunda vez, al ver que no había ninguna canción ni ninguna banda, no fueron, pero sí fue otra gente que yo no creo que haya sido de Puán. Básicamente fuimos un grupo de amigos ligados por la poesía: había poetas, otros que les gustaba y algunos que ni escribían. Más que nada nos juntábamos a beber, a comer, a fumar y de vez en cuando hacíamos cosas.
-Lo que sí hacían, al menos esporádicamente, eran “cadáveres exquisitos”, que quedaron registrados en el libro de Verbonautas.
-Sí, cuando éramos jóvenes. Alguien empezaba a escribir en una hoja e iba pasando; capaz había varias hojas a lo largo de noches bastante duraderas. Estoy seguro de que así como yo tengo libretas, todos deben tenerlas con cosas escritas donde van cambiando las letras. Muchas veces no terminaban en ningún libro y al otro día nadie reclamaba nada del tipo “el otro día me parece que tiré una línea que necesito volver a pescar”. Tampoco nos corregíamos los poemas, no funcionábamos como taller. Ni siquiera compartíamos lecturas de otros libros; por eso digo muchas veces que Verbonautas no era un grupo literario. Nosotros no veíamos a la poesía como un género literario, ahí está la diferencia.
“Tampoco nos corregíamos los poemas, no funcionábamos como taller. Ni siquiera compartíamos lecturas de otros libros; por eso digo muchas veces que Verbonautas no era un grupo literario. Nosotros no veíamos a la poesía como un género literario, ahí está la diferencia”
-Un poco como pasa con Verbonautas, pero más exacerbado, también crece el mito en torno a Vicente Luy. Vos que trabajaste con él en la mayoría de sus libros y fuiste un amigo cercano, ¿cómo ves este fenómeno?
-No me sorprende. A la gente que se encuentra con la poesía de Vicente le pasa lo mismo que a la gente que se encontraba con su poesía hace 15 años, está buenísimo eso. Lo que sí me parece un bajón es que lo que le pasó haya disparado este fenómeno, ya que desde 1995 hasta el 2010 Vicente vino a recitar a Buenos Aires muchísimas veces, en Córdoba a veces ni salía de su casa ni participaba de ciclos. También me causa un poco de extrañeza que gente de generaciones tan diferentes a la de Vicente escriba de forma tan coloquial sobre sexo, televisión, fútbol, tenis, política, y rock nacional casi en la misma forma en que lo hacía él.Generacionalmente Luy fue criado por Luis Alberto Spinetta y Charly García. Por más que la gente de veinte años lo sienta muy próximo, él estaría cerca de los 60 años, es de la “generación long play”. Eso me parece extraño y lo noté varias veces, se quedaron con la fórmula nada más.
-¿Algo así como rescatar solamente la forma y dejar de lado el fondo?
-Esa poesía era producto de la vida de Vicente, por eso tiene esa fuerza. Yo no sé si alguien que quiere escribir un poema como los de él y produce un texto coloquial, divertido, políticamente incorrecto, puede tener una respuesta o una llegada como tenían los de Luy. Otro punto de partida podría ser que las siete u ocho personas que editaron libros de él se sinceren y digan que su trabajo de edición fue sólo administrativo, ya recibían el libro cerrado, con título, tapa, poemas en orden y todo.
-Como charlamos un poco antes, vos trabajaste mucho en sus libros con él. ¿Él tenía lugar en el armado de los tuyos?
-Sí, nos ayudábamos con el orden, a decir cuál sí y cuál no, errores de ortografía. Ahora no tengo más con quién corregir mis libros, es muy valioso contar con una persona que te diga “te quiero mucho, pero esto no va, acá patinaste”. Con la cuestión del diseño también, Vicente aprovechó mucho la cuestión de que yo sea diseñador gráfico para armar esos poemas con carteles, fotos, gráficos que ponía en el medio. Laburamos un montón de años juntos, en un momento nos prometimos no trabajar más, pero lo volvimos a hacer (para armar “Poesía popular argentina” en el 2009)
-Me imagino que debía ser algo bastante desgastante.
-Era un trabajo de horas, horas y horas de estar sentados frente a la computadora, de sólo levantarse para comer y después seguir revisando coma tras coma. Yo no utilizo signos de puntuación, sólo puntos finales, ni siquiera mayúsculas. En cambio, Vicente usaba punto, punto y coma, dos puntos, etc. Aprendimos a armar libros teniendo en cuenta el tema de los “espejos”, viendo cuáles son los pares de poemas que se enfrentan y ver qué dicen en esa relación. También, en la época de Verbonautas habíamos inventado la teoría del “guión emocional”, que era tener en cuenta quién leía primero, qué tono tenía, si hacía falta alguien que levantara en el tercero o si venía una canción. Eso lo tratábamos de hacer en los libros, es la forma que encontramos, no se si se armarán así los libros o no.
“(Con Vicente) aprendimos a armar libros teniendo en cuenta el tema de los “espejos”, viendo cuales son los pares de poemas que se enfrentan y ver qué dicen en esa relación. También, en la época de Verbonautas habíamos inventado la teoría del “guión emocional”, que era tener en cuenta quién leía primero, qué tono tenía, si hacía falta alguien que levantara en el tercero o si venía una canción”
-Volviendo a tu obra, vos solés combinar mucho la poesía con otras disciplinas, como la música, la pintura o la fotografía. ¿Cómo es esa relación?
-La mayoría de mis amigos son músicos, tengo muy pocos amigos poetas. El ciclo “Poemas, canciones y pinturas” tenía que ver con el hecho de que me parecía muy interesante que hubiese gente que iba a escuchar a Flopa y que antes escuchara a Vicente, a Esquizodelia, a Gabo o a mí. O amigos que curtían poesía no tenían por qué conocer a quienes tocaban ahí. Además había pinturas, entonces se daba una mezcla que era buena, el que asistía se iba con más de lo que pretendía originalmente.
-¿Te inspiras en esas obras para escribir? ¿O es al revés, se inspiran en tus poemas?
-Como no soy músico, no podría dar indicaciones. El laburo con Ariel (Minimal) por ejemplo en “El agua es eléctrico” me dijo “sentate y escuchá” y me mostró lo que había hecho con mi poema. Después en “Rompevientos” yo le había pasado varios poemas y él me dijo que ahí teníamos un tema. O sea, los míos son poemas musicalizados. Tanto Ariel, como Flopa, Florencia Ruiz y tantos otros, agarran poemas míos y les ponen música, o yo directamente les paso poemas que tienen cara de canción. El mérito de la canción es de los músicos, que por suerte no tocan ninguna de las palabras.
-¿Y la fotografía?
-El año pasado, en vez de hacer un libro, se me ocurrió hacer una muestra que fuera un libro para colgar y que la gente tuviera que ir ahí a verlo. Armamos 26 poemografías: les pasé una serie de poemas a cada uno de ellos y ellos me propusieron 5 o 6 fotos para cada poema y elegí. A veces encontraba fotos que iban muy bien para poemas que le había dado a otro fotógrafo; teniendo las fotos de todos, fui armando los pares. Ni yo escribí especialmente, ni ellos fotografiaron especialmente para armar esos pares. Si fuese escritor podría hacer eso, pero no lo soy.
-¿Qué sensaciones te produjo ese trabajo retrospectivo que fue armar “Veo Veo”?
-No me costó mucho seleccionar los poemas. Lo hice también por lo mismo que Vicente hizo “La sexualidad de Gabriela Sabatini”, porque mucha gente no tenía esos libros ni conocía esos poemas y yo no los voy a volver a editar como estaban originalmente. Fue una forma de volver a poner a disposición material de todos estos años y aprovechar para sumarle la muestra de fotos del año pasado y otra que hicimos con Osvaldo Vigna y Alejandro Pihué, que involucraba poemas co-escritos con Osvaldo y fotos de Alejandro. Esa muestra fue en 1997 y era ahora o nunca poder mostrarlo. De todas formas, ya estoy haciendo otros libros.
-Lo tomaste como un libro más, sin esa carga que suelen tener las antologías.
-Sí, digamos que lo tomé como un libro más. Además es más practico llevar un libro solo para leer y no tantas cosas. También está bueno poder mostrarle a gente que conozco desde hace diez años todo lo que hice antes; o a la gente que iba a ver a Verbonautas que ahora no tengo idea de donde estará y ahora puede ver lo nuevo.
-Por último, empezamos por una pregunta obvia y terminamos con otra obvia: ¿por qué “Hernán” a secas?
-Es una convención, siempre firmé y me reconocí así, como Hernán. No hay ningún odio familiar detrás de eso ni nada por el estilo. Creo que desde que terminé la facultad y ya no me toman lista que no escucho que me llamen por el apellido.
Esta entrevista forma parte de la seria «¿Qué es la poesía?» y fue publicada originalmente en la revista digital La Primera Piedra