El pasado 16 de diciembre se dio a conocer el Estudio Nacional de Opinión Pública del Centro de Estudios Públicos. La sagrada Encuesta CEP. Como suele ocurrir, las alzas y bajas de puntos de los principales personeros de Gobierno e integrantes de la clase política fue durante el día y los venideros el hecho más comentado por estos mismos y por los medios de comunicación, que hasta acostumbran a transmitir en vivo el esperado desglose de los resultados.
Sin embargo, este año hubo un elemento que llamó mucho la atención y resulta bastante más interesante que los pocos puntos que acompañan a la Presidenta, sus ministros o sus detractores: La exclusión del diputado de la Izquierda Autónoma, Gabriel Boric. Los cuestionamientos se originaron porque, aún cuando es evidente que el parlamentario comparte con los 31 “personajes políticos” mencionados una innegable notoriedad, la encuesta no lo incluyó. Para ser más exactos, al menos desde que asumió como parlamentario, nunca ha sido incluido.
Esto incluso cuando, por ejemplo, en la Encuesta CERC-MORI Gabriel Boric ha aparecido en las últimas tres mediciones mencionado entre los “5 políticos con más futuro”, en una pregunta abierta y planteada de la siguiente forma: “Considerando a todos los políticos, sin tomar en cuenta al Presidente de la República, nómbreme a los 5 políticos que Ud. cree tienen más futuro en Chile”.
Frente a esta ausencia, el coordinador de la CEP, Ricardo González, declaró: “Pesan también que sean personas que estén vinculados al gobierno o no. Por supuesto que hay una lista y hay más personas de centro izquierda que centro derecha, y eso es porque la centro izquierda es gobierno”. “Lo que tratamos de hacer es ir balanceando a las personas que aparecen”, agregó. Por último, González dijo: “Sin perjuicio que no haya aparecido en esta encuesta podría aparecer en la siguiente”.
Pero, ¿no es acaso la CEP –y las encuestas en general- un estudio que llega a conclusiones precisamente en base a comparaciones entre datos estadísticos de un período y otro? Es decir, si en la próxima entrega incluyen a Boric, ¿en comparación a qué período van a medir el apoyo que supuestamente gane o pierda?
Como El Mercurio
Sin embargo, el tema es más profundo que la exclusión de uno u otro “personaje político” de la encuesta. Sembrar solo esa duda no contribuirá demasiado a cosechar reflexiones y opiniones que empujen un pensamiento más crítico e independiente. La pregunta es, entonces: ¿por qué, si sabemos cómo opera y quién está detrás del CEP, le seguimos creyendo y nos sigue importando lo que digan sus encuestas?
Que los gobiernos y la clase política legitimen y releven lo que diga el Centro de Estudios Públicos tiene lógica. Es otro de sus mecanismos de legitimidad y perpetuidad. Como El Mercurio, por ejemplo. Ambos son amplificadores del discurso hegemónico de una élite que, con uno que otro matiz, se siente demasiado cómoda en este estado de las cosas.
El Mercurio –como se ha comprobado con abundancia de pruebas- podrá haber complotado con una nación extranjera como Estados Unidos para realizar un golpe de Estado en Chile y provocar la caída del un presidente democráticamente electo; podrá haber legitimado y encubierto desapariciones, torturas y asesinatos, pero si se trata de aparecer en una entrevista en una de sus páginas, todos corren a formarse frente a sus periodistas. Es, finalmente, el espacio discursivo en donde se debe hablar para, se asume, incidir en la vida social y política de Chile.
Con el CEP ocurre lo mismo. Da lo mismo quién esté detrás de esta institución, porque aparecer bien encumbrado en sus encuestas es como colgar de los kioscos y figurar a página completa en la edición del domingo del diario de Edwards sobre una cuña pensada estratégicamente durante toda una semana.
Cuestión de principios y valores
Como se lee en su web, “el Centro de Estudios Públicos (CEP) se financia mayoritariamente a través de la contribución de personas jurídicas que aportan una donación anual a la institución”. ¿Quiere conocer cuáles son algunas de ellas? Acá van: AFP Provida, AES Gener (proyecto Alto Maipo), minera Angloamerican Chile; los bancos BBVA, Chile y Santander, entre otros; Celulosa Arauco (Grupo Angelini), Cencosud (Horst Paulmann), CCU (Grupo Luksic), CMPC (Grupo Matte), LAN, Minera Los Pelambres (Grupo Luksic), Ultramar (Grupo Von Appen) y, cómo no, SQM.
Sin embargo, junto a los aportes anuales de estas personas jurídicas el CEP ha generado un mecanismo complementario de financiamiento consistente en un endowment o dotación financiera, cuyo capital inicial alcanzó $26.500 millones donados por los siguientes empresarios: Eliodoro Matte, Wolf von Appen, Roberto Angelini, Juan Andrés Camus, Jorge Errázuriz, Jean Paul Luksic, Juan Obach, Salvador Said, Reinaldo Solari Magnasco y Luis Enrique Yarur. Todos ellos están distribuidos entre la Presidencia, Vicepresidencia, Comité Ejecutivo, Comité de Opinión Pública y Consejo Asesor.
¿Por qué deberíamos creer que hay independencia en una institución dirigida por Harald Beyer, un ministro de un gobierno de Derecha que dio la pelea contra la educación pública y que, por el contrario, cree en la privatización y mercantilización de esta? ¿Por qué confiar en una institución financiada por el Grupo Angelini, hoy investigado en el caso de corrupción conocido como «Corpesca»? ¿O en los mismos Luksic, cuyo banco privilegió al hijo de la presidenta Michelle Bachelet y su nuera con un préstamo de $6.500 millones aprobado un día después de que la mandataría fuera electa por segunda vez? ¿O en Wolf von Appen, integrante del directorio de SQM, empresa investigada por financiamiento ilegal a campañas políticas? ¡¿O en la misma SQM?!
¿Por qué confiar en una entidad no hasta hace mucho dirigida por un sujeto como Eliodoro Matte, líder de un cartel delictivo que se coordinó con otros empresarios para coludirse y subirle el precio del papel higiénico a los mismos ciudadanos a los que luego les preguntaba en su encuesta por su opinión respecto a la delincuencia? ¿Alguien podría llegar a creer que a estos sujetos no los mueve otra cosa que el perfeccionamiento de la democracia, cuando precisamente la han torpedeado en función de sus intereses?
La finalidad del CEP, según reza su web, es “el estudio y difusión de los valores, principios e instituciones que sirven de base a una sociedad libre”. Si usted comparte los mismos principios y valores con el dueño de un holding donde se lanzan computadores a un canal con el fin de deshacerse de valiosas pruebas que los incriminarían, entonces espere cómodamente los resultados de la próxima encuesta del CEP.
Las encuestas de este tipo, junto con el objetivo de medir, buscan incidir. Podrán o no querer «representar» una realidad, pero lo cierto es que sí terminan instalando una. Como hace cualquier institución movilizada ideológicamente. Ni el fondo ni la forma de sus preguntas son inocuas, tampoco el momento y lugar donde se realizan. Menos, por supuesto, el por qué se hacen. Por lo tanto, un “aporte” como una encuesta debe ser leída, al menos, con suspicacia. Y si hablamos de la realizada por el CEP, con mayor razón es exigible agudizar la mirada.
Por Daniel Labbé Yáñez