El año pasado en Brasil se vivió un error comunicacional y estadístico de proporciones. El Instituto de Pesquisa Económica Aplicada (IPEA) entregó los resultados de una encuesta en donde se le planteaba la siguiente sentencia a la comunidad: “Las mujeres que usan ropa que muestra su cuerpo merecen ser atacadas”.
Los resultados entregados por el IPEA fueron alarmantes debido a que el 65,1% de los brasileños que participaron en esta encuesta estaban de acuerdo con esa afirmación, de los cuales el 42,7% están “totalmente de acuerdo” y el 22,4% “parcialmente”. Además el 58,5% de los encuestados está de acuerdo total o parcialmente con la afirmación de que “habría menos violaciones si las mujeres supieran comportarse y se vistieran de forma decente”.
Bajo cualquier óptica los resultados entregados por el Instituto son terribles ya que develan una comunidad brasileña -latinoamericana si queremos sentir aún más de cerca el hecho-, profundamente violenta y con una nula conexión respecto a la histórica violencia que se ha ejercido sobre la mujer.
La historia continúa.
A través de un comunicado presentado ante los medios, el IPEA tuvo que corregir los duros datos entregados anteriormente, señalando que el porcentaje de la población que cree que las mujeres que usan poca ropa merecen ser violadas responde solo a un 26% y no a un 65,1%, como se había informado en una primera instancia.
Las reacciones frente a las dos entregas de resultados no se hicieron esperar y provocaron muchos coletazos: campañas en contra de la violencia de género promovidas por la propia presidenta, Dilma Rousseff, hasta la renuncia del director del área del IPEA encargada de la encuesta, Rafael Guerreiro.
Pero algo sigue preocupando.
Si bien el error comunicacional al momento de la entrega de los resultados roza en lo ridículo, hay un último aspecto que no deja de preocupar muchísimo: ¿qué pasa con el 26% de la población brasileña que sí está de acuerdo con que las mujeres provocan a ser violadas cuando usan ropas cortas o minifaldas?
Que un cuarto de la población encuestada en ese país vecino normalice un hecho de violencia en contra de la mujer, aduciendo a que ella es la responsable, la provocadora, la que instiga a ser violada, sigue siendo tan terrible como si lo quisiera el 65% de un principio. Porque no hay nada que justifique el atropello a la integridad de las mujeres, ni de los niños, ni de los viejos, ni de los animales, ni de los hombres.
Seguro Latinoamérica parecerá un mejor lugar si la igualdad de género y la abolición absoluta de la violencia en contra de la mujer lograrán un 100% de aceptación.
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