La Pasión de escribir por los Pueblos de Chile

Tienen la pelota, pero se pierde en algún momento del juego por un error propio, mérito del rival, presión de la hinchada o sanción del árbitro

La Pasión de escribir por los Pueblos de Chile

Autor: Wari

Tienen la pelota, pero se pierde en algún momento del juego por un error propio, mérito del rival, presión de la hinchada o sanción del árbitro. El tema es que en este país, el esférico rueda muchas veces fuera de la gran cancha que habitamos todos, y ahí las reglas son otras.

Se juegan partidos que no son televisados, donde los trofeos en disputa no los veremos ni en foto, quedando para nosotros: Ríos contaminados, hoyos en las montañas y un panorama devastador en los bosques y mares.

Es el caso de la riqueza de Chile -contenida en sus materias primas y recursos no renovables-, extracción y transacciones que se aceleran mientras la pantalla es inundada por la pasión de multitudes.

En medio de toda la algarabía, despidos y fragilidad de memoria. En campaña se prometió a la Anef que no se despediría a los funcionarios públicos, pero los despidos van y vienen, y el fútbol, como cortina de humo es eficaz.

No obstante, y vestidos de negro, queremos decirle que ya tiene tarjeta amarilla y recién lleva jugando 7 minutos (poco más de 100 días). Al parecer pasa piola con su gesto de que anda apurado haciendo como que no tiene tiempo para nada, pero no se le olvide que son millones de chilenos que no le hemos creído nunca ni a él ni a su modelo, que sólo enriquece a una minoría, mientras las multitudes seguimos viviendo con sueldo “no ético” y otros muchos, lisa y llanamente de miseria.

Allá, en la parte de la cancha donde se subió la posa de agua y quedó toda la tierra partida, se les construyó mediaguas, pero muchos de los voluntarios constructores era primera vez que clavaban un clavo en su vida o manejaban un serrucho. No les pagaba ni uno por la pega, pero era la forma de quedar bien lo más rápido posible, ahorro para el Estado, migajas para el afectado y banquete para el negociado de la reconstrucción.

Pero el problema fue que las casas comenzaron a lloverse y las parchó con nylon minero, del norte chileno, allá donde se sufre por la falta de agua, de las tierras del niño maravilla, Alexis Sánchez, una ardilla “pesadilla” de Tocopilla, de las tierras de El Polémico, donde naciera Alejandro Jodorowsky.

Así, terremoteados, también estamos endeudados por tarjetas -otra tarjeta del sancionado- y cadenas bancarias que traspasan de manera usurera los intereses a los que les presta el Banco Central, el enclave de un negocio desregulado que les permite continuar acumulando sin nunca pagar la deuda social y ambiental acumulada.

Las continuas posiciones de adelanto en el juego económico y social son evidentes. ¿Quién paga el saldo a nuestro favor? ¿El Estado o las empresas?, porque este es un paraíso fiscal y aquí alguien tiene que pagar y ponerle el cascabel al gato, no podemos seguir tolerando el saqueo maloliente ante nuestras narices. Por último, no aceptaremos que se lleven la pelota pa’ la casa, pues aquí, en la cancha de esta rojita, somos mucho más vivos de lo que nos creían nuestros padres. Sabemos bien la historia de quién fue realmente Salvador Allende, del cobre, de la tierra y de la importancia de cuidar y proteger nuestro entorno.

Somos una selección floreciente y, entrenamiento tras entrenamiento, seremos una selección nacional que dará que hablar.

Don Piña se puso los estoperoles para entrar a la cancha, está poniéndose de moda jugar con las tácticas del flanco izquierdo por la banda derecha, haciendo un juego que no le asienta para nada, pero que bien maquillado brinda el espectáculo preciso para mantener el control. Pero la roja se la pone de puro copión y le tenemos sacado el rollo, sabemos bien para quien juega realmente.

No tenemos nada en contra de nuestra querida selección ni del fútbol como deporte, celebramos junto a los pueblos cada gol y nos pone felices ver cómo nuestro equipo logra la unión de las personas, aunque sea por unas horas. El problema es simplemente lo que se esconde tras este deporte de negociados e intereses, pues como dice nuestra portada, no todo lo que brilla es oro.

Estamos ciertos de que si sólo la mitad de quienes se identifican con la roja se movilizaran por ella y tomaran como suyas causas como la educación pública, la protección de los recursos naturales, la tributación transnacional, o la igualdad en su amplio sentido, en este Chile lindo, otro gallo cantaría.

A partir de esta edición estamos dando un gran paso, y esperamos sea un pase de gol. Dadas las circunstancias y fundamentos varios, hemos decidido llevar las noticias que importan a los quioscos del país y a sus manos, dos veces por mes. No tenemos el respaldo financiero para lograrlo, pero lo que nos falta en billete, nos sobra en convicción y energía.

Deseamos sincerar la situación económica con nuestros lectores, y que tiene que ver con cuánto cuesta financiar esta publicación para que desde este mes de junio llegue quincenalmente a sus manos. Son ni más ni menos que siete millones ochocientos mil pesos mensuales, con ello vive un equipo de desinteresados jugadores, se pagan todas las cuentas, se imprime y distribuye, rueda la pelota y se hace posible la circulación de 30 mil ejemplares de las noticias que importan.

Lo invitamos a que, así como se puso la camiseta con esta querida selección futbolera, se la ponga durante julio con El Ciudadano y que así encumbremos este medio a torneos de ligas mayores, para que juntos logremos, con buenos pases, juego rasante y disparo directo, romper la red (cerco) informativo y recuperar lo que nunca debimos entregar a manos de terceros. Hoy es más posible que antes. Léalo, infórmese, coméntelo, regálelo, colecciónelo, suscríbase, apóyelo.

En este contexto de concentración de la propiedad de medios de comunicación, y la consecuente perspectiva única y unidireccional que se nos presenta, que El Ciudadano persista y se desarrolle, es tarea de todos quienes creemos en la importancia de la comunicación libre.

El Ciudadano

Fotografía de Claudio Díaz


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