Cómo no comparar lo que está sucediendo en el Gobierno de Sebastián Piñera con los escándalos que sacuden Francia. Aunque, cabe afirmar que hay diferencias notables. En efecto, mientras que los conflictos de interés del presidente-empresario y del subsecretario de Deportes chilenos son minimizados por las elites políticas y ya no generan indignación en la prensa dominante puesto que los editoriales ya no invocan los valores republicanos de transparencia, probidad y separación tajante entre la política y los negocios, en el caso francés la olla la destapó el periodismo de investigación practicado por Mediapart, un periódico electrónico dirigido por Edwy Plenel, un profesional de sólida experiencia.
Después de informar sobre la derrota y los conflictos en el Mundial del equipo francés, de tener que cubrir las manifestaciones multitudinarias en toda Francia contra los planes de “austeridad” del gobierno de Sarkozy, ahora, a la prensa francesa de derecha, la de centro o la amarillenta no les queda otra que publicar in extenso acerca de lo que se ha denominado “el affaire Bettencourt-Woerth-Sarkozy”.
El Presidente francés Nicolas Sarkozy, el mismo que hace un año atrás en medio de la crisis actual y para apaciguar las críticas contra el sistema financiero declaraba que había que regularlo para humanizarlo por medio del control de los bancos, las bolsas y la abolición de los paraísos fiscales para impedir la especulación, es un protagonista clave de una tela de araña de corrupción de la política francesa.
La analogía entre los dos gobiernos es pertinente.
El estilo caliente, frenéticamente nervioso y casi compulsivo, junto con la rapidez de la comunicación mediática y la construcción de imagen de proximidad para seducir, es el mismo utilizado por Piñera y Sarkozy (también por el italiano Berlusconi). Esta forma de hacer política atenta contra el tiempo de la deliberación política madura. Pero, además, está esa íntima y espuria relación que se teje entre los intereses monetarios y la política en la cual se mueven ambos gobiernos.
Más aún. Es toda la prensa europea la que se pronuncia sobre el tema de manera ácida. El cotidiano alemán Die Welt tituló un reportaje que lo resume todo: “El Honor perdido de Nicolás Sarkozy”. Allí puede leerse que el Presidente francés “que quería liquidar los paraísos fiscales está acusado de haber permitido que su campaña presidencial haya sido financiada por una mujer que está acostumbrada a ser una cliente habitual de estos paraísos».
El cotidiano Le Monde publicaba un comentario de un bloggero que decía que los “ricos franceses se habían comprado un presidente”. En el caso chileno —las pruebas se acumulan— Piñera es un presidente-empresario que todo demuestra gobierna para los ricos. Las derechas son derechas, “aunque la mona …”.
Y aunque este tipo de ilícito es “monnaie courante” en todas las democracias liberales (lo que contribuye al desprestigio de la política), en este caso, las declaraciones de la ex contadora de la principal propietaria del imperio de cosméticos l’Oréal aporta pruebas fehacientes de cómo los ricos financian de manera ilegal las campañas presidenciales.
Uno de los aspectos de la trama es el siguiente: Madame Lilian Bettencourt, heredera del imperio de productos suntuarios y cosméticos l’Oréal, por intermedio de su contadora entregó primero 50.000 Euros a Eric Woerth, al actual ministro del Trabajo de Sarkozy y ex de Hacienda. Y, después que la ex contadora, al rehusar violar la ley y sacar más dinero de un banco en París, uno de los testaferros de la anciana viajó a Suiza a buscar 100.000 euros más para entregárselos en un sobre al mismo ministro cuando éste era Tesorero del partido de Nicolas Sarkozy.
El dinero en estos paraísos fiscales como Suiza y otros países no paga impuestos al fisco. Así pues, el dinero que financió a Sarkozy con la venia del tesorero de su partido proviene de una cuenta en Suiza de Lilian Bettencourt. Por lo tanto no paga impuesto ni ha sido declarado al fisco francés. Y ahora se sabe que el fisco francés nunca indagó acerca de esos dineros no declarados de la cuenta en Suiza cuando el mismo Eric Woerth era ministro de Hacienda.
Mientras que los presidentes de derecha hacen grandilocuentes declaraciones contra la corrupción, la malversación de fondos y el poder del dinero en la política, son ellos los que crean situaciones que atentan contra los más elementales principios de las transparencia y la ética democrática. Pero son los mismos gobiernos que favorecen a los ricos, promulgan salarios mínimos de hambre, despiden empleados del Estado, alargan la edad jubilatoria y se preocupan más de sus propiedades corporativas y negociados que del interés general de los ciudadanos y ciudadanas.
Por Leopoldo Lavín Mujica
B.A. en Philosophie et Journalisme et M.A. en Commnunication publique de l’Université Laval, Québec, Canadá.