En el mes de agosto de 1914, una vez declarada la guerra, se produjo en los países concernidos – Francia, Inglaterra, Alemania, el imperio austro-húngaro y los turcos otomanos – una verdadera locura por enrolarse en los respectivos ejércitos, especialmente los jóvenes y, todos estaban convencidos que la guerra terminaría en esa Navidad, trayendo la victoria a sus países, incluso, la mayoría de los socialistas, salvo Rosa de Luxemburgo y Jean Jaurès, que estaban en contra de la guerra, – Jaurès fue asesinado antes del conflicto bélico -. El patrioterismo y el nacionalismo que son, a mi modo de ver, como las espinillas en los adolescentes en la naturaleza humana, dominaban por doquier.
Una vez comenzada la guerra, ninguno de los pronósticos de los palurdos oficiales se cumplieron, pues los alemanes no pudieron ocupar París gracias a la resistencia de los taxistas en El Marne, entonces, la guerra se estancó formándose líneas de trincheras, impidiendo que los respectivos ejércitos pudiesen avanzar, al menos, unos pocos kilómetros. Hasta el mes de diciembre, en víspera de Navidad, ya habían muerto más de 600.000 jóvenes.
En las “celebraciones de Navidad” de 1914 se produjo el hecho más insólito de la guerra: los alemanes, en su trinchera, cantaban villancicos, que eran replicados por ingleses, escoceses y franceses, que se escuchaban en distintos idiomas; en Inglaterra y en Escocia no era muy común el árbol de Pascua que, esta vez, apareció adornando la trinchera alemana.
En un comienzo, ingleses, franceses y escoceses creyeron que podría ser una treta de los alemanes, pero luego se convencieron que había auténtico ánimo de fraternizar, y ambos bandos abandonaron las trincheras y se encontraron en la tierra de nadie. Para la ocasión, se fundieron en un abrazo fraterno y se intercambiaban regalos – chocolates, champaña y whisky -, incluso, se jugó un partido de fútbol, que lo ganaron los soldados alemanes, y se celebró una misa, con la participación de todos los soldados y oficiales.
El día 25 de diciembre también se aprovechó para enterrar los muertos de ambos bandos, diseminados por esos campos; los voluntarios sepultureros no hacían diferencia entre franceses, ingleses, escoceses o alemanes.
La fraternización no se produjo en todo el frente de las trincheras –de Calais hasta la frontera con Suiza, más de mil kilómetros -, pero donde logró mayor éxito fue en Ypres, Bélgica, que, hasta ahora, conserva un museo que recuerda este acontecimiento de paz.
En un primer momento, los mandos superiores no estuvieron informados de esta “tregua” hecha a sus espaldas por oficiales de bajo rango, pero apenas se enteraron, prepararon la ofensiva para reprimir tan osada y peligrosa situación; de inmediato, fue rota la tregua en todo el frente y reprimidos los oficiales y soldados que participaron en esas celebraciones fraternales.
La confraternización tuvo distinta duración según hubiera sido el lugar donde se ubicaba y, la más larga, duró hasta el Año Nuevo de 1915, y la más corta, se fue extinguiendo a los pocos días de iniciadas las festividades.
A quien le interese profundizar sobre este hecho de profundo humanismo, puede encontrar la película Feliz Navidad, del director francés Christian Corion, en Youtube .