«¿Por qué no deberían entrar los sin techo a la Capilla Sixtina?, ¿quizás porque no tienen dinero para pagar una entrada?». Preguntas lanzadas, con afán polémico, por el Papa. Preguntas contenidas en un libro de edición reciente, que resulta clave para entender a Francisco, no solo su opinión sobre el arte y la Iglesia. En realidad, el texto esconde, entre líneas, una crítica más amplia sobre todo el mundo del arte, convertido en industria de lujo de los tiempos modernos.
Mi idea de arte es el nombre del volumen. Lleva la firma del pontífice, porque es producto de una conversación grabada con la periodista Tiziana Lupi. Se trata de una transcripción textual de sus palabras, que incluye una lista de 11 piezas inspiradoras para Jorge Mario Bergoglio. Entre ellas, se destaca una obra del hombre, pero no un cuadro o una escultura: el automóvil Renault 4 blanco que perteneció al sacerdote misionero Renzo Zocca.
Para Francisco, el arte es, sobre todo, un método de evangelización. «¡Si el Papa tiene unos museos es justamente por esto! Porque el arte puede ser un vehículo extraordinario para contar a los hombres y a las mujeres de todo el mundo, con sencillez, la buena noticia de Dios que se hace hombre para nosotros, porque nos quiere mucho. ¡Es bello esto!», indicó en el libro, que por ahora solo puede conseguirse en italiano.
Aprovechó también para trazar la verdadera vocación de los Museos Vaticanos. Pidió que sean «el lugar de la belleza y la acogida». Que reciban las nuevas formas de arte. Que abran de par en par las puertas a personas de todo el mundo. Que sean instrumentos de diálogo entre las culturas y las religiones, instrumentos de paz, que estén vivos. «No polvorientas recopilaciones del pasado solo para los elegidos y los sabios, sino una realidad vital que sepa custodiar aquel pasado para relatarlo a los hombres de hoy, comenzando por los más humildes, y disponerse así, todos juntos, con confianza al presente y el futuro», exclamó.
Sobre este último punto, mostró su desacuerdo el actual director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci. Lo hizo en público, durante la presentación del libro a inicios de diciembre. Aseguró que el complejo no es un lugar «polvoroso» y que artistas como Miguel Ángel o Rafael son siempre contemporáneos, porque hablan también al hombre de hoy.
Una diferencia de concepciones, que Paolucci completó con un lamento. Se quejó de que el Papa no haya aún visitado los Museos, porque él hubiese querido explicarle personalmente su punto de vista.
En efecto, Francisco todavía no visitó ese complejo cultural. No obstante, sí manifestó con claridad su idea de arte, que considera una realidad con una propia «dimensión salvífica» y, por eso, «debe abrirse a todo y a todos, y a cada uno ofrecer consuelo y esperanza».
«Por este motivo, la Iglesia debe promover el uso del arte en su obra de evangelización, mirando al pasado pero también a las tantas formas expresivas actuales. No debemos tener miedo de encontrar y utilizar nuevos símbolos, nuevas formas de arte, nuevos lenguajes, también aquellos que parecen poco interesantes a quien evangeliza o a los curadores (de las muestras), pero que son importantes para las personas, porque saben hablar a las personas», comentó Francisco.
Exponente de esos nuevos lenguajes que hablan directo a la gente es Alejandro Marmo, artista argentino. Dos de sus creaciones: La Virgen de Luján y El Cristo obrero forman parte de la lista de obras inspiradoras para Bergoglio. Fueron construidas con material de descarte de las villas pontificias de Castel Gandolfo y realizadas con ayuda de jóvenes drogadictos recuperados. Pero, no obstante la predilección del Papa, las piezas no se encuentran dentro de los Museos, sino en los Jardines Vaticanos, donde reciben visitantes esporádicos.
Por eso no resulta extraño que Francisco insista en pedir que sus Museos sean «la casa de todos» y que sus puertas «estén siempre abiertas». Porque, constató, ellos son testigos de «las aspiraciones artísticas y espirituales de la humanidad» y de «la búsqueda de la belleza suprema que encuentra su cumplimiento en Dios».
Y apuntó: «Los pobres están en el centro del evangelio, que es la cosa más grande que tenemos, son los privilegiados de la misericordia divina. Si quitas a los pobres del evangelio, no se entiende más nada. Entonces, ¿por qué no deberían entrar a la Capilla Sixtina? ¿Tal vez porque no tienen dinero para pagar la entrada? Me han criticado por esto, lo sÉ, me criticaron también por haber puesto las duchas para los pobres bajo la columnata del Bernini. Repito: los pobres están en el centro del evangelio, no debemos jamás olvidarlo».