Japón y Corea del Sur han logrado disolver uno de sus más grandes obstáculos para afianzar sus lazos bilaterales, al llegar a un acuerdo «final e irreversible» acerca del uso de miles de mujeres coreanas como esclavas sexuales durante la guerra.
En un avance que apenas parecía posible hace unos meses, el primer ministro japonés Shinzo Abe, ofreció sus «más sinceras disculpas» a las mujeres, en una declaración emitida por el ministro de relaciones exteriores en Seul, Fumio Kishida, según informa el diario británico The Guardian.
En esa ocasión no quedo claro si Abe enviaría una carta de desagravio a cada una de las «mujeres de confort» (eufemismo que se usaba para llamarlas), sin embargo el lunes siguiente a esta declaración, el primer ministro reiteró sus disculpas en una llamada a la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, quien ha descrito el conflicto como «el mayor obstáculo» para mejorar los lazos con Tokio.
Park emitió una declaración por separado, en la que explica que el acuerdo es el resultado de los mejores esfuerzos de su gobierno por resolver el episodio de las esclavas sexuales. «Espero que las mujeres de confort, que ahora son mayores, puedan tener un alivio al dolor psicológico que sufren», señaló.
Ademas, Japón ofreció establecer un fondo de mil millones de yenes, pagados directamente por el gobierno y dividido entre las 46 mujeres que aun están vivas, la mayoría al rededor de los 80 y 90 años.
Fumio Kishida proclamó una nueva era de mejores relaciones entre los dos países, cuyos fuertes lazos comerciales y alianzas militares con Estados Unidos han sido opacados por la controversia. «Esto marca el comienzo de una nueva era de lazos entre Japón y Corea del Sur», dijo a la prensa. «Creo que el acuerdo que conseguimos es un logro histórico y fundamental… [Abe] expresa nuevamente sus más sinceras disculpas y remordimiento a todas las mujeres que fueron sometidas a experiencias tremendas y dolorosas y sufrieron heridas físicas y psicológicas incurables en su calidad de mujeres de confort».
El gobierno japonés también concedió que sus autoridades militares jugaron un rol en la esclavitud sexual de estas mujeres. Evadiendo admitir cualquier responsabilidad legal, Kishida declaró: «El caso de las mujeres de confort, en que las autoridades militares japonesas estuvieron involucradas, fue una grave afrenta al honor y dignidad de un gran número de mujeres, y el gobierno de Japón está dolorosamente consciente de su responsabilidad desde esta perspectiva».
Abe y otras autoridades conservadoras de Japón habían cuestionado previamente que el gobierno japonés y los militares hubieran jugado un rol en obligar a las mujeres a la prostitución, argumentando que ellas habían sido procuradas por negociantes privados.
Ambos países señalan que el acuerdo resolvería el asunto de manera «final e irreversible», agregando que evitarían seguir reparando en el tema y hacer críticas en las Naciones Unidas y otros foros internacionales.
El ministro de relaciones exteriores de Corea del Sur, Yun Byung-se, dijo que Seúl cooperaría siempre y cuando Japón cumpliera sus promesas. También sugirió que su país estaba dispuesto a negociar el desmantelamiento de una estatua que se alza afuera de la embajada japonesa en Seúl, y que simboliza a las esclavas sexuales de guerra a través de la figura de una joven. Aunque la estatua es producto de una campaña de grupos independientes, Yun dijo que el gobierno de Corea del Sur se «esforzaría por resolver este asunto de una forma apropiada y tomando las medidas adecuadas, consultándolo con las organizaciones relacionadas».
Todavía no hay acuerdo con respecto al número exacto de mujeres que Japón forzó a prostituirse entre los años 1910 y 1945, durante su régimen colonial de la península coreana. Los abanderados por las víctimas dicen que fueron unas 200 mil mujeres, en su mayoría coreanas, pero que también hubo chinas, del sudeste asiático y algunas japonesas y europeas; todas forzadas o engañadas para trabajar en burdeles militares desde 1932 hasta el año en que Japón fue derrotado, en 1945.
La mayoría de las mujeres llevaron su secreto a la tumba. La surcoreana Kim Hak-soon fue la primera en testificar acerca de sus experiencias en público, en 1991: «Debemos recordar la maldad a la que fuimos sometidas», declaró.
Inicialmente, el gobierno japonés había negado la existencia de burdeles de guerra, pero en 1993, el entonces secretario en jefe del gabinete, Yohei Kono, por primera vez reconoció y pidió perdón por haber usado mujeres como esclavas sexuales. Japón, si bien no admitió responsabilidad legal, recalcó que el nuevo fondo era un gesto humanitario.
La presidenta de Corea del Sur había manifestado su esperanza de alcanzar un trato -que concerniera específicamente a las víctimas- hacia fines de este año; 50 años después de que se restablecieran las relaciones diplomáticas entre Seúl y Tokio.
Traducción: El Ciudadano.