A dos años del fin del gobierno de Bachelet y con una derecha que ya tiene claro su candidato, en la Concertación aún no define quien será el próximo administrador del modelo de Pinochet. Suenan los nombres de Soledad Alvear, Eduardo Frei y José Miguel Insulza, aunque la sombra de Ricardo Lagos es la que más se empina. Es del gusto de un sector importante del conglomerado de gobierno, pero mucho más aún del empresariado.
Los primeros años del siglo XXI han encontrado a Chile como una de las principales naciones en vías de desarrollo, según el eufemismo clásico de la diplomacia económica, que recomienda omitir la palabra subdesarrollo. Las cifras macroeconómicas hipnotizan a los promotores del libre mercado, y el crecimiento del Producto Interno Bruto por sobre el 6% es la ambición de todos los estamentos oficiales. Desde el Palacio de La Moneda brota un aire de tranquilidad cuando los economistas, especialistas en augurios fabulosos, anuncian mayor dinamismo en la escala productiva.
“Chile debe crecer”, es la consigna que resuena en todos los rincones del poder político y económico. En las cenas anuales de la Sociedad de Fomento Fabril, de la Confederación de la Producción y Comercio o en los seminarios de Casa Piedra, los jerarcas se reúnen para deleitarse con el panorama que se avecina para las grandes empresas y cierran ese pacto cómplice entre las elites que impide la configuración de una sociedad más justa e igualitaria, pretensión, por cierto, que circuló con amplitud mediática durante la campaña presidencial de 1999, y que terminó con el triunfo de Ricardo Lagos.
Cuando Lagos Escobar ya ha dejado el sillón presidencial, el tema de la desigualdad económica reflota con mayor fuerza en la agenda pública. Paradójicamente, sólo al momento de culminar su mandato se empezó a discutir acerca de la injusta distribución de los ingresos en Chile. Frente a esa evidente contradicción, Lagos simplemente se conformaba con sentenciar el triunfo de las ideas, porque -a su juicio- con haber puesto este tema en el debate era suficiente. Inexplicablemente, omitía que su gobierno había tenido todas las herramientas técnicas, administrativas y financieras para reducir la brecha entre ricos y pobres, pero careció de la voluntad política y, en consecuencia, -en este aspecto al menos- no logró hacer valer sus dotes de estadista de que tanto se ufanaba.
Apelando a la ya tradicional “política de los consensos” entre la Concertación, la derecha y los grandes grupos económicos, Lagos se regocija con el acuerdo en torno a superar la inequidad reinante y evita generar políticas públicas que efectivamente permitan reducir la desigualdad.
Una de las causas más evidentes y poderosas de este fenómeno económico –la desigualdad- y que tiene profundas implicancias sociales, políticas y culturales, es la concentración del poder económico. El propio Lagos, en su tesis de grado en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, así lo advirtió. En 1960, publicó “La Concentración del Poder Económico. Su teoría. Realidad Chilena”, que se convirtió en una obra relevante para aquellos años. Su trabajo fue 5 veces editado y Lagos recibió el apodo de “El Mozart de la economía”.
En 9 capítulos, Lagos desarrolló su postura crítica frente a los grupos económicos. Sin embargo, en 6 años de mandato, curiosa y contradictoriamente, Lagos consolidó el triunfo del poder económico y la concentración de la riqueza. En el último lustro, se ha fraguado la sociedad más desigual de la historia de Chile, torpedeando cualquier pretensión de consolidar un sistema democrático, justo y equitativo.
220 VECES MÁS RICOS
El bienestar material está asegurado sólo para unos pocos privilegiados y la escandalosa distribución de los ingresos, como lo señalaran los obispos, sitúa a Chile como el decimoprimero país más desigual del mundo. El 5% de la población recibe hasta 220 veces lo que obtiene el 5% más pobre, sin olvidar que esta diferencia en los últimos años de la feroz dictadura de Pinochet era de 120 veces. Actualmente, una familia del 20% más desposeído tiene un ingreso mensual de 75 mil pesos en promedio y un hogar del 20% con mayores recursos disfruta cada 30 días de más de un millón de pesos. Según cifras del Servicio de Impuestos Internos para el 2003, el 85% de los chilenos tenía una renta que no superaba los 350 mil pesos mensuales.
En contraste a estos datos que demuestran la disparidad entre los beneficiados con el modelo económico y los excluidos de sus beneficios, los grandes grupos económicos disfrutan de sus jugosas utilidades. De acuerdo con la revista Forbes, publicación especializada en rastrear las fortunas más grandes del mundo, 3 chilenos tienen el honor de compartir la categoría de los “hombres más ricos del planeta”. Los grupos Luksic, Angelini y Matte aparecen habitualmente señalados en Forbes. De hecho, entre estos tres grupos económicos acumularon en 2005 una riqueza de 9 mil 800 millones de dólares (ver tabla 1). Son los titulares del crecimiento económico de Chile, de cuyas empresas dependen el sector financiero, minero, forestal, telecomunicaciones, pesquero, entre tantos otros.
Si consideramos una rentabilidad del 12%, cifra exigua para estos grupos económicos, Luksic recibe 800 millones de pesos diarios, Angelini más de 550 millones y Matte 500 millones de pesos al día. Éste es el tipo de crecimiento económico que encandila a las autoridades de gobierno y empresariales. Son los resultados de un modelo rentista de acumulación, que se ha fraguado bajo el amparo de la política económica de la Concertación y particularmente de Ricardo Lagos.
La sociedad chilena transita por el camino de la desesperanza y de la angustia creciente frente al futuro, y también ante la precariedad del presente. Se debe considerar, por ejemplo, que a junio de 2006, un 56% de los trabajadores temía perder su empleo y, hasta hace no muchos meses, el temor afectaba al 49%. Los índices de delincuencia alteran a los políticos y nutren a los medios, pero pocos aterrizan sus causas en la desigualdad. La carencia de oportunidades, la falta de cohesión social, la frustración y la rabia, inundan el ser de la mayoría de los chilenos, que aumentan el consumo de fármacos contra la depresión y se encierran en sus hogares. Evitan la participación, porque se sienten excluidos de un modelo que pareciera beneficiar a todos de manera homogénea, menos a los perdedores, a los sin pitutos o con escasa inteligencia emocional. De lo que no se dan cuenta es que éste problema que viven individualmente, es un problema extremadamente generalizado.
El nuevo contrato entre el Estado y los privados, forjado en la dictadura bajo el fuego represor y las violaciones a los derechos humanos, y administrado por los gobiernos de la Concertación bajo el dogma de la apertura irrestricta de la economía y el supuesto de la igualdad, excluye a más del 85% de los chilenos, que viven diariamente las penurias de un sistema escandaloso. Al enfatizar el progreso como meta de la sociedad y como ideología dominante de su acción política, Lagos ha llevado a la práctica las peores consecuencias que él mismo avizorara en su tesis de grado, aquella que en 1960 advirtió de los males de la concentración económica.
Pues bien, el proceso de modernización en Chile ha sido acelerado y sus materialidades ampliamente comentadas por sus mentores, pero nuestro país aún no llega a la etapa de la modernidad. Chile es un país modernizado, pero no moderno. Esta propuesta integral de sociedad, basada en la verdad, en la razón y el conocimiento choca con la lógica de la eficiencia, productividad y competitividad que se anida en el alma neoliberal.
Ese esquema se ha reproducido en los últimos años. No se ha puesto en cuestión ni la globalización financiera, ni la liberación de los capitales internacionales ni el fortalecimiento de los grupos económicos. Se ha consolidado, en cambio, su posición política en desmedro de la sociedad civil y de la participación ciudadana. Se ha producido una acelerada conversión de capital natural en capital financiero. Se han expoliado los bosques, los recursos pesqueros y minerales. Se ha omitido que producto de estas prácticas, a nivel mundial 800 millones de personas sufren de hambre y que, según la FAO, cada 7 segundos muere un niño víctima de la desnutrición. En definitiva, este modelo condena al hombre a una continua degradación.
Sin embargo, unos pocos privilegiados se encuentran inmunes de tales consecuencias, porque gozan de las utilidades y beneficios del modelo rentista de acumulación que impera en Chile. Los grupos económicos han operado con total tranquilidad en los últimos años, acumulando ganancias gracias a la exacerbada explotación de recursos naturales. Esta estrategia de expoliación de materias primas es una característica de los países del Tercer Mundo y afecta al planeta en términos de sustentabilidad. A nivel global, la erosión afecta al 14,3% del territorio de América del Sur y al 26% de América Central (1). Además, la tasa de deforestación es una de las más altas del mundo y alcanza un promedio anual de 0,48%. Esto se traduce en que de las 418 millones de hectáreas de bosques naturales perdidas en todo el mundo durante los últimos 30 años, 190 millones de hectáreas se perdieron en América Latina (2). El área total forestada de la región se redujo en 46,7 millones de hectáreas entre 1990 y 2000 (3) . Como consecuencia de la conversión y pérdida de hábitat, 31 de las 178 ecorregiones del continente se encuentran en estado crítico de conservación, 51 están en peligro y 55 son vulnerables (4). La sobreexplotación de los recursos pesqueros, junto con los problemas de la captura incidental, de arrastre y los desperdicios, se ha convertido en característica propia del régimen de la pesca regional. La captura en los mares de la región ha aumentado en términos generales en los últimos 30 años. La captura total de peces (incluidas las pesquerías en aguas interiores, con excepción de moluscos, crustáceos y acuicultura) alcanzaron un tope regional de más de 23 millones de toneladas en 1994 (cerca del 30% total mundial).
LÜDERS Y EL SISTEMA
Esta lapidaria realidad se vive también en Chile bajo el desprecio de los representantes de la casta política y económica. El medioambiente padece de un modelo de acumulación desenfrenado, donde los atentados al ecosistema son perpetrados diariamente por los grupos económicos, favorecidos por las ventajas comparativas de Chile, por una institucionalidad a su medida y por un esquema administrado perfectamente por la Concertación. Tal como lo advirtió el ex ministro de Pinochet y uno de los artífices del actual sistema económico, Rolf Lüders, quien dijo que “la Concertación ha administrado mejor el modelo que la derecha”(5).
Lagos cumplió cabalmente con la sentencia de Lüders, al punto que el 27 de octubre de 2005, durante la Cena Anual de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), su presidente, Bruno Philippi, no sólo salió al paso para enfrentar las críticas a la concentración económica y al modelo, sino que también se permitió proponer “nuevas complicidades” al Presidente de la República, lo que fue ampliamente cubierto en las portadas de los medios escritos. A lo que Lagos respondió durante su discurso en esa misma Cena Anual: “Me voy teniendo más amigos que los que tenía cuando llegué hace 6 años”.
Esto constituye una muestra evidente de hasta qué punto los grandes conglomerados han instalado el peso de su poder –por lo que no sólo están felices sino también muy agradecidos de Lagos- y de hasta qué punto se verifica la ausencia de una democracia real y eficaz, que pueda evitar los procesos de concentración económica, lo que se hace evidente al observar el grado de monopolización que muestra la economía chilena. En el gráfico 1, es posible apreciar que sólo el 1% de las empresas (las mega y grandes empresas), realizan el 80,5% de la facturación total del país (las ventas) y el 96,1% de todas las exportaciones, aportando a su vez con un escaso nivel de empleo: 10% de los puestos de trabajo. De tal manera que cuando Chile crece en un 6%, por ejemplo, fácilmente 5,76 puntos de este porcentaje representaría -más o menos- el crecimiento de las grandes empresas, dado que el motor fundamental del crecimiento económico realizado en las fronteras del país proviene de las exportaciones.
La concentración económica además tiene su correlato en la concentración de poder que se verifica en la sociedad chilena. Con esta condicionante, la pretensión democrática es al menos una ironía o simplemente una ilusión cómoda para toda la clase política. Si ciertos grupos de interés son los que realmente ejercen el poder casi sin contrapeso en Chile, contrarrestar esta tendencia es casi una tarea imposible para la ciudadanía. Lagos se rodeó de especialistas en el posicionamiento de marcas, expertos en enarbolar las bondades de las cifras macroeconómicas y en la interpretación estadística del interés público, reemplazando de esta manera a la opinión pública informada y al rol crítico de la ciudadanía y, peor aún, ha hecho desaparecer la participación política. Es así como se consigna en un estudio de la Corporación Participa, de octubre de 2005, que indica que la intervención política de los chilenos es una de las que menos motiva a la ciudadanía, ya que sólo el 2% de la población participa en actividades de este tipo.
Los grupos económicos, al tener esta enorme cuota de poder, impiden la consolidación de sociedad basada en la justicia y en la igualdad. El desarrollo sustentable es sustituido por una maquinaria de destrucción que sostiene el modelo rentista de acumulación. Es justamente ese esquema el que se consolidó bajo el mandato de Lagos. 45 años después de publicar su tesis de grado confirmó empíricamente las nefastas consecuencias de la concentración del poder económico. Lo notable es que su gobierno así lo propició.
Citas
REFERENCIAS
1.-PNUMA (2003). “GEO 3: Estado del Medio Ambiente y Medidas Normativas, 1972 – 2002”
2.-FAO (2001). “Global Forest Resources Assessment 2000” FAO Forestry Paper Nº 140, Rome, FAO.
3.-PNUMA (2003). “GEO 3: Estado del Medio Ambiente y Medidas Normativas, 1972 – 2002”
4.-Dinerstein, E., Olson, D., D., Graham, D., Webster, A. Primm, S., Bookbinder, M. And Ledec, G. (1995). “A Conservation Assessment of the Terrestrial Ecoregions of Latin America and the Caribbean” Washington DC, World Bank.
5.-Revista Qué Pasa Nº1801, 15 de octubre de 2005.