Desde que Piñera asumió la Presidencia, el debate entre la Alianza y la Concertación está cada vez más enredado en nimiedades. Acusaciones de todo tipo van de un lado hacia el otro, pero del debate sustancial que los chilenos esperan de sus autoridades, se ha visto muy poco.
En efecto, la discusión sobre el proyecto de reconstrucción no abrió un debate a fondo sobre el ordenamiento territorial de nuestras ciudades. Los preocupantes resultados del Simce tampoco iniciaron un debate profundo acerca de los problemas estructurales de nuestro sistema educativo. El proyecto de reformas políticas del Gobierno no generó ninguna discusión acerca de nuestro cada vez menos participativo sistema político, y ahora los resultados de la encuesta Casen, nuevamente parecieran estar más centrados en quienes forman parte de la discusión, que en los problemas que esta encuesta evidencia y las soluciones que se requieren para revertirlos.
Por primera vez, después de casi 20 años de crecimiento económico sostenido, los indicadores de pobreza de nuestro país han aumentado. Más allá de lo obsoleto del actual sistema de medición y de sus múltiples problemas metodológicos, lo importante es que sus resultados dan cuenta de un modelo de desarrollo que hace aguas por todos lados. A la vulnerabilidad de nuestro país ante la crisis económica mundial, los constantes problemas energéticos, la precariedad laboral de los trabajadores y los constantes abusos al medio ambiente que esta forma de crecimiento genera, ahora se suma el aumento de los índices de pobreza. Hecho inédito si lo comparamos con nuestra historia reciente o con los países de nuestra región, donde todos ellos han bajado sus índices de pobreza en los últimos años.
Pero, lo más preocupante de esta situación es que, como país, nuevamente estamos desaprovechando la oportunidad que este suceso abre para discutir a fondo sobre nuestro modelo de desarrollo. ¿Seguiremos tratando de buscar culpables en los programas, sus ejecutores o algunas personas? o ¿abriremos una discusión a fondo sobre las características de nuestro sistema, que generan que en nuestro país la mayor cantidad de chilenos gane menos de 350.000 pesos al mes, que somos una de las 10 economías con peor distribución del ingreso en el mundo, que hemos construido ciudades con barrios para ricos y barrios para pobres y que las condiciones en que trabajan las personas son cada vez más precarias?
Cuando la Concertación gobernaba y los índices de pobreza disminuían sostenidamente durante dos décadas, la derecha decía que la reducción de la pobreza era producto del crecimiento económico y no del accionar estatal. Pero ahora que el índice arroja un aumento en la pobreza, la responsabilidad recae exclusivamente en el gobierno. Ya es casi un anacronismo esta estrategia de privatizar los éxitos y estatizar los fracasos.
Por otra parte el ex ministro Velasco nos dice que los datos que esta medición arrojó no representan al período 2006-2010, sino que sólo al año 2009. Según él, la crisis económica mundial afectó el trabajo y, por lo tanto, ese dato distorsiona los resultados de la Casen. Pero, ¿no era Velasco quien le decía a quien quisiera escucharlo que Chile estaba blindado contra la crisis?
No es momento de seguir amagando los temas. Una olla social hierve cada vez con más fuerza, y los dirigentes políticos no lo están advirtiéndolo.
¿Tendrá alguien los pantalones de asumir que el modelo de desarrollo que ha impulsado Chile durante los últimos 20 años está asistiendo a sus últimos momentos?
Por Salvador Muñoz