Sobre el autor
Leonardo Boix nació en Quilmes, provincia de Buenos Aires, en 1975. Desde 1997 reside en Londres. Es periodista, escritor y poeta. Obtuvo un magister de literat ura en el Birkbeck College, de la Universidad de Londres. Trabaja como corresponsal en el Reino Unido para la Agencia ANSA, la Revista Proceso (México), el Diario El Telégrafo (Ecuador) y El Nuevo Herald (EEUU).
Sobre Un Lugar Propio
En un libro dividido en tres partes, la voz de Leonardo Boix parece ir adaptándose a sus distintos sentimientos con una versatilidad asombrosa. Partiendo de poemas cargados de nostalgia sobre recuerdos puntuales, como la televisión que tenía cuando era niño o sus aventuras familiares, pasando versos muchos más esmerilados donde se habla de la naturaleza y el movimiento incansable del tiempo y arribando, finalmente, a poemas cargados de presente e incertudmbre.
Un lugar propio es una historia de migraciones y búsquedas. Es decir: de pasado, presente y futuro. La forma de contarlo, y no podría haber otra mejor, es la poesía. Así, desde su Buenos Aires natal hasta el Londres del Presente, Boix sigue buscando ese territorio al que pueda llamar «mío», aunque, sin lugar a dudas, ya parece haberlo encontrado: el lenguaje literario.
¿Cómo surgió la idea de Un Lugar Propio?
Un Lugar Propio surge hace algunos años, a partir de esta inquietud,
te diría hasta de una especie de obsesión personal, por contar desde ese yo del narrador y poeta la experiencia de la extranjería, del viaje que inicié en 1997 a Londres casi como una locura. Mi partida se inició por un deseo de mirar las cosas con extrañeza, desde el otro lado del mundo. Fue un libro que germinó en la distancia, el cual fui trabajando desde Inglaterra, pero siempre mirando y pensando mis años de niñez y juventud en Argentina. Por eso la primera parte terminó con el título de ‘Buenos Aires’.
En esa primera parte, justamente, se puede ver un tono de rememoración mucho más concentrado que en el resto del libro, donde hay otro lenguaje en parte.
De alguna manera es una meditación sobre ese período inicial del país donde nací, y del que me fui cuando tenía 21 años. Es una recuerdo de Quilmes (Provincia de Buenos Aires), que fue el barrio de mi infancia; de la Guerra de Malvinas, la cual recuerdo mirando frente a una televisión Hitachi; de la historia familiar de inmigrantes italianos y españoles. Pero luego el libro fue creciendo. Inicialmente el poemario iba a tener un eje más centrado en la naturaleza, en el mundo de las plantas, que me sirvió para pensar en ideas de ‘transplante’, del jardín, lo ‘natural’ y ‘universal’. Siempre me interesó observar de cerca el mundo de la naturaleza, los árboles, las plantas, los pájaros, los bichos del jardín que buscaba y coleccionaba con gran interés. Así surgió ‘Bifurcaciones’, la segunda parte del libro, que mezcla de alguna manera esa momento central de mi vida cuando decido irme, cuando comienza mi propio ‘transplante’, como las plantas tropicales que muevo y replanto en las macetas de mi jardín. Por último, al final del libro, ‘Londres’ cierra a modo de lugar de destino. Es el lugar de llegada. Ahí aparecen los poemas dedicados no sólo a la ciudad donde ahora vivo, sino también a Deal, un pequeño pueblito inglés frente al mar que está al sudoeste de Inglaterra, donde paso muchos meses al año. En esta última sección, los textos se vuelven meditación de lo que me rodea, utilizo muchas palabras en inglés, recupero sitios y lugares que comienzan a tener importancia no sólo en mi vida como extranjero, sino también como escritor y poeta. El escritor y periodista Joaquín Sánchez Mariño escribe en el prólogo del libro, algo que sintetiza muy bien lo que significa para mí el poemario: “El autor propone un viaje virtual en el que los puntos de partida y llegada son idénticos. Logra, a partir de ese giro sobre sí mismo, exponer un ser, destilar su esencia: mirar el pasado, con ojos de futuro, para llegar al presente”.
El escritor y periodista Joaquín Sánchez Mariño escribe en el prólogo del libro, algo que sintetiza muy bien lo que significa para mí el poemario: “El autor propone un viaje virtual en el que los puntos de partida y llegada son idénticos. Logra, a partir de ese giro sobre sí mismo, exponer un ser, destilar su esencia: mirar el pasado, con ojos de futuro, para llegar al presente”.
¿Cómo fue el acercamiento a la editorial Letras del Sur?
Todo comenzó en noviembre de 2014, cuando descubro el libro de Sanchez Mariño Mi Tonto Ansioso Equivocado Yo (Letras del Sur Editora, 2014). Me gustó la idea de trabajar con una editorial independiente, joven, dinámica. Así conocí a la editora Nora Galia, un ser increíble con una sensibilidad muy especial, con quien establecí desde el comienzo un vínculo que sigue creciendo hasta hoy. Ella me ayudó mucho no sólo en la edición del poemario, sino también en cómo pensarme poeta y autor a la distancia. Su experiencia en el mundo de la edición y los libros fue fundamental para mi trabajo. La editorial, que cuenta con autores como Diego Gualda, Sanchez Mariño, y Hugo Martín, sigue creciendo, e incorporó a escritores como Franco Vaccarini, y Silvia Arazi, entre otros. Con Letras del Sur también participé de la antología ‘Apología 2’, que reunió a un grupo de poetas jóvenes argentinos muy buenos y con una voz propia. Justamente acabamos de confirmar con la editorial que seré uno de los jurados de selección para ‘Apología 3’, a publicarse en 2016.
¿Cómo fue tu encuentro con la literatura? Ya sea en calidad de lector como de escritor.
Cuando vivía en Buenos Aires empecé a estudiar la carrera de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), donde se amplió mucho mi mundo sobre la literatura y los libros. Pero te diría que mi pasión por las letras comenzó mucho antes, en la biblioteca familiar y de mi abuelo materno, donde estaba por ejemplo la colección de clásicos de Robin Hood de tapa amarilla, con libros de Julio Verne, Mark Twain, Daniel Defoe y Emilio Salgari. Después y durante la secundaria en un industrial de San Telmo (Capital Federal), me empecé a interesar en autores como Virginia Woolf, James Joyce, Kafka y Copi. Fue durante esos años que descubrí a Borges, especialmente su poesía, y también a los poetas ingleses románticos, que me fascinaron. Devoraba además los poemas de Alejandra Pizarnik, de Rimbaud, de Pier Paolo Pasolini y Juan L. Ortiz, por nombrar a algunos autores que ahora me vienen a la mente. Me fui armando una biblioteca muy ecléctica de libros que encontraba en ferias de usados, en librerías medio perdidas de Buenos Aires. Una biblioteca que logré desarmar de a poco para llevarme a Inglaterra. En Londres estudié la carrera de Literatura en la universidad de Birkbeck, donde amplié mucho mi panorama sobre autores ingleses, pero también de otras partes del mundo. Fueron además años en los que paradójicamente descubrí a poetas y escritores latinoamericanos como Octavio Paz, Jorge Eduardo Eielson, César Vallejo y Roberto Bolaño.
En esa misma dirección, ¿qué autores tenés como referentes actualmente y/o durante tu juventud? En el libro se pueden ver dedicatorias a Diana Bellesi o Juan L. Ortiz, por ejemplo.
A Diana Bellesi la leo y la releo todo el tiempo. Ella es una referente muy fuerte en mi obra. Me conmueve mucho esa forma tan especial que tiene de narrar lo natural, el paso del tiempo, el amor, por ejemplo, por una mujer bella. Acabo de terminar de leer el libro del poeta y editor argentino Mariano Blatt: Mi Juventud Unida, que me pareció brillante, poderoso y muy sensual. Su uso del lenguaje poético es atrapante. Me gusta mucho esa idea del ‘Pibe de Oro’ que usa en varios de sus poemas, de ese chico casi mitológico de quien se enamora. Son poemas crudos, que ponen el cuerpo, muy narrativos. Leo además mucha poesía contemporánea en inglés, y de lo último lo me más me interesó fue la obra del escocés Roddy Lumsden por lo experimental, de John Burnside por su fineza en la versificación y el uso de la música en su poesía, de Sarah Howe, que acaba de ganar el premio TS Eliot con su bellísimo libro debut ‘Loop of Jade’. Leí hace poco un libro de poemas de la británica Alice Oswald ‘Dart’ que me pareció increíble, una especie de poema narrativo largo sobre el río inglés Dart, contado desde diferentes voces que viven y pueblan ese cauce del condado rural de Dorset. Me hizo acordar mucho el trabajo de Juan L. Ortiz. Este último tiempo leí la obra completa de la escritora y poeta norteamericana Lydia Davis. Una verdadera maestra del ‘micro-relato’, o en inglés ‘flash-fiction’, un género en el que me estoy aventurando.
Me gusta pensar también que el lector pueda encontrar ahí cuestiones como la paradoja de la extranjería, o las limitaciones de la palabra para describir el pasado y la historia personal. Que el lector pueda pensar en ese lugar en el mundo que uno busca todo el tiempo, que cree le es propio, pero que al mismo tiempo no le pertenece
Dada tu condición de poeta y escritor, ¿cómo describirías el proceso de transformar la nostalgia y la historia personal en literatura?, siendo que éstas aparecen de manera constante a lo largo de tus poemas..
Es un proceso que en mi caso comienza cuando me siento en mi estudio de Londres a bosquejar una idea, cuando arranco en una libreta o borrador en el colectivo o en el metro con el germen de lo que después me llevará al poema o al micro-relato terminado. Estoy aprendiendo a editar y reeditar textos, a corregirlos, guardarlos y volver a trabajarlos. ‘Un Lugar Propio’ creció de esa forma. Mirar al pasado desde la ventana de mi casa londinense, imaginar lo que había dejado atrás, reconstruir esa vida en versos. Mi próximo libro, ‘Nadar de Noche’, es una meditación sobre el agua, lo marino, nadar- que es otra de mis pasiones raras. El nadar es para mí un proceso bastante parecido al de la escritura poética, de alguna manera me dejo llevar, puedo nadar por horas sin darme cuenta del paso del tiempo, hilando fino alguna línea, algún verso. Hay algo muy compulsivo, hasta obsesivo diría. Pongo el cuerpo, me adentro en el ritmo de la brazada, dejo que mi mente se aleje y busque su propio cauce. Nado en el mar frío inglés, en una pileta pública del East End londinense, donde sea. Y mientras nado pienso en poemas, en versos, en formas de terminar un micro-relato que anda dando vueltas en mi cabeza. A veces el nado va marcando en mi mente el ritmo de un verso, o de una estrofa. Imagino como sonaría al leerlo, la cadencia. Después vuelvo a mi estudio y me pongo a escribir.
La división del libro (Buenos Aires, Bifurcaciones y Londres) presenta, a mi entender, dos tonos: un tono mucho más objetivista y sencillo en lo que respecta a «Buenos Aires» y «Londres», mientras que en «Bifurcaciones» aparece una voz más lírica, que juega más con el lenguaje y la poesía. ¿Estás de acuerdo? ¿Qué diferencias y similitudes ves, si las hay, entre las tres partes?
Sí, puede ser que el tono de las tres partes del libro sea diferente y vaya cambiando a medida que avanza la lectura. Pero también pensé que podían funcionar como secciones independientes. Como voces alternativas. Los poemas de ‘Buenos Aires’ fueron los primeros cronológicamente, tal vez los más narrativos. Busqué de alguna manera escribir una autobiografía en versos, imaginando, recuperando momentos de esa infancia quilmeña que aparecen en otros textos posteriores. Son poemas sencillos, imaginados como retazos o fotos viejas que encontrás perdidas. Tal vez por eso el aspecto más objetivista. Los poemas de ‘Londres’ llegaron más tarde, fueron re-escritos de un pequeño librito mío llamado ‘Torre de Londres’, que era como una especie de viaje por la ciudad extraña en la que ahora vivo. ‘Bifurcaciones’ es la sección del libro más trabajada, algo más oscura en el sentido que trabajo una voz interior que a mí me suena barroca. Me hago preguntas sobre el tiempo, sobre los cambios y mutaciones de lo verde que me rodea, pero también sobre la poesía y la literatura, sobre cómo funcionan y sus límites para describir al mundo. Busco en el jardín de mi casa respuestas que transformo en versos. Las plantas me sirven para explicar ese proceso de observación que ocurre en la poesía, ese trabajo minucioso con las palabras, como cuando plantás en un cantero o una maceta y ves salir esa flor inesperada.
Me hago preguntas sobre el tiempo, sobre los cambios y mutaciones de lo verde que me rodea, pero también sobre la poesía y la literatura, sobre cómo funcionan y sus límites para describir al mundo. Busco en el jardín de mi casa respuestas que transformo en versos. Las plantas me sirven para explicar ese proceso de observación que ocurre en la poesía, ese trabajo minucioso con las palabras, como cuando plantás en un cantero o una maceta y ves salir esa flor inesperada
¿Qué esperas que se encuentre alguien que lea «Un Lugar Propio»?
Una historia que es mía, experiencias de un viaje, de una travesía. No sé. Por ahí una visión de eso que llamamos migración, vista desde la lengua materna, pero cruzada por la lengua que se adquiere en el país nuevo. Me gusta pensar también que el lector pueda encontrar ahí cuestiones como la paradoja de la extranjería, o las limitaciones de la palabra para describir el pasado y la historia personal. Que el lector pueda pensar en ese lugar en el mundo que uno busca todo el tiempo, que cree le es propio, pero que al mismo tiempo no le pertenece.
Por último, esta es una pregunta que suelo hacer a pesar de no ser muy productiva: para vos, ¿qué es la poesía?
Para mí la poesía es una forma extraña de pulsión. Es el resultado de un trabajo minucioso con las palabras, de hilado fino, que conmueve, sacude, que ayuda a recordar que estás solo en el mundo de lo desconocido. La poesía es experiencia y es música, es una especie de planta extraña, de joya preciosa compartida entre el poeta y el lector.