“Abróchense los cinturones para un viaje muy accidentado”, es el consejo del conocido economista Nouriel Roubini, que se hizo mundialmente muy citado desde que anticipó las crisis global vivida desde mediados de 2007. En el segundo trimestre, los procesos de desaceleración se transformaron en evidentes, amenazando con repercutir sobre el conjunto de países. La recesión a nivel planetario demostró que ante una caída en la actividad de las economías centrales nadie se encuentra “blindado”. Incluso las autoridades chinas manifestaron que enfrentan “crecientes dilemas” para determinar las políticas dada la debilidad generalizada. La preocupación se hizo más fuerte al ganar terreno opiniones a favor de la “consolidación fiscal” propiciada desde Alemania, que por lo general, salvo situaciones muy concretas que generen presiones en sentido contrario, empujan procesos contractivos, particularmente graves cuando siguen vivos los efectos de la crisis en los mercados financieros y en muchos lugares de la Tierra.
La economía mundial enfrenta una disyuntiva de amplias repercusiones presentes y futuras. Los países industrializados en la última reunión del G-20 acordaron, por lo menos, reducir a la mitad sus déficits fiscales para el año 2013 cuando globalmente sus economías, como lo constató el propio comunicado de la cumbre, se encuentra en una situación “frágil”. En verdad, la economía de la eurozona tiene niveles promedio de crecimiento bajo el 1% anual y un grupo de sus países miembros se encuentra en recesión o próxima a caer en ella, mientras la recuperación de EE.UU. se está debilitando. En esas circunstancias es de extraordinaria gravedad, según cifras de The Economist, que “el mundo de los ricos se encamine a un ajuste colectivo de alrededor del 1% de su PIB combinado, la mayor contracción sincronizada de las últimas cuatro décadas” (07/07/10). El cambio es, de otra parte, extraordinariamente brusco, dado que el paquete de estímulo global acordado por el G-20 en 2009 para sacar a la economía de la recesión, siempre según cifras de la publicación británica, sumó “en su conjunto el 2% del PIB mundial”.
El propio Fondo Monetario, a pesar de que en su informe de julio sobre Perspectivas de la economía mundial no modifica mayormente sus estimaciones globales en 2011 y 2012, constata que “los riesgos a la baja (para el crecimiento mundial) se han acentuado drásticamente. A corto plazo –añadió-, el principal riesgo es una escalada de las tensiones y el contagio financiero, debido a la creciente preocupación por el riesgo soberano”, concentrado hasta ahora fundamentalmente en Europa. “Dadas las vinculaciones comerciales y financieras –prosigue el documento-, esto podría tener como efecto una reducción considerable de la demanda mundial”.
Economist Intelligence Unit (EIU), en su visión de la economía mundial de julio, concluye que el crecimiento global “se ralentizará en los próximos seis meses a medida que se desvanezcan las medidas de estímulo introducidas en muchas grandes economías. La mayor preocupación –añadió– es la fuerza con que puede seguir creciendo la economía global una vez que los factores temporales, como ajustes de inventarios y estímulo fiscal se agoten” (19/07/10).
La política de austeridad fiscal –de reducir los déficits- en la coyuntura de los países desarrollados es un craso error. Sus defensores, recalcó Paul Krugman, “parecen estar extrayendo sus argumentos de la colección de discursos de Herbert Hoover, hasta llegar a afirmar que subir los impuestos y recortar el gasto harán crecer la economía al mejorar la confianza empresarial” (04/07/10). Hoover fue el presidente norteamericano que en 1932 consideró, al igual como se hace en las formulaciones de hoy, que la tarea principal a cumplir era reducir los déficits fiscales. En una situación de debilidad económica, como la existente en ese momento, si se aplican mecanismos fiscales para superar el desequilibrio presupuestario, bien sea reduciendo el gasto público, aumentando los impuestos o una combinación de ambos, como acontece actualmente en Grecia o España, para citar un par de ejemplos, la actividad económica, de no existir otros factores que actúen en sentido contrario, se contrae y, como consecuencia de ello el déficit no se resuelve, ya que los ingresos se reducen. Se produce la llamada “trampa presupuestaria” que se ha vuelto a dar después de 1932 en otros países, entre ellos Japón y Argentina.
Los hechos no confirman que reducir los déficit, aumentaría la confianza y generaría crecimiento como lo demuestra el curso de la crisis en la eurozona. “No hay pruebas de que ante una economía deprimida –escribió Krugman-, la austeridad fiscal a corto plazo vaya a tranquilizar a los inversores. Por el contrario, Grecia ha acordado un durísimo plan de austeridad, para luego encontrarse que sus diferenciales de riesgo crecen todavía más, Islandia ha impuesto unos recortes radicales al gasto público, (…) los mercados han actuado como si su riesgo fuese mayor que el de España. ¿Y quién pagará el precio –se interrogó Krugman, finalmente por la corriente de opinión formada, particularmente en Europa pero no sólo en ella favorable a este planteamiento- de esta victoria de la ortodoxia? La respuesta es decenas de millones de trabajadores desempleados, muchos de los cuales seguirán en paro durante años, y algunos de los cuales no volverán a trabajar nunca más” (04/07/10).
La actualización de julio del informe de estabilidad Financiera del FMI constató que existe una caída en el apetito de los inversionistas por el riego, lo cual conduce a que los mercados del dinero impongan condiciones más gravosas a los países en dificultades. Los títulos de deuda de países europeos como España e Italia -ejemplificó el documento- sufrieron un aumento considerable con relación al bono alemán, que es considerado como más seguro.
El informe anual del Banco Internacional de Pagos concluyó a su vez que en las economías postcrisis el desapalancamiento, o sea el proceso de desendeudamiento de personas y empresas –que afecta negativamente al consumo y la inversión-, tiende “a ser profundo y prolongado”. Ello cuando se requiere es que crezca el gasto para sostener la actividad económica, y con mayor razón de desaparecer las políticas de estímulo. “Llamados a planes de consolidación fiscal propicios para el crecimiento –recalcó Martín Wolf en Financial Times– (…) asume lo que aún debe probarse, que una consolidación fiscal rápida apoyará al crecimiento, en lugar de socavarlo” (30/06/10).
“Existe hoy un encendido debate –escribió Guillermo de la Dehesa, presidente del Centre for Economic Policy Research– entre aquellos economistas que piensan que una fuerte contracción fiscal puede tener un efecto expansivo sobre el crecimiento y aquellos que piensan, por el contrario, que tendrá un efecto contractivo. La evidencia empírica –añadió– favorece a estos últimos. Los pocos casos en los que la contracción ha resultado expansiva responden a que, simultáneamente, la política monetaria ha sido muy expansiva compensando sus efectos negativos y su moneda se ha depreciado o el sector privado tenía un elevado superávit, que ha invertido, o la contracción fiscal ha sido hecha una vez recuperado el crecimiento” (11/07/10).
Aumentan las opiniones que concluyen en la debilidad futura de las economías europeas y en EE.UU., y en la insistencia en ellas presiones deflacionarias. “(…) en el inmediato y mediano plazo –manifestó Michael Spence, premio Nobel 2001 -, el riesgo parece ser principalmente una deflación o más probablemente un crecimiento lento, y un desempleo alto que persiste obstinadamente. Es probable –añadió– que la restricción fiscal en Europa haga más lento el crecimiento ahí y en los países avanzados debido a los vínculos existentes” (13/07/120). La interdependencia económica entre economías avanzadas es muy fuerte.
El FMI, que fue uno de los primeros organismos internacionales en llamar a políticas de estímulo se sumó –al igual que el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico- a las contractivas formulaciones de “consolidación fiscal”. “La mayoría de las economías avanzadas –señaló en su Panorama Económico Mundial actualizado- no necesitan ajustarse antes de 2011, debido a que un ajuste prematuro podría socavar la recuperación incipiente, pero no deberían añadir un nuevo estímulo”. Más aún, para EE.UU. recomienda ajustarse más de lo que planea la Casa Blanca, que supone la reducción del déficit se producirá vía crecimiento económico.
Ello cuando existe una constatación generalizada de que la recuperación de la mayor economía mundial, muy clara durante el primer trimestre, se debilitó en el segundo. “En los Estados Unidos –escribió Nouriel Roubini-, el crecimiento anual ya estaba por debajo de la tendencia general en la primera mitad de 2010 (2,7% en el primer trimestre y se calcula que en el período abril-junio será un mediocre 2,2%). El crecimiento va a aminorarse aún más: hasta el 1,5% en la segunda mitad de este año y avanzando 2011 (…) lo que viene será como una recesión” (18/07/10).
Esa recuperación se produjo gracias a los planes de estímulo, ante todo fiscal, pero también monetario, así como por el ciclo de variación de inventarios. La oficina de Presupuesto del Congreso estima que más de un 50% del incremento se explica por el estímulo fiscal. El resto por el ciclo positivo de los inventarios. El estímulo fiscal, aprobado al comienzo del Gobierno de Barack Obama, se está agotando, el relajamiento cuantitativo de la cantidad de dinero la Reserva Federal hace meses comenzó a retirarlo, el ciclo positivo de los inventarios es de por sí temporal y tiende a moverse en dirección contraria si la recuperación se revierte y se crean expectativas menos positivas, con mayor razón si pasan a ser abiertamente negativas. Tanto es así que en su reunión de junio, como informó The Wall Street Journal “comenzaron a considerar lo que podrían hacer se empeoraba el panorama económico” (14/07/10).
La inversión empresarial en fábricas y equipamientos se encuentra todavía, cuando ya han transcurrido más de dos años y medio desde el momento en que se estableció el inicio de la recesión en EE.UU. en su nivel más bajo en cuatro décadas como porcentaje del producto. “A fin de cuentas –como subrayó Krugma -, ¿por qué deberían ampliar las empresas su capacidad de producción cuando no venden lo suficiente para utilizar la que ya tienen? Y, por si no lo habían notado, nuestra economía sigue estando profundamente deprimida. Si queremos un gasto empresarial más fuerte –concluyó-, debemos dar a las empresas una razón para invertir. Y, para ello, el gobierno tiene que empezar a hacer más, y no menos, para propiciar la recuperación de la economía en general” (18/07/10). En concreto, debe revertir el agotamiento de las políticas de estímulo económico.
Frente a esta realidad, la Reserva federal recortó la proyección de crecimiento anual efectuada en abril a 3,0% – 3,5%, reafirmando su decisión de mantener sus tasas de interés entre 0% y 0,25% “por un período prolongado”. Además, las minutas de su reunión de junio constataron que “el panorama económico se ha suavizado y varios miembros vieron que los riesgos para el panorama han girado hacia la baja” (15/07/10).
En Japón surgen fuertes interrogantes sobre su evolución futura. “(…) la combinación de la expiración de las medidas de estímulo fiscal, la debilidad del mercado bursátil y una propuesta del gobierno para duplicar (…) el impuesto nacional sobre las ventas para reducir el déficit fiscal –constató The Wall Street Journal- ha frenado el crecimiento” (08/07/10). Hasta ahora, la economía nipona se benefició del crecimiento chino. La revaluación simultánea del yen con el renminbi condujo a debilitar los efectos negativos en sus exportaciones de la apreciación de su moneda.
En cambio, China mantiene un alto crecimiento, dándose algunas medidas oficiales para desacelerarlo. En el primer semestre creció, con relación a los mismos meses de 2009, en un 11,1%, nivel que su Oficina Nacional de Estadísticas considera “muy alto”. Pero no es sólo China: vuelven a destacar los conocidos como los “tigres asiáticos” antes de la crisis iniciada en Tailandia durante 1997. Singapur -después de experimentar su mayor recesión el año pasado desde su independencia en 1965- creció 8,2% con relación a doce meses antes, Corea del Sur en 8,1% y Taiwán en 13,27%, su mayor ritmo en tres décadas. En este curso expansivo influye poderosamente el fuerte crecimiento chino.
América Latina en el primer semestre igualmente experimentó un proceso de recuperación, incluso con tasas muy elevadas en algunos países, empezando por Brasil cuyo impacto en la región es siempre muy elevado. Su ministro de Hacienda, Guido Mantega, estimó un crecimiento promedio en el año de 7%. Por su parte, la ministra peruana de Economía, Mercedes Aráoz, estimó el de su país entre 5,5% y 6%. Para el conjunto de America Latina, el FMI lo cifra entre 4,5% y 5,0%.
En la cita del G-20 grandes economías emergentes expresaron su preocupación por medidas que afecten el crecimiento, particularmente en EE.UU., que sigue siendo el mayor mercado global. La actualización del informe del FMI considera que el principal riesgo de las turbulencias e incertidumbres originadas en la crisis de la eurozona reside en que repercuta en otras regiones, considerando que si se agravan tendría efectos en los países emergentes vía comercio, afectando a sus exportaciones e inversión por el menor flujo de recursos. Incluso el primer ministro chino Wen Jiabao, hizo ver que el país enfrenta “crecientes dilemas” para definir su política económica dada la debilidad de la recuperación global (08/07/10).
La economía mundial está desacoplada, situación que podría variar de agravarse el cuadro en las economías industrializadas e influir negativamente hacia el resto de los países. El área de estrategia financiera de Citigroup estima que en el año gasto de capital en la industria de los países desarrollados se contraerá en 3% después de una caída de 10% el 2009. El crecimiento de economías emergentes –que son la base del crecimiento mundial– en parte importante descansan en sus exportaciones al mundo desarrollado. “La idea de que los mercados emergentes se han “desacoplado” de la demanda en el mundo desarrollado, o que pueden conducir el crecimiento global en ausencia de tal demanda –anota el informe ya citado en EIU-, no persiste”. “(…) el crecimiento de muchas economías con mercados en ascenso, empezando por la de China –llamó la atención Roubini– depende en gran medida de unas economías avanzadas entregadas a la reducción de gastos.
La evolución de muchos países latinoamericanos ya no sólo depende de EE.UU. como en el pasado. America del Sur, en particular, es influida más por lo que acontezca en Asia, particularmente en China, cuyo mayor o menor crecimiento y las medidas que sus autoridades adopten, inciden en las cotizaciones de commodities exportados por países de la región. En los hechos, el 60% de las exportaciones sudamericanas provienen de la comercialización de productos primarios, del petróleo de Venezuela, el cobre de Chile o Perú o los granos de Brasil y Argentina. En cambio, México, Centroamérica y el Caribe son muy influidos por EE.UU. y, en consecuencia, dependen mucho de su evolución. En general, además, en Latinoamérica crece el comercio intrarregional, lo que demuestra las potencialidades de un mayor desarrollo de sus procesos de integración.
Por Hugo Fazio