El costo de las aclamaciones atemporales

Sin pan ni pedazo podrían quedarse los socialistas tras sacar al baile a sus tres cartas presidenciales antes que el actual Gobierno cumpla su segundo año.

El costo de las aclamaciones atemporales

Autor: Patricio Araya

esta siCuando a mediados de 2012 se hablaba de los posibles candidatos presidenciales opositores para la contienda del año siguiente, la discusión tenía un antes y un después: todo dependía de la respuesta que se esperaba diera la entonces directora ejecutiva ONU Mujeres, Michelle Bachelet. Si ella desistía de ser la candidata, de inmediato se abría el juego y se emparejaban las posibilidades de todos los pingos que esperaban con ansías ese no. Por el contrario, si la ex Jefa de Estado aceptaba participar en una primaria para luego poner su nombre en la papeleta, la suerte de los otros aspirantes del sector estaba sellada: no tenían nada más qué hacer en esa pelea.

Tanta era la popularidad de la ex Mandataria que todos sabían que la primaria del 30 de junio de 2013 –donde además de Bachelet participaron el actual ministro de Defensa, José Antonio Gómez; el actual intendente Metropolitano, Claudio Orrego; y el exministro de Hacienda, Andrés Velasco– sería un mero trámite, como en efecto ocurrió. En términos hípicos, ese 30 de junio Bachelet ganó mirando para atrás, con 73,08 por ciento.

Bueno, pero como Chile es un país pequeño y ‘familiar’; líquido y macondiano, donde todo se resuelve en ciclos de cuatro años, y por lo general, al interior de las ‘cocinas’ marca Zaldívar, apenas tres años después de esa primaria la historia se vuelve a repetir. Esta vez el hombre que tiene que levantar o bajar el dedo para manifestar su decisión de competir en la presidencial de 2017, ¡vaya coincidencia!, también es un ex Presidente de la República y ex funcionario de la ONU. En efecto, en esta oportunidad la pelota está en los pies del exmandatario Ricardo Lagos Escobar. Si decide ser el candidato de la Nueva Mayoría, por cierto, una eventual primaria no tendría ningún sentido, pues, de antemano se sabe que no existe ningún competidor de peso que pueda hipotecar su opción.

¿Y qué sucedería si Lagos –quien de asumir la Presidencia de la República en marzo de 2018, lo haría con 80 años cumplidos– se resta de la competencia? Fácil: al interior de la Nueva Mayoría el juego se abriría, dándole posibilidades, aparte de los interesados en la DC, el PPD y el MAS, a los otros dos nombres del Partido Socialista. En primer lugar, su presidenta, la senadora Isabel Allende, y en segundo, el agente chileno en La Haya, José Miguel Insulza.

Al igual que Lagos, ambos personeros también irían camino a su octava década de vida. De llegar a La Moneda, la hija del Presidente Allende, lo haría con 73 años de edad, mientras que el exsecretario general de la OEA, ya habría celebrado 75 años, la misma edad con la que se retiran jueces y cardenales.

Isabel “mujer”

«Todos tienen un lado bueno: Lagos, una reflexión sobre el país muy desarrollada; Insulza, una amplia convocatoria; y Allende, es mujer», aseguró el exsenador Camilo Escalona en La Tercera respecto a los eventuales aspirantes socialistas a La Moneda. Las declaraciones del ex factótum socialista fueron formuladas en el marco del 30º Congreso del partido celebrado a fines de enero, en la Universidad de Santiago. Como era de esperar, la aludida se sintió dolida y ofendida a más no poder por los dichos de su ex contendor en la última elección del PS.

“Entiendo que Escalona pueda estar con Lagos, es perfectamente legítimo, pero nada valida que intente ningunearme de esa manera, no tiene sentido”, se lamentó Isabel Allende en El Mercurio.

La senadora enfatizó en el mismo medio que “decir que Lagos tiene propuestas de país, que el otro tiene arrastre internacional e Isabel es mujer, francamente es eso, un afán de desmerecer, de no reconocer. Lo único que refleja esto es una pequeñez que es difícil de aceptar”.

Sus quejas continuaron en las redes sociales. «Triste ver cómo algunos dirigentes no pueden evitar ninguneo a mujeres. Creo que valgo más que ser mujer solamente», escribió en twitter la legisladora, quien en la víspera había sido aclamada por sus partidarios durante el 30º Congreso del PS, celebrado a fines de enero.

Aclamación, en todo caso, matizada desde la Nueva Izquierda que lidera el propio Camilo Escalona, quien calificó la manifestación como una «muestra de cariño fraternal»; mientras que el diputado Osvaldo Andrade –quien a partir del 11 de marzo presidirá la Cámara Baja– sostuvo que «(Isabel) Allende recibió un muy buen aplauso, pero el término ‘aclamación’ puede ser una exageración» (La Tercera). En tanto, el matutino asegura que desde el círculo más estrecho de la senadora se sostiene que tras los dichos de Escalona subyace un intento de «desfigurar» el respaldo que ella ha obtenido para convertirse en la carta del oficialismo para suceder a Michelle Bachelet.

En rigor, ni la senadora ni el ex Presidente Lagos se han hecho cargo de sus respectivas aclamaciones. Mucho menos, lo ha hecho el tercer socialista en ‘competencia’, José Miguel Insulza, ya que aún no ha sido aclamado por nadie, ni siquiera por la Unidad Vecinal de su barrio.

No obstante, tanto la supuesta indiferencia de Allende como la de Lagos, tienen aspectos comunes y disímiles. Por cierto, a ninguno de los dos les desagrada la idea del poder absoluto. Sin embargo, esa legítima aspiración de la senadora se distancia de la su fraternal por un aspecto mucho más poderoso que la odiosa y retrograda cuestión de género planteada por Escalona. Y ello es una realidad del tamaño de La Moneda.

A diferencia de Ricardo Lagos, quien fue el último ciudadano en ejercer durante seis años la Primera Magistratura, en rigor, Isabel Allende no tiene la densidad política que ella supone traer por derecho propio en su ADN, como hija de Salvador Allende, no obstante el cariño explícito del senador Juan Pablo Letelier: «Isabel Allende tiene atributos de sobra, más allá de su condición de mujer» (La Tercera).

Cuando lo menos importante es el género

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El pasado 10 de enero –19 días antes de ser ‘aclamada’ en el Aula Magna de la Usach, lo que no implica su pleno desconocimiento–, la senadora Isabel Allende fue categórica cuando la conductora de Estado Nacional le pidió sincerar su pretensión presidencial: “Lo digo en serio, a menos de dos años, me parece absolutamente inoportuno. Estoy convencida de que es demasiado prematuro, estoy convencida que ya va a haber el tiempo necesario. Empezamos una escalada de elecciones que ya no vamos a parar más de aquí al 2017. No me parece oportuno en estos momentos y yo me voy a mantener en eso, creo que es innecesario, la Presidenta no lleva ni dos años, y por lo tanto, no me parece”.

Luego añadió: “En segundo lugar, ya veremos, por qué lo he dicho, porque no era algo que estuvo en mi imaginario, porque no era algo de lo cual yo me vea preparada para hacerlo, como digo muchas veces, a diferencia de mi padre que parece que de muy chico estaba en sus ideales ser… no era algo que estuviera en mi imaginario. No lo he descartado, y no lo he dicho voy a hacer, lo uno y lo otro porque estoy esperando que veamos el tiempo oportuno y veremos en su momento, porque pueden pasar muchas cosas, porque no es necesario apresurarse”.

Con todo, ese domingo, los televidentes tuvieron oportunidad de palpar en vivo y en directo el talante político profundo de la senadora, su densidad ideológica, su sentido de la urgencia y del futuro, sus retos en materia de desarrollo tecnológico y científico, todo dicho en un tono del que su padre habría sentido envidia. En rigor, el manejo comunicacional de la hija de Allende es deplorable. Sus recursos lexicológicos son limitadísimos. Pese a ello, en la ocasión la parlamentaria de Copiapó se paseó por múltiples asuntos de interés ciudadano, distintos a su eventual candidatura. Hablando de las reformas que por esos días se tramitaban en el Parlamento, Allende dijo estar convencida de su “profundo sentido”.

Del mismo modo, afirmó “estar haciendo de Chile un país mucho más inclusivo, y estamos cambiando, incluso democráticamente, al haber cambiado hasta un binominal que va a permitir que terceras fuerzas… y que haya más competencia, en fin, cosa que obviamente estaba excluida con el binominal que solamente beneficiaba a grandes coaliciones, por lo tanto, estamos haciendo cambios muy pero muy de verdad de fondo, pa’ (sic) no hablar del acuerdo de unión civil… ese relato la gente lo va a ir sintiendo; lo que nosotros tenemos que hacer, más que hablar de nombres, porque creo que además es prematuro y absurdo, lo que tenemos que hacer es consolidar lo que estamos haciendo y proyectarlo, y lo que tenemos que hacer, es de lo que yo hablaba antes, qué desafíos tiene todavía pendiente esta sociedad, muchos, muchos, porque tenemos tremendas desigualdades que obviamente afecta la cohesión social, porque necesitamos obviamente recuperar la confianza de la gente y por lo tanto legislar con mucha severidad, y eso va a ser un proceso complejo porque necesitamos trabajar lo que decíamos antes, temas que están ahí: medio ambiente, energía, etcétera, agua, garantizar por favor, tenemos mucho, un Estado que no puede seguir siendo un Estado que está atomizado en el sentido de sus funciones que muchas veces implica la ineficiencia de una política pública porque te tiene 40 instituciones por ejemplo que hacen 102 funciones diferentes con relación al agua… este país tiene temas pendientes que no son menores, tiene unas fundiciones, ustedes saben, viejísimas y que van a quedar obsoletas en relación a la propia normativa que estamos haciendo; es urgente trabajar temas que son temas que están presentes pero que son también temas».

«Qué tenemos que hacer –se preguntó la parlamentaria–, trabajar  aquello que está pendiente, consolidar proceso de reformas, que yo creo que es muy fundamental y trabajar aquello que tenemos que seguir, porque me decían la seguridad, sí, ningún gobierno ha logrado hasta ahora, ninguno, es uno de los temas más complejos, abarca una innumerable cantidad de factores, pero tenemos que entre todos hacerlo, como la batalla del crecimiento, como alguna vez se dijo, la batalla de la producción hace muchos años por el Presidente Allende y hoy día yo digo, bueno, la batalla de la productividad, qué significa eso, capital humano, capacitación, la descentralización… las regiones”.

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Clarisa Hardy, ex ministra de Bachelet

Extasiada como esa madre que siente que la hija lo dejó todo en la cancha, tras la brillante intervención televisiva de la senadora, la panelista Clarisa Hardy consideró oportuno reforzar semejante solidez argumental, aprovechando de declararle su apoyo irrestricto, obviando de paso ese supuesto pacto inviolable de lealtad con la Presidenta Bachelet del que tanto presumen sus incondicionales, más aún, ex ministras suyas, como la señora Hardy que fungió como tal en la primera administración Bachelet. En referencia a los buenos resultados que exhibe la senadora tras asumir la presidencia del Partido Socialista, Hardy no se quedó corta en elogios, al punto de incomodar a la propia elogiada.

“Las que asumieron presidencias de partidos –argumentó la psicóloga– estaba pensando en Soledad Alvear en su momento, Carolina Tohá, tuvieron un costo muy alto en su imagen pública y decrecieron en la popularidad, y resulta que los datos que hemos visto de Isabel Allende, y por eso yo no estoy pensando en la presidencial, estoy pensando en la enorme oportunidad que una persona con ese respaldo esté presidiendo un partido, sobre todo por lo que hemos estado conversando largamente en esta mesa durante todos los domingos sobre lo que le está pasando a la política, por lo tanto, aquí hay un reto muy importante de cómo alguien que tiene esta adhesión puede contribuir a sanear a la política. Yo, de escucharla, además en el tono, de sanear a la política, yo de escucharla además en el tono, en la forma, es claramente una indicación de que puede ser un gran aporte en el debate político…” (Nota de la redacción, las trascripciones y redundancias son literales).

Para concluir su alabanza, Hardy le consultó a Allende su opinión respecto a cómo enfrentar el paso de partidos políticos que vuelven a recuperar su naturaleza y convertirse en partidos programáticos, en referencia a la forma adoptada por los partidos uruguayos para darle continuidad a las políticas públicas, a lo que la senadora respondió:

“Bueno, lo que ha dicho Clarisa es un tremendo desafío, efectivamente, y lamentablemente los líderes políticos estamos bastante desprestigiados, no sólo en el Parlamento, yo me dedico a las dos actividades, que es el Parlamento y el partido, pero lo digo con orgullo porque yo creo que cuando uno tiene convicciones tiene que ejercerlas y tiene que tomar los desafíos, y yo tengo la convicción que nosotros tenemos la oportunidad de mejorar, sin embargo, en los partidos, no es sólo lo que dice Clarisa que ahí está el desafío cómo hacemos de nosotros un partido que tiene una reflexión que tiene más contenido programático, por ejemplo nosotros no podemos seguir… hemos tenido un precio del cobre maravillosamente virtuoso que duró una cantidad de años y no lo supimos aprovechar para haber invertido mucho más en tecnología y en otros modelos de desarrollo, más inclusivos y que no dependan solamente de nuestras materias primas, y en ese sentido, fue una falla como país, entonces nosotros tenemos que ya ir pensando somos capaces o no de generar otras formas que no sea solo dependiente por favor de un precio del cobre o de materias forestales o de salmones, y esos son temas que evidentemente nos tienen que preocupar y yo creo que son temas que tienen que estar presentes en un congreso del Partido Socialista, que es un tema programático, que es un tema más de mirada de cuáles son los verdaderos desafíos se tienen como país y cómo se van a enfrentar, y yo creo que eso nos ha hecho falta, saben por qué, porque no nos dejan el tiempo, vivimos en esta especie de coyuntura en que a, b, o c, dijo uno contestó el otro y no sacamos la cabeza, y eso es lo que yo siento que es parte de nuestro desafío también, digamos”.

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Ex Presidente Ricardo Lagos Escobar

Si el supuesto ninguneo de Escalona hacia la opción presidencial de la senadora Isabel Allende no fuese más que una descortesía, un exabrupto de un derrotado que aún no asume que le ganó una mujer, el asunto se hubiese zanjado con un café entre los protagonistas del episodio, o una llamada telefónica, pero, Camilo Escalona no es un político inexperto que se salga de madre porque sí. Por lo pronto, el exsenador se presta a la estrategia de los barones del PS de no volver a ponerles fichas a las mujeres de la casa para La Moneda, dada la mala experiencia con la actual Mandataria.

Segundo, el supuesto apoyo que hoy Escalona le estaría brindando a Ricardo Lagos en desmedro de Isabel Allende, es al menos dudoso, teniendo presente que tras el término del gobierno de éste (2006), el exlegislador –según amigos personales del ex Jefe de Estado– habría montado una estrategia para desprestigiar la gestión del saliente Mandatario y de esa forma bloquear su regreso en 2010 a La Moneda, endosándole, entre otras cosas, toda la responsabilidad del diseño e implementación del Transantiago, plan que debió poner en marcha Michelle Bachelet, en 2007, de quien Escalona era su guía espiritual, hasta que cayó en desgracia siendo presidente del PS con ocasión de la judicialización del informe de subcontratación de la Dirección del Trabajo sobre Codelco, en diciembre de 2007.

El distanciamiento definitivo entre ambos se produjo a mediados de 2013, luego que Escalona se negara a participar en las primarias del partido para definir su repostulación como senador de la región de Los Lagos, postura que Bachelet no avaló, pues ella misma se sometería al proceso para regresar a La Moneda.

¿De qué se trata este festival de aclamaciones y de quiero pero no puedo? No es más que una quema de pastizales para despejar la pradera. Es el juego de Escalona, quien al igual que muchos otros que están fuera de la política remunerada, se entretiene quemando nombres, a ver si en una de esas, la suerte lo abraza y lo reengancha en el poder.

De momento, ya habría una menos. En verdad Isabel Allende no debiese hacerse la ofendida por su condición de mujer, sino preguntarse cómo la hija de un intelectual de la política chilena del siglo XX, de la talla de Salvador Allende, puede caer en el juego infantil de dejarse ‘aclamar’ antes que empiece el carnaval, sin percatarse que le están quemando la pollera. ¿Por qué la hija de Salvador Allende, a sus 71 años de edad, aún no tiene relato propio?, y sin embargo aspira a sentarse en el sillón de su padre, auspiciada por la marca “Allende”. Se necesita harto más que ser la hija de un general, o la hija de un personaje histórico para ser Presidenta de la República. No es una cuestión de género, es una cuestión de inteligencia política. Con más de siete décadas en el cuerpo, es lo mínimo que se debiese saber.

 

 

 

 

 


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