Es artesano, cerrajero y sobre todo apicultor, aunque en este último oficio no es como los demás. Sus más de 4300 seguidores en Facebook y de 700 de Instagram buscan algo que ningún otro ofrece: maravillosas fotos donde las plantas de cannabis reciben una visita entrañable. Aunque más de uno se asustaría al encontrar abejas en su cultivo, ese es el principal propósito de este francés de 39 años que se define como defensor de la marihuana medicinal y de la legalización.
Se llama Nicolas, aunque es conocido como Nicolas Trainerbees, un apodo que no es casual. Lo utiliza desde hace más de 20 años porque siempre le ha gustado pasar tiempo con todo tipo de animales, aunque especialmente de insectos y, sobre todo, de abejas. Las observa y, según dice (aunque sin revelar la táctica), las domestica para que se comporten como él quiere.
«He entrenado abejas para hacer varias cosas, como la recolección del azúcar de frutas, en vez de utilizar flores». Más allá de ellas, también ha practicado con tarántulas, lagartos y hormigasporque es, según explica, «un apasionado de la naturaleza desde la infancia». Esa faceta le ha llevado a convertirse en autodidacta del mundo de la biología animal, de la entomología, delcultivo de cannabis, de la mejora de todo tipo de plantas y de todo lo que tenga que ver con el mundo de las colmenas.
Desde hace un tiempo trabaja con abejas productoras de ‘cannahoney’, como ha decidido llamar a su peculiar miel cannábica. No obstante, con modestia, dice no haber creado miel, «sino una técnica de entrenamiento con la que las abejas recogen la resina y la utilizan en la colmena». Después, la sustancia final es solo fruto del trabajo de estos pequeños insectos.
¿Cómo decide un apicultor que sus abejas obtengan el néctar del cannabis? Primero, por experiencia personal. Nicolas es hiperactivo desde los 7 años lo que, unido a un sistema educativo que califica de «inadecuado», hizo que abandonara pronto la escuela. En sus primeros años de vida descubrió que la planta le ayudaba a canalizar el problema y, por eso, «empecé a consumir antes de los 10 años», asegura.
Años después muchas personas que conocen sus habilidades en la crianza y formación de las abejas le empezaron a preguntar por qué no las aplicaba al mundo cannábico, haciendo que los insectos crearan una suerte de miel con plantas de marihuana. Se había dado cuenta de que, uniendo las propiedades de ambas cosas, y si los animales lograban utilizar la resina correctamente, conseguiría un gran resultado: «Conocía desde hace tiempo los beneficios para la salud de los productos de las abejas como la miel, propóleos, polen, cera y jalea real y también los del cannabis», así que decidió hacer caso a las peticiones.
Además, «todo lo que pasa a través del cuerpo de una abeja mejora», dice, puesto que sus enzimas hacen que el néctar se convierta en la miel deseada. La resina obtenida de sauces, álamos y otros árboles se convierte en propóleo, que es antiséptico, antibiótico, antifúngico, antibacteriano y cicatrizante. «Así que si la abeja tomaba la resina del cannabis sería muy beneficioso también». «Nació para mí el nuevo reto de que las abejas obtuvieran esta resina», afirma.
Desde ese momento (allá por 2006) pasó tiempo observándolas, examinando las colmenas y el comportamiento de sus integrantes y pensando que tenía que haber una manera de atraer un buen puñado de insectos hasta la resina. «Ese fue el punto de partida de mi investigación», explica. Cuando comenzó con las averiguaciones comprobó que hasta el momento nadie había unido ambos mundos e incluso los menos convencidos le decían que el cannabis no era una planta típica para obtener la miel, por lo que sería imposible que las abejas se acercaran por sí mismas a recoger su polen particular. Nicolás ha demostrado a los más ingenuos que estaban equivocados.
Después de varios ensayos y de mucha observación logró que su entrenamiento diera resultado en 2014, «con la enorme sorpresa de que las abejas utilizaban la resina como propóleo» y también para crear miel con los mismos efectos que el cannabis. Sus terpenos tienen «un gusto delicioso y agradable» que recuerda a la planta fresca, aunque el sabor cambia ligeramente de una cosecha a otra.
La ‘cannahoney’ suele tener un olor «bastante floral» y un color que cambia ligeramente en función de las variedades, aunque este suele ir desde el verde claro al blanco o amarillo. La sustancia «no se fuma, se ingiere y es buena para la salud», explica el creador.
Nicolas utiliza variedades de marihuana creadas por él mismo. Según dice, «las abejas aceptan cualquier tipo», por lo que también emplea otras ya existentes. De hecho, la última remesa de miel fue creada a partir de unaOrange californiana.
Antes de lograr sus primeros resultados algunos se atrevían a decir que la marihuana era nociva para las abejas. Él estaba totalmente convencido de que no era así, pero tuvo que esperar dos años hasta que el proyecto se consolidó y pudo probar que estas plantas no tenían ningún impacto negativo en los insectos. «Las abejas que producen la ‘cannahoney’ no se ven afectadas por los cannabinoides porque no tienen sistema endocannabinoide», explica.
Ahora cuenta con 30 colmenas, muchas de las cuales utiliza para su proyecto de miel cannábica. Sin embargo, se enfrenta a las complicaciones de vivir en un país que pone muchas restricciones en todo lo referente a la marihuana, por lo que se ve obligado a cultivar sus plantas en espacios al aire libre, lejos de casa. En esa situación corre muchos riesgos, sobre todo al intentar transportar sus plantas cerca de las colmenas durante el tiempo necesario para que las abejas aprovechen su nuevo ‘polen’.
Su situación no le impide interactuar con sus seguidores a través de las redes sociales, donde suele publicar numerosas investigaciones que respaldan las propiedades terapéuticas de la marihuana con la que él mismo experimenta. Las fotografías que publica hablan por sí mismas; en ellas pueden verse, no solo las plantas acompañadas de abejas, sino también, por ejemplo, crepes hechos por él mismo y condimentados con su miel. Nicolas dedica casi todo su tiempo a este oficio, por eso no tiene web ni blogs: «Trabajo solo con mi mujer y no tengo tiempo ni dinero para hacer mucho más».
Tan atractivas muestras hacen que muchos usuarios le pregunten sin cesar cuándo podrán hacerse con la sustancia, aunque reconoce que aún le hace falta un análisis más detallado para determinar todas las propiedades que posee. A pesar de esto, asegura que tres personas con ansiedad probaron algunas cucharadas «y se sintieron mucho mejor».
Sus pasos ya sirven de ejemplo a muchos otros apicultores. Ahora, su principal objetivo es marcharse de Francia para tratar su patología de forma legal pero también para trabajar con más libertad y conseguir que profesionales del sector analicen su trabajo. Su próximo destino, si todo sale como espera, será España.
fuente:Dinafem