Dino Valls (1959) Es uno de los representantes de la actual figuración de vanguardia, poseyendo su pintura una fuerte influencia de la perspectiva humanística recibida de sus estudios centrados en el ser humano. A principios de los años 90 estudió la técnica del temple de huevo y fue personalizando los procedimientos de los maestros flamencos e italianos de entre los siglos XV y XVII en la combinación de temple y óleo.
En lo conceptual, su pintura se centra en la psique humana. Valls utiliza las técnicas figurativas solo como un soporte formal en el que se proyecta un contenido inconsciente con una profunda carga psíquica, que se desarrolla en un proceso simbólico de intelección. No hace uso de modelos ni escenarios, por lo que su pintura se aleja de los postulados del realismo, deviniendo aquellos idealizados.
Del mismo modo que el sueño se viste de realidad para hacerse identificable con lo consciente, la pintura de Dino Valls concibe su idea plástica partiendo de la irrealidad interior del artista. Ni el realismo como naturalismo, ni un somero enfoque personal del mundo real le conciernen. No es el exterior y su realidad objetiva lo que atrae, sino lo contrario. Se trata de una búsqueda en el interior de uno mismo, de adentrarse en donde se almacena lo subyacente a la experiencia cotidiana. El pintor revela en su obra esos conflictos profundos, y el espectador los reconoce como parte de su lucha interna, ya que pertenecen a la misma esencia humana.
El mismo Valls ha dicho:
Mi pintura es figurativa y se basa en la idealización de un rostro que funciona como un arquetipo. Ese rostro responde a un tipo de belleza que me conmueve: es la hermosura de la ambigüedad en la edad, en el sexo, en el tiempo histórico.
En otra parte, Valls dijo:
Mi pintura tiene un contenido inquietante, no placentero, de desasosiego. No me interesa el arte que atrae o repele, sino que mezcla ambas cosas: mi pintura es un espejo que refleja nuestro inconsciente, nuestra fragilidad. El contenido de nuestro inconsciente tiene una carga de angustia vital, pero no debemos olvidar que mi obra también es una elaboración intelectual de los conflictos que padecemos (identidad, dolor, angustia, ira, soledad, etc.), por eso no me considero surrealista.