Son del tipo de anuncios que de tanto repetirlos se transformarán en letra muerta: hoy el presidente Barack Obama volvió a «anunciar» el cierre de la cárcel de Guantánamo, reiterando argumentos similares a los que usó en su discurso del “Estado de la Unión”, en una decisión que depende casi completamente de un Congreso que no controla.
En efecto, Obama necesita el apoyo legislativo para relocalizar 91 reclusos, que están enfrentados a una amplia variedad de situaciones legales. Los casos más graves corresponden, sin embargo, a personas que no han sido enjuiciadas ni menos acusadas formalmente por años. Están en un completo limbo legal, retenidas bajo ninguna normal legal clara, en una jurisdicción ambigua (Guantánamo es un “protectorado” de EEUU en la isla de Cuba), y con sus derechos a la defensa legal fuertemente debilitados por los tribunales militares que gobiernan sus vidas.
Obama sabe que sus peticiones estaban rechazadas antes de que las emitiera esta mañana. Pidió derechamente al Congreso bajo control del Partido Republicano que quite el bloqueo a los esfuerzos de cierre de la cárcel. Este parlamento es uno de los más agresivos contra un presidente demócrata en las últimas décadas, y en medio de una de las campañas electorales más antagónicas de las que se tenga recuerdo.
El Congreso es fundamental, pues a través de sus atribuciones de control de fondos ha prohibido que Obama gaste un solo dólar en transferir prisioneros a Estados Unidos. No solo el Congreso complica la agenda de Obama en torno a Guantánamo. En un reporte de Reuters de diciembre de 2015, la agencia informó que funcionarios del propio Pentágono boicoteaban también los esfuerzos de Obama para transferir a los detenidos de la cárcel a otros países. Lo irónico es que Obama hizo los anuncios de hoy justamente en compañía del Secretario de Defensa de Estados Unidos.
“Se trata de cerrar un capítulo de nuestra historia”, dijo Obama ante la prensa, junto al vicepresidente Joe Biden y el Secretario de Defensa Ashton Carter. El mandatario sabe sobre lo vergonzoso de haber mantenido el centro de detención abierto durante todos estos años: “Refleja las lecciones que hemos aprendido desde el 9/11, lecciones que necesitan guiar nuestra nación de acá al futuro”, agregó. “Mantener estas dependencias abiertas va contra nuestros valores. Socava nuestro prestigio en el mundo. Es visto como una mancha en nuestro amplio récord de mantener el más alto estándar del estado de derecho”, dijo como justificación del cierre.
Bajo el plan de Obama , entre 30 y 60 prisioneros serían trasladados a territorio continental, para finalmente enfrentar un juicio o nuevamente ser detenidos. El hecho de que estén bajo jurisdicción estadounidense plena no asegura que no estén nuevamente arrestados de forma indefinida, según declaraciones de funcionarios del gobierno de EEUU. O que sigan bajo el lentísimo proceso judicial de comisiones militares. Otra treintena de reclusos están en proceso de ser enviados a terceros países.
El senador John McCain, uno de los pocos republicanos que concuerda con cerrar la cárcel, criticó el plan enviado por Obama al Poder Legislativo. “Hemos recibido hoy un vago menú de opciones, no un plan creíble para cerrar Guantánamo” ni tampoco “una política coherente para lidiar con terroristas detenidos”, expresó el congresista. “Podemos decir ahora con confianza que el Presidente ha desperdiciado una gran oportunidad para convencer al Congreso y al pueblo de Estados Unidos sobre que tiene un plan responsable para cerrar el centro de detención de la Bahía de Guantánamo».
No se descarta, sin embargo, que Obama decida aplicar medidas administrativas por decreto para evadir la negativa del Congreso. Esas posibles medidas, sin embargo, no han sido detalladas.
En contexto…
Pese a la grave crisis humanitaria para los aún presos de Guantánamo, ha habido algunos avances. De los 800 prisioneros que llegó a tener la cárcel bajo George Bush, ya quedan menos de 100. Muchos de ellos completaron hasta una década de prisión, sin siquiera ser procesados formalmente.
Pero el grueso de las declaraciones de Obama, especialmente cuando expresa que la cárcel de Guantánamo no encaja “con los valores” de EEUU, se enmarca, entre líneas, en las prácticas de tortura que se han realizado en esas dependencias. En especial, el caso de la tortura por asfixia, usando agua sobre el rostro cubierto del prisionero (waterboarding, en inglés), además de otras prácticas condenadas por el derecho internacional. Entre ellas, privación de sueño, ruido constante, amenazas, aislamiento total, entre otros crímenes documentados por la Cruz Roja y Naciones Unidas.
No todos los actores políticos están escandalizados por los crímenes cometidos en Guantánamo. El candidato de derecha, Donald Trump, ha participado de la discusión legitimando completamente el uso de la tortura por asfixia, incluso en debates presidenciales transmitidos por televisión.
No hay duda que Guantánamo pasará a la posteridad como un capítulo condenable de la historia de Estados Unidos. Y existe una gran posibilidad de que Obama termine su gobierno sin haber cumplido la promesa de 2009 de cerrar la cárcel, cuando el Partido Demócrata controlaba ambas cámaras del Congreso. Obama perdió en esos años una oportunidad invaluable para limpiar su legado de uno de los peores centros de violación a los derechos humanos del hemisferio occidental.