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Pareciera que escribo una crónica de finales de los años ochenta o comienzos de los 90, cuando el sida hacia estragos en las comunidades homosexuales en todo el mundo, época del estigma y la persecución, época de la invisibilidad y el odio. Época valiente de Lemebel y su (Loco Afán) o del notable Reinaldo Arenas y su impactante Antes que anochezca junto con la nostálgica herida de Sangre como la mía de Jorge Marchant Lazcano, entre algunos de los más destacados. Los años pasaron, la estigmatización ha cedido a otros colores (el lucro aséptico e higienizado de una enfermedad aparentemente “controlada”) Quizás antes la discriminación se expresaba en la muerte sin familia, el silencio social y con la mayor indolencia. Tiempo donde solo unos pocos reaccionaban y corrían para prestar apoyo de quienes morían como N.N., donde “la peste” impedía decir la causa de muerte, aunque la muerte había sido social y en el closet. Hoy lamento constatar en el caso de Hija de Perra que El Capital (y su expresión más visible: el lucro) es la cara más actualizada del estigma. Y esto expresado en millones de pesos. Exactamente 58 millones de pesos. Cantidad que resulta excesiva e injusta para su familia y una bicoca o ridiculez para nuestra clase política que hasta el hartazgo ha falsificado ideológicamente su moralidad y su vocación pública.
El capital: datos duros y crueldad del sistema de lucro.
Hace dos años en la Clínica Dávila, muere a causa del Sida Víctor Pérez Peñaloza, conocido performativamente como Hija de Perra, notable artista bizarro y de la performance local, icono del underground marica/trans-punki/monstruosa y una larga hilera de posibilidades de una persona excepcional y talentosa. Desde ese fuerte impacto, que ha dejado una escena sin su reina bizarra, hemos presenciado la cara más cruda de una política que maneja los cuerpos como mercancías desechables del capital. Y no ha importado los avances en materia de tratamientos anti-retrovirales que las organizaciones de sociedad civil y personas viviendo con VIH lograron con coraje y sistemática resistencia desde los años 90. Hoy el caso de Víctor Pérez, es uno más de los tantos que muestra la ferocidad del sistema. Desde su muerte, la madre de Víctor o de Wally para sus amigos, ha tenido que sobrevivir en una verdadera procesión con autoridades privadas y públicas para impedir que la exorbitante suma de 58 millones sea cobrada por la permanencia y tratamiento paliativo de Víctor Pérez en la Clínica Dávila. La madre de Wally, Rosita Peñaloza ha elevado dos solicitudes a la Superintendencia de Salud que han sido rechazadas en favor de la Clínica Dávila. Aquí hay un elemento fundamental que nadie quiere hacerse cargo. La famosa Ley de Urgencias que no funcionó en el caso de Víctor Pérez por la negligencia médica que no evaluó como correspondía al “paciente” (ahora se denominan “usuarios” del sistema público y en el privado lo más cercano a cliente) Dada la gravedad del estado de salud y un diagnóstico acertado de Víctor Pérez, se habría permitido la aplicación de la ley de urgencias en este caso. Según cercanos, la Superintencia gestionó una negociación con la madre de Víctor Pérez y la Clínica Dávila, cuestión que no llegó a buen puerto. Solo queda el fallo definitivo. Cuestión preocupante, pues para este caso, no ha existido ninguna voluntad de solución, incluso Rosita Peñaloza ofreció hacerse cargo de una parte de la deuda (cuando solicitó el primer rescate medico de su hijo) Ofrecimiento que no tuvo ninguna acogida. Me parece insólito que a pesar que algunos dirigentes de organizaciones de sociedad civil destacados como Vassili Deliyanis y Víctor Hugo Robles (che de los gays), que intentaron mediar en el proceso y presionar, no ha sido posible obtener una respuesta positiva por parte de las autoridades que corresponden. Aquí finalmente lo que vemos son voluntades personales, incluso (amigas del Programa Nacional de Sida) que intentaron gestionar apoyos, pero que no tuvieron buenos resultados. Desde este espacio, hago un llamado a la CONASIDA y autoridades del Ministerio de Salud, que han tenido en el pasado una voluntad política relevante y sostenida para resolver los temas de las comunidades afectadas por el VIH/SIDA en el país. Hoy es de suma importancia gestionar un apoyo real a la familia de Víctor Pérez Peñaloza y entender que ahí no hay problema de privados, sino más bien se trata de cómo está operando el Sistema de Salud Privado con las personas que viven VIH/SIDA en sus diferentes momentos y crisis de salud. No es la primera vez que existen reclamos contra del sector privado que no aplica reglamentos ni criterios que son parte de los avances en materia de VIH/SIDA en el país, logrados tanto por la sociedad civil y como el propio programa. El Estado debe ser quien regula a los privados y no al revés. Los privados manejan nuestros cuerpos como mercancías, y biopoliticamente resuelven el monto económico de la muerte y también de la vida.
Se cumplirán dos años de la muerte de Víctor Pérez, nuestra querida Hija de Perra y seguimos pensando que su legado bizarro nos dice mucho más sobre el régimen de sexualidad hegemónico y los efectos de regulación de los cuerpos en medio del capital. Su caso en vida y muerte es un ejemplo o muestra de aquello. La vida y la muerte quedan desnudas frente al poder. Pero, hay una espera activa de aquellos que seguimos porfiados, más bien una oportunidad para revisar como el sistema neo-liberal regula la vida y la muerte. La Procesión Pagana es un gesto de atención con ello. Quienes deseen sumarte para exigir una respuesta frente al abuso del Sistema Privado de Salud, se pueden sumar a las 14hrs en el Cine arte Alameda el 27 de Febrero 2016.