La llamada “corriente comunizadora” tiene un rasgo singular que la distingue de otras tendencias comunistas contemporáneas, y es que sus participantes han tratado de abordar viejos problemas del movimiento revolucionario sin acudir a las fórmulas esclerotizadas del materialismo dialéctico sovietizado. Es así que una de las controversias que más animan a esta corriente se refiere al problema de si el comunismo es o no una consecuencia necesaria del capitalismo y de su inminente colapso.
Dentro de la corriente comunizadora existen al menos dos interpretaciones de este problema: los de Troploin (Gilles Dauvé y Karl Nesic, principalmente) son tajantes en rechazar todo rastro de “objetivismo”, al que identifican con el determinismo economicista y mecánico del marxismo socialdemócrata. La forma más acabada de este objetivismo sería el leninismo, que asume que la revolución sólo puede ocurrir una vez que se han quemado ciertas etapas: tiene que haber imperialismo, democracia burguesa y nacionalismo para que haya revolución, y ésta tiene que ser socialista para que luego venga el comunismo. Esta visión es la que Troploin rechaza con fuerza. Y con razón, si consideramos los estudios de Marx en torno a la cuestión rusa (especialmente su correspondencia con Vera Zasulich), la obra de pensadores como José Mariátegui, y la actual catástrofe ambiental, étnica y social engendrada por el capitalismo.
Al rechazar toda forma de objetivismo, Troploin afirma que la acción de las clases explotadas es el único factor determinante en el devenir revolucionario. Llegan a decir incluso que en el pasado la revolución comunista siempre fue posible, y que si ésta no ha ocurrido no fue porque lo impidieran las condiciones estructurales de la sociedad, sino porque la voluntad y la conciencia de los explotados no estaban lo bastante desarrolladas. Dauvé y sus amigos a menudo han sido acusados de defender un nuevo “humanismo subjetivista” que ignora la importancia de aquellos factores estructurales que escapan a la acción inmediata de las personas. Ellos se defienden argumentando que es inútil analizar factores que en el pasado estuvieron fuera del alcance de los hombres, y que hoy seguirían estándolo. Para ellos las “condiciones objetivas” son una frase que oculta la sumisión de los hombres a una realidad alienante. Sólo se debe discutir, para transformarlo, aquello que como explotados podemos hacer por nosotros mismos para emanciparnos.
Por otro lado está el ambiente animado por el grupo Theorie Communiste, quienes admiten una dialéctica histórica compleja donde intervienen tanto factores subjetivos como objetivos. Para ellos el principal defecto de la perspectiva de Troploin es que no aporta herramientas conceptuales útiles para entender los movimientos revolucionarios del pasado, sus fortalezas y sus debilidades, su fracaso. Asimismo, consideran que tal punto de vista no entrega suficientes elementos que ayuden a potenciar las luchas sociales del presente, más allá de una saludable voluntad de oponerse prácticamente a la dominación. Los de Theorie Communiste piensan que se requiere un esfuerzo teórico mucho mayor, que apunte al fondo del problema. Para ellos el fondo del problema es: “La clase trabajadora desde su origen ha estado profundamente ligada a la clase capitalista, en una relación dialéctica donde ambas representan polos opuestos de una misma dinámica social alienada. De ahí provienen los límites y fracasos de los movimientos revolucionarios del pasado. La cuestión ahora es criticar esa dialéctica que mantiene unida a ambas clases en un antagonismo mutuamente dependiente, tratando de identificar los factores que pueden poner fin a esa relación”.
Pues bien, ¿dónde se encuentran esos factores? En la realidad material, concreta, inmediata, de la lucha de clases. Es decir, en el terreno donde la clase trabajadora tiene que elegir continuamente entre profundizar su antagonismo con la clase explotadora tensando la cuerda al máximo, o llegar a acuerdos con ella con tal de seguir subsistiendo como clase explotada.
Hasta ahora en la breve historia de este sitio hemos privilegiado la difusión de textos producidos por la primera tendencia, la de Troploin.
En abril pasado subí un artículo de la revista Endnotes (al parecer proclive al punto de vista de Theorie Communiste), titulado “Que los muertos entierren a sus muertos”, donde se propone un balance general del movimiento revolucionario del siglo 20 a la luz de estas discusiones sostenidas al interior de la corriente comunizadora.
Ahora les dejo un texto producido por un activista anónimo que usa el nombre de Raoul Victor, titulado: “La visibilidad del proyecto revolucionario y las nuevas tecnologías”. El autor participa en el foro de discusión del Proyecto Oekenux, que se define así:
“En el Proyecto Oekenux diferentes personas con diferentes opiniones y diversos métodos estudian las formas económicas y políticas del Software Libre. Un problema importante consiste en saber si los principios del desarrollo de Software Libre pueden constituir las bases de una nueva economía, que podría ser el fundamento de un nuevo tipo de sociedad”.
Esta preocupación por sí sola ya dice bastante en relación con la controversia que describía antes. Lo que resulta interesante aquí es que se trata de unas reflexiones nacidas de ambientes que no entroncan directamente en las corrientes revolucionarias más tradicionales. Esto les permite abordar una serie de problemas contemporáneos sin las trabas intelectuales que implica asumir –o ser acusado de asumir– de antemano posiciones “objetivistas” o “subjetivistas”. ¿No es esta capacidad de prestar atención directamente a los hechos materiales disponibles una condición para poder hacer la crítica de la economía política?
Ya a principios de los ochenta en la costa oeste de norteamérica un grupo de obreros de cuello blanco había fundado la revista Processed World, donde –influidos directamente por el radicalismo político de los setenta- publicaban sus investigaciones acerca de las nuevas formas de explotación y resistencia obrera ligadas a la introducción de la informática en el proceso productivo. Hoy en día esta preocupación está renaciendo con fuerza, no sólo en el mundo anglosajón, también en lugares que podrían parecer tan raros como la India o Chile (véase por ejemplo esta discusión que se dio en un foro creado en este país).
Lo que los autores de Processed World lograron intuir hace 30 años, hoy es una realidad palpable para una masa de explotados que pasan gran parte de sus vidas enchufados a las cadenas de montaje digital… o bien creando, con espíritu crítico, usos no alienantes para las herramientas tecnológicas disponibles. El hecho es que una nueva generación de trabajadores dedicados a la informática y las comunicaciones, empieza a preguntarse hasta dónde podrían llevarnos las lógicas subyacentes a la producción digital. Curiosamente, es en los recovecos de este sector productivo, y no en las reuniones de los viejos militantes, donde la palabra “comunismo” vuelve a hacerse oír con un sentido concreto y emancipador. Esto no es tan extraño. Lo extraño sería que alguien que se precie de “revolucionario” no preste atención a estas tendencias nacidas del seno mismo del modo de producción dominante. Eso significaría que ha entendido muy poco o nada de lo que significa ser revolucionario.
Por último, quiero dejar clara una cosa: no adhiero a una visión cándida en la que el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo abre las puertas a un mundo por fin emancipado de toda la vieja mierda. Lo que me motiva en esta discusión es la posibilidad de que ciertos desarrollos materiales como la informática ayuden a hacer más visible, más palpable, el contenido del comunismo. Pero no creo que esto sea un rasgo exclusivo de las nuevas tecnologías. Hoy en día, de hecho, la lucha de las comunidades mapuche por recobrar su vida en el Walmapu cuestionando el principio fundamental del sistema capitalista, o sea el derecho de propiedad, contiene en germen esta posibilidad de hacer visible el proyecto revolucionario. Quizás el mostrar cómo esto funciona en relación con la tecnología, sirva para motivar a otros a mostrar cómo funciona en relación con el territorio.
Uno puede prever la potencialidad comunista en el software libre tanto como en la lucha de los pueblos que se resisten a la deshumanización y al ecocidio. No creo que haya contradicción ahí.
Por Carlos Lagos Paredes
Ahí va, entonces, el artículo en cuestión, en formato PDF:
“La visibilidad del proyecto revolucionario y las nuevas tecnologías”
Fuente: comunizacion.org
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