Me tocó vacacionar en enero. Yo quise que fuera en enero. Pensé que la primera semana del año podía ser una alternativa maravillosa para olvidarme de Santiago y que además sería una buena forma de empezar el 2016 luego de emborracharme como cubeta para el año nuevo y podría reponer mi cuerpecito sin tener que volver de inmediato a la pega y así aprovechar de quedarme dos semanas vegetando en casa de mi amiga Paloma que vive en Valparaíso hasta conseguir las tres cosas que uno quiere de las vacaciones que son: sexo casual con alguien que comparta los mismos intereses que uno; lograr un bronceado elegante para mostrar en la oficina; y pasar por una innumerable cantidad de borracheras a mitad de semana. Lo conseguí todo, debo reconocerlo, pero hay algunas cosas que como era de suponerse salieron distinto de como me las imaginé.
Partamos por el principio
Pasé el año nuevo en Valparaíso para ver los fuegos artificiales y no los vi porque en la casa de la Paloma en realidad no se ven sino que se intuyen. Desde su casa misma no se ven, sino que hay que salir de casa y pararse en medio de la calle para buscar un ángulo que entre dos edificios permita ver un poco de la brillantez del puerto esa noche. Me dio lata y me senté en la cuneta a tomar champaña. Abracé a dos vecinas de la Palo y también a unos primos de alguien que estaban mirándome hace rato. Luego entramos a la casa y seguimos bebiendo con unos amigos de su universidad que llegaron como a la una y esa noche se resume en que terminé vomitando en la caleta Portales a eso de las 9 de la mañana y me acuerdo que después dormí hasta el 2 de enero y juré venganza a alguien que parece que se llamaba Rubén.
Sexo
La primera semana del año la dediqué a pasear por los miradores y a beber cerveza artesanal en casi todos los bares de Valparaíso. La Paloma me presentó a Fabian que fue el que se encargó de llevarme de bar en bar y de hacerme entender que la subida Ecuador ya no es cool como yo pensaba. Con él no follé pero casi, porque un día que me tomé seis shop parece que le tiré los cagaos pero como la Paloma estaba en casa me tuvo que dejar en la puerta y no pasó nada más que un beso cuneteao y me da la idea de que le agarré el poto aunque quizá lo soñé. No follamos después de eso porque ocurre que éramos muy parecidos pero en un sentido negativo, es decir, teníamos las mismas pifias. Con Fabian me sentí como con el barbero Sweeney Todd entonces preferí (preferimos) dejar nuestra amistad en amistad y no pasar a la fase del chupeteo porque en realidad no habría sido correcto o placentero. Lo bueno es que seguimos bebiendo cerveza artesanal y conversando de lo triste que es la vida en Mayo y lo desagradable que es usar Excell.
Afortunadamente para mí había otro amigo de la Palo con el que no me parezco en nada y con el que si pude follar en 8 oportunidades (si, lo confieso, soy del tipo de minas que las cuenta las cachas y las anota en su agenda). Lo pasamos re bien porque a los dos nos gusta Nirvana y Breaking Bad (con eso es suficiente, no era para casarme tampoco) y así fue que cumplí la primera gran deuda de cualquier mujer que se vaya a la playa: culear. También me di como guaraca con la Palo un día, pero juré que eso no lo iba a contar aunque ya lo dije y no creo que se enoje tanto porque está soltera y siempre que voy a su casa terminamos durmiendo juntas los domingos.
Bronceado
Fuimos a las torpederas y no pude hacer topless. Yo quería pero en realidad habían unos guachiturros que me habrían sacado fotos y por mucho que no soy pudorosa tampoco quiero ser protector de pantalla de un liceo en Valpo. Así que tengo el bronceado clásico de la weona perna. Eso quiere decir que en pelotas se me nota todo lo que es el bikini en mi cuerpo blanco tono leche descremada. Horrible. Después fuimos como seis veces más a diferentes playas y terminé adquiriendo un color típico de vacaciones, nada muy negro ni muy rojo, con pellejitos en la nariz y en los hombros, igual sexy.
Lo bueno es que el bronceado cumple con que lo puedo mostrar en la oficina, sin embargo a la hora del empelotamiento es un poco ridículo porque se nota mucho el traje de baño. He tratado de emparejarlo acá en mi departamento poniéndome algunas horas en el balcón con las tetas al aire pero en realidad parece que el sol de Santiago vale callampa porque no pasa nada. Excepto que mi vecina el otro día me vio y ya no me saluda en el ascensor.
Cangrejo
Yo estoy segura de que fue un cangrejo lo que me pinchó la pata. La Palo dice que fue una piedra. Felipe dijo que fue un coral (pero eso es porque vio seis veces la película El Náufrago) y una señora que estaba junto a nosotros dijo que no era más que un pedazo de botella que alguien arrojó. El asunto es que a mí no me saca nadie de la cabeza que lo que me hirió el pie fue un cangrejo porque lo vi. Aunque en realidad quizá no lo vi, como tampco vi jamás al viejo pascuero cuando mi papá me decía que iba pasando por el cielo y yo creía que si lo había visto. El punto es que cuando fuimos a la playa que está entre Viña y Valpo y yo me metí como sirena al mar de repente sentí un pinchazo, un apretón (apretón que descarta la tesis del coral, la piedra y la botella porque hay que tener tenazas, pinzas o dedos para apretar!!). Grité. Grité tan fuerte que la gente me quedó mirando. No puedo negar que en un primer momento se me vino a la cabeza la imagen de un tiburón pero fue un segundo nada más.
Un tipo me fue a rescatar con cara de Baywatch pero era guatón. Agradezco su amabilidad pero era guatón y como puso cara de pedirme el teléfono luego no acepté el rescate. La cosa es que como me dio la loquera un grupo chico de gente se me acercó y ya en un dos por tres estaban todos haciendo conjeturas de lo que me había mordido. Yo insistía que había sido un cangrejo, pero ahora con más distancia y habiendo googleado «cangrejo» me doy cuenta que es bien estúpido lo que dije y sostuve con tanto ahinco ese día, pero el dolor y la estupefacción de haber sido mordida por algo en medio de la playa la verdad es que me produjo un cierto grado de demencia. Creo. Bueno, probablemente es más factible que me muerda un buzo antes que un cangrejo, sin embargo ese día lo pasé fatal. Además mis amigos se encargaron de llamar al salvavidas, de sacarme fotos, de ponerlas en instagram y de reírse de mí tres días. Al final la pata no se me hinchó y nada más me quedó un piquete en el empeine que, ahora que lo veo, puede haber sido hecho por cualquier cosa, pero ese día para mí será recordado como el día en que me mordió un cangrejo. / XD La wea tonta.
Jesús bañándose en pelotas
Lo más extraño de las vacaciones fue lo que me pasó en una playa chica a la que fuimos y en la que a eso de las 7 de la tarde, cuando el melón con vino hace su efecto deshinibidor y el sol lleva de vuelta a las familias a sus casas, vi a Jesús pilucho.
Del agua salió un tipo de pelo largo. Flaco. De barba. Como Jesús. Y sin hacer el milagro de caminar sobre el agua hizo el milagro de que se estaba bañando en pelotas. Yo estaba cerca de la orilla y lo quedé mirando fijo. No le miré los ojos, eso está claro, sino que le quedé mirando el copi con una atención ridícula. Él me vio y entonces retrocedió y salió otra vez. Repitió la performance completa. Entonces me senté en la arena a contemplar el espectáculo y el Jesús se río y siguió bañándose.
El exhibicionismo es algo que siempre me remonta al viejo que en Malloco mostraba la tula a la salida del liceo de niñas y que terminó en cana cuando la mamá de mi amiga, la Claudia, llamó a los pacos y lo sapeó. Sin embargo esta oportunidad fue algo bastante más placentero ya que, no sólo por el parecido con El Pulento, sino además porque tenía lo suyo el Yisus (no era milagroso pero era grandecito). Me dieron ganas de hablarle, pero en realidad ese tipo de experiencias es mejor dejarlas así ya que pienso que un hombre que sale en pelotas del agua debe tener pocos temas de conversación y lo que le falta en materia gris le debe sobrar en ladillas, así que me conformé nada más que con mirarlo y agradecer la representación más porno que he visto de las sagradas escrituras.
Resumen
Por lo general la gente se va a la playa a desestresarse y recargar las pilas (cosa que no es cierto porque por lo general llegan peor) sin embargo yo soy de aquellas que se va a la playa a desbandarse un poco, a coger y a beber con descriterio y, por sobre todo, a comprar magnetos para el refri.
Volví a trabajar el lunes y mi jefe sigue igual de malcogido. Mis compañeros de trabajo solo hablan del mundial y de unos paquetes promocionales que compraron para ir a Brasil. Ellos no tienen vacaciones porque las postergaron hasta junio y así poder viajar a pegarse el mundial de cerca. La señora del aseo me contó que estuvo un fin de semana en Yumbel donde su hermana y por lo que sé Don Bobo, el tipo que trabaja repartiendo almuerzos, ya no pasa porque aprovecha el verano para arrendar quitasoles en el Quisco. Entonces pienso que mis vacaciones, por comunes y corrientes que me puedan parecer a mí, fueron bien interesantes o, al menos, intensas.
Bien, nos vemos pronto.