Todos la han visto pero nadie sabe quién es

Recuerdos recobrados de una musa hecha carne, la conocida Kiki de Montparnasse, la mujer que inspiró pasión y arte. ¿Quién fue?

Todos la han visto pero nadie sabe quién es

Autor: Lucio V. Pinedo

Kiki de Montparnasse – Alice Ernestine Prin – Nació en Châtillon-sur-Seine, un pueblo en Francia, el 2 de octubre de 1901 / Sanary-sur-Mer, 29 de abril de 1953. A los 13 años se fue a París a vivir con su madre, pero ella no sabía que en aquella ciudad encontraría su destino, el mismo por el cual hoy es historia. Vivió una niñez complicada y llena de necesidades. A los 17 años posó desnuda por primera vez y para su amante, oficio con el cual se ganaría la vida y se convertiría en leyenda. Debido a su trabajo, su madre la repudió y la obligó a irse de la casa, por lo cual quedó en la calle. Pero Alice tenía claro que la vida de mujer de familia, bajo el yugo de un esposo, no era lo que quería.

La joven continuó su camino en compañía de un pintor miserable que la animaba a prostiuirse para que tuvieran dinero, pero ella no accedió. Fue en esa misma época que conoció a sus nuevos amigos en el restaurante La Rotonde, ahí se relacionó con otros pintores que, al igual que ella, no tenían dinero, pero sabían gozar la vida como tanto le gustaba.

La adopción de un solo nombre, «Kiki», se convirtió en el ícono erótico de la escena social de Montparnasse y la modelo de un artista popular, posando para decenas de artistas, entre ellos Amedeo Modigliani, Chaim Soutine, Julian Mandel, Tsuguharu Foujita, Constant Detré, Francis Picabia, Jean Cocteau, Arno Breker, Alexander Calder, Per Krohg, Hermine David, Pablo Gargallo, Mayo y Toño Salazar y Moise Kisling quienes la inmortalizaron en sus telas.

En sus noches de bohemia conoció a su compañero para la mayor parte de la década de 1920: Man Ray, quien hizo cientos de retratos de ella. Es el tema de algunas de sus más conocidas imágenes, incluyendo la notable imagen surrealista Le violon d’Ingres y Noire et Blanche. Era diciembre de 1921, y ellos ya estaban enamorados de manera fulminante. Alice era intensa y apasionada, todo lo contrario de Man Ray, que a penas le daba caricias y ternura. Sin embargo, el artista la retrató cientos de veces, ella posó desnuda para él todo el tiempo que duró su relación, hasta que no aguantó más la distancia que imponía Man Ray y lo abandonó convencida de que él ya no la amaba.

Intentó con el cine en Estados Unidos, pero fracasó. Volvió a París. Montparnasse era la comuna predilecta de los artistas del mundo, de los 6000 que vivían en la ciudad de las luces, uno de cada cuatro deambulaba por las calles de Alice, ahora conocida por todos como Kiki. La chica no encontró nada mejor que comenzar a posar para todos los que pudo y así además de ser una musa para Man Ray también lo fue para Calder, Fujita, Modigliani, Pascin, Kisling, Soutine y Chagall, entre muchos otros. Se convirtió en la musa de Montparnasse y de los máximos exponentes del arte moderno. Sin darse cuenta, la joven miserable se transformó en la reina del movimiento artístico más importante del siglo XX.

Kiki cantaba canciones provocadoras en los bares, fumaba por doquier, contaba anécdotas, era toda una provocadora y liberal en todos los ámbitos, especialmente el sexual. Le encantaba ventilar sus aventuras amorosas nocturnas y cada mañana tenía una nueva historia que contar a sus amigos. En 1927 realizó su exposición más exitosa —como musa ya había estado presente en cuadros expuestos en todo París— donde asistieron todos sus amigos artistas, los viciosos, sus amantes, todos. Dos años después fue nombrada por los mismos «Reina de Montparnasse».

Aquella noche se celebró un gran banquete en La Coupole. Kiki era la máxima musa inspiradora de todos aquellos artistas que la reconocieron públicamente. Su vida tenía un sentido y sin importar la pobreza y el hambre que había pasado durante tantos años ella era la reina. Ahora la vida le sonreía.

Poco tiempo después, se enamoró de un hombre adinerado que la sacó de la pobreza e incluso la ayudó a instalar su propio cabaret en la rue Vavin, el cual no logró disfrutar mucho tiempo porque llegó la crisis económica que destruyó su sueño. Luego fue el momento de la guerra que la dejó nuevamente en la calle. Tantos años locos la hicieron enfermar y marchitarse. Después del gran desastre mundial Kiki ya no era la misma carismática, ahora era una señora alcohólica y decadente, muchos de sus amigos habían muerto y los demás emigrado fuera de Paris. Kiki volvía a quedar sola y desamparada. Para ganarse la vida, la gran musa cantaba en las calles y por los bares de mala muerte pasando al final de su show un platillo para recibir limosna. En 1953 se desmayó en plena rue Brea y no despertó nunca más.

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