Grete Stern nació en 1904, en una familia de pequeños industriales instalados al nordeste de Colonia, Alemania. Después de su educación secundaria, tomó durante breve tiempo clases de piano y, en 1923, ingresó, para estudiar dibujo y tipografía, en una escuela de artes aplicadas de Stuttgart. Trabajó en su ciudad natal como diseñadora publicitaria y realizó dibujos, sobre todo retratos. En 1927 se instaló en Berlín, capital intelectual, además de política, de la república de Weimar, para aprender fotografía. Comenzó tomando clases particulares con Walter Peterhans, pero en 1929, este dejó la ciudad para hacerse cargo de uno de los talleres de esa disciplina en la Bauhaus, una escuela superior de diseño que funcionaba en Dessau.
Grete permaneció en Berlín y abrió un estudio de fotografía comercial con su condiscípula Ellen Auerbach. Su actividad se orientó a la fotografía publicitaria, que les permitió ejercer la profesión en forma independiente. En 1932 pudo continuar su formación con Peterhans, pues la Bauhaus se había mudado a Berlín, donde funcionó hasta que fue cerrada por el gobierno nacionalsocialista. Cuando en 1933 ese partido ganó las elecciones y Hitler se convirtió en canciller, Grete decidió huir a Inglaterra: lo hizo a comienzos de 1934, junto con Horacio Coppola, un argentino que había conocido en la Bauhaus, con quien se casó e instaló en Londres. Para Grete —judía y simpatizante de la izquierda intelectual de la república de Weimar— esa emigración forzosa inició la ruptura definitiva con su patria, a la que solo regresó ocasionalmente después de la guerra. A mediados de 1935 la pareja viajó a la Argentina e hizo una exposición de fotografía moderna en los salones de la editorial Sur. Hoy se la considera la primera de ese género en el país. En 1936 el matrimonio se instaló definitivamente en Buenos Aires.
Desde su arribo, Grete se integró decididamente a la sociedad y la cultura de Buenos Aires, a la que contribuyó al traer la visión innovadora de las vanguardias europeas del período entreguerras. Siempre le gustó definirse como una fotógrafa argentina. De hecho, realizó acá su obra más importante, como el conjunto de fotografías que tituló «Aborígenes del gran Chaco argentino», un trabajo único y un documento coherente con sus principios éticos y artísticos.
Durante sus primeros años se dedicó sobre todo a retratar artistas plásticos y escritores porteños, tomó vistas de la ciudad y realizó fotomontajes para tapas de libros y revistas. Vivía con sus dos hijos, Silvia y Andrés, en Ramos Mejía, en una casa diseñada por el arquitecto ruso Wladimiro Acosta, uno de los promotores de la arquitectura moderna en el país. Una de las primeras muestras del grupo madi se llevó a cabo en esa casa en 1945. En 1948 inició una serie de fotomontajes que llamó «Sueños», elaborados para la revista Idilio.
Entre 1952 y 1953 tomó alrededor de 1500 fotografías del paisaje urbano y las costumbres porteñas, para el libro Buenos Aires (Peuser, 1953), trabajo comparable con el dedicado a los aborígenes del Chaco por la cantidad de fotos, el tiempo que le llevó y los formatos (35mm y 6x6cm). En 1956, Jorge Romero Brest le ofreció organizar y dirigir un taller fotográfico en el museo nacional de Bellas Artes, lo cual aceptó. Permaneció en tal función hasta jubilarse en 1970. Hacia 1985 dejó de trabajar y murió en 1998.