La estafa de AC Inversions, que ha motivado investigaciones de la justicia hacia otras firmas financieras similares, aun cuando trae el recuerdo de episodios similares con matices y variaciones que van desde la Cutufa, Inverlink a los masivos desfalcos de la crisis de inicios de los años ochenta del siglo pasado, tiene también rasgos diferentes, propios de la sociedad neoliberal. Los montos involucrados, la cantidad de personas afectadas, su perfil social, el mecanismo para captar ilusos y el destino de sus ahorros son factores que no pudieron haber ocurrido en otras épocas.
El fuerte crecimiento de AC Inversions tanto en el número de estafados como en los montos involucrados sólo pudo haber ocurrido en nuestra actual realidad. No sólo por la masificación de las tecnologías de la información y las redes sociales, sino por la financiarización de la sociedad, el acceso a créditos fáciles y la fruición, que es también necesidad, por el dinero rápido. La estructura piramidal de este negocio es también una metáfora del modelo neoliberal que aplasta y comprime a la sociedad chilena: arriba la concentración del poder y la crema del negocio. En la base, los productores, trabajadores, consumidores y otros exprimidos.
AC Inversions y las similares investigadas, hasta el momento IM Forex, Investing Capital, Capital FX y Trade Partner, ofrecían a sus clientes, reales y potenciales, una rentabilidad que podía alcanzar hasta un increíble siete por ciento mensual, interés que a la brevedad permitía que el inversionista duplicara su capital. Según las investigaciones de la Fiscalía basadas en documentación incautada más los testimonios de los operadores y clientes afectados, nunca estuvo muy claro el destino de las inversiones ni los mecanismos empleados, todos ocultos tras una madeja de tecnicismos propios de las más complejas finanzas que finalmente resultó simple retórica publicitaria. Los inversionistas, generalmente personas naturales sin experiencia en mesas de dinero ni en los instrumentos financieros, entregaron confiados crecientes sumas de dinero al ver que las rentabilidades prometidas se cumplían durante los primeros meses.
La rentabilidad ofrecida por AC Inversions superaba varias veces los máximos que puede otorgar una inversión en renta fija en la banca formal. Por ello, es a partir de aquí que surge primero la magia, la ilusión de los propios inversionistas y, finalmente, lo que hoy parece una clásica estafa. De partida, los mercados no pueden garantizar una rentabilidad fija, por lo que el factor riesgo es una variable presente en toda inversión en mercados bursátiles, de materias primas o de divisas. Para cualquier observador con un mínimo conocimiento del desarrollo de los mercados, autoridades del sector incluidas, la oferta certificada de AC Inversions debía ser, por lo menos, sospechosa.
En la página web de AC Inversions, hoy suspendida, había una explicación bastante compleja de cómo podía obtenerse tan alta rentabilidad. Son aquellos famosos o infames derivados (depende cómo se los mire) que adquirieron popularidad durante el estallido de la crisis de las subprimes en la década pasada. Un instrumento que destacaba AC Inversions eran los CDF (contratos por diferencia), cuyos precios están atados al valor de otros papeles invertidos en divisas, commodities o acciones, entre otros.
Muchos de estos instrumentos financieros derivados, que van de mano en mano y pierden la vinculación con la inversión original, fueron parte de las causas que condujeron a la crisis de la década pasada, por lo cual en algunos países o están prohibidos o altamente regulados. Por ello resulta muy extraña la publicidad que hacía AC Inversions del uso de estos instrumentos. Y por ello mismo resulta aún más sorprendente que la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF) no haya intervenido.
En una entrevista de Teletrece al gerente comercial de la firma de marras, Pedro Gajardo, éste confesó que nadie en la empresa conocía muy bien la complejidad de esos instrumentos. Según relata, Patricio Santos (el dueño de AC Inversions) “era muy experto en el tema, pero nosotros quedábamos muy cortos en cuanto a los conocimientos del mercado”. Este testimonio, que expresa el total desconocimiento por los ejecutivos del “producto” que se ofrecía, ha permitido concluir que se trató desde un comienzo, si no de una estafa, sí de otro tipo de negocio. El único sistema que podía mantener a flote durante un tiempo este tipo de rentabilidad era una pirámide, o esquema de Ponzi, los que son considerados por las autoridades financieras mundiales como una organización cuya finalidad es la estafa.
Con los antecedentes aportados por las víctimas y la Fiscalía, hay similitudes con una de los mayores fraudes financieros efectuados en Estados Unidos durante las últimas décadas. Es el caso de Bernard Madoff, que en 2009 fue condenado a 140 años de reclusión por una estafa cercana a los 50 mil millones de dólares. Madoff fue un importante corredor de la Bolsa neoyorquina, asesor financiero e inversionista de prestigio. En un comienzo su firma, mediante inversiones y especulaciones, logró entregarle a sus clientes altas rentabilidades con ganancias efectivas en los mercados de capitales. Con el paso del tiempo, Madoff adoptó un esquema de Ponzi, el que alimenta los retornos prometidos a los primeros inversionistas con los depósitos de los nuevos, hasta que se corta el flujo.
AC Inversions realizó operaciones financieras sin autorización de las autoridades del sector. Es por ello que la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF) puso una denuncia contra esta firma ante el Ministerio Público por infracción al artículo 39 de la Ley General de Bancos, el que prohíbe que una persona natural o jurídica no autorizada “pueda dedicarse por cuenta propia o ajena a la correduría de dinero o de créditos representados por valores mobiliarios o efectos de comercio, o cualquier otro título de crédito”. Días más tarde la Superintendencia amplió la denuncia contra las empresas Investing Capital e IM Forex, ambas por infringir el mismo artículo 39.
La SBIF salió al ruedo tarde, cuando el daño estaba hecho. Su misión, sin embargo, según se desprende de su Carta de Presentación, es “supervisar las empresas bancarias así como de otras entidades, en resguardo de los depositantes u otros acreedores y del interés público y su misión es velar por el buen funcionamiento del sistema financiero”. Para los estafados, la institución que preside Eric Parrado habría fallado en su misión, por lo cual evalúan ampliar su demanda desde la misma AC Inversions al Estado.
Catherine Lathrop, abogada de un grupo de afectados, ha dicho que sus representados podrían demandar al Estado “debido a que el análisis que se hizo con respecto a la empresa, determinó que la institución era apropiada y operaba de la manera correcta. Por lo tanto, las víctimas que yo represento buscan establecer una responsabilidad penal a quienes tramaron un ardid y decidieron estafar a la gente”.
¿FUNCIONAN LAS INSTITUCIONES?
En esta dirección hay varios y oscuros antecedentes. De partida, la primera vinculación con una institución del Estado es con el ejército chileno. Numerosos oficiales participaron desde un inicio en las operaciones de Patricio Santos, quienes salen de la pirámide en enero pasado tras una orden desde el alto mando. Esta acción, para muchas de las víctimas, ha despertado grandes dudas respecto a información confidencial al interior del ejército sobre las actividades de AC Inversions. Hay no pocas sospechas que apuntan al ejército como la pieza inicial de esta estafa y también como la que desencadenó el derrumbe de la pirámide tras el retiro masivo de capitales.
Entre las autoridades pertinentes, nadie dice haber sabido sobre la pirámide. Pero hay antecedentes que dicen todo lo contrario. Desde 2014 hubo al menos cinco alertas emitidas a entidades como la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), la PDI y el Ministerio de Hacienda. En ellas se advertía sobre una posible estafa piramidal. Pese a las alarmas, estas instituciones no reaccionaron y afirmaron que no estaba dentro de sus atribuciones la fiscalización.
Según publicó El Mercurio, la primera alerta se produjo a mediados de 2014, con una denuncia ante la SVS argumentando que se podría tratar de un “esquema piramidal”. Ante esta denuncia, el intendente de Supervisión del Mercado de Valores respondió, el 30 de julio de 2014, que revisada la página web de AC Inversions, ésta se refiere a inversiones en operaciones sobre moneda extranjera, “las cuales no se encuentran sometidas a la fiscalización de la SVS”.
Una segunda alerta se registró el 11 de noviembre de 2014, cuando el ingeniero comercial de la Universidad Adolfo Ibáñez, Alessandro Peppi, envió un correo electrónico a la Brigada de Delitos Económicos (Bridec) sobre una posible estafa piramidal. Tras analizar los antecedentes, desde la PDI respondieron que “no había ningún indicio que hiciera presumir que había algún ilícito”.
Otro caso apareció cuando los fiscales afirmaron que el broker de BFX, Rodrigo Castillo, emitió cuatro alertas a la Unidad de Análisis Financiero (UAF) que depende del Ministerio de Hacienda. En la UAF respondieron que no está en sus atribuciones fiscalizar a firmas como AC Inversions, porque el giro registrado por la firma ante el Servicio de Impuestos Internos (SII) es “administración de mercados financieros”, lo que no está entre sus atribuciones.
Y así llegamos al ejército. En enero pasado la institución recomendó a sus funcionarios, mediante un comunicado, abstenerse de hacer operaciones financieras con AC Inversions debido a que la firma podría estar involucrada en eventuales delitos. “La Dirección Nacional de Inteligencia del ejército informó que posee antecedentes de numeroso personal militar que mantiene inversiones en empresas Forex recomendando, además, comunicar al personal abstenerse de participar en este tipo de situaciones”, dice el documento firmado por el comandante en jefe de la Sexta División, Miguel Alfonso Bellet. Lathrop, que representa a un grupo de víctimas, debiera extender también hacia estos organismos del Estado su querella.
OTRA VEZ EL EJERCITO
El papel inicial del ejército en esta estafa lo constata el gerente comercial de AC Inversions. En la entrevista citada confirma que Santos “partió administrando dinero de familiares, amigos y esto fue creciendo de esa manera. Entiendo que a través de esas mismas redes y él siendo un ex militar, también incorporó a muchas personas por la afinidad que tenía con el ejército, mucho militar”. Por lo tanto, “ él fue formando una cartera importante en el ejército”.
La negligencia de las autoridades también ha sido objeto de atención desde tribunas políticas. El 9 de marzo se conformó una comisión en la Cámara de Diputados para investigar este tipo de negocios de estructura piramidal. Para los diputados que conforman la comisión (instancia promovida por los DC Rincón, Silber y Cornejo) queda clara la omisión y eventual negligencia de los organismos del Estado. Una sospecha que les llevó a decir que “en este caso está en tela de juicio la participación del ejército, la Policía de Investigaciones, la Superintendencia de Valores y Seguros, la Superintendencia de Bancos y la Unidad de Análisis Financiero (UAF), quienes habrían tenido antecedentes para poder detener este fraude con antelación, evitando millonarias pérdidas patrimoniales a miles de chilenos”.
Hay un aspecto en esta estafa masiva que tiene rasgos dramáticos, que surge del perfil de las víctimas y de sus testimonios. Se trata aquí de personas que por ignorancia, ambición o necesidad de obtener una rentabilidad rápida, colocaron no sólo sus ahorros en la base de la pirámide, sino que pidieron créditos en la banca formal para hacer un negocio que les resolviera los problemas financieros propios del modelo neoliberal. Procurarse una mejor pensión de vejez, pagar la educación de los hijos o enfrentar un problema de salud han sido relatos escuchados entre los estafados. Un escenario inmejorable para todo tipo de rufianes y abusadores, como el dueño de AC Inversions. Pero también para quienes detentan el poder desde la cúspide de la pirámide en la sociedad de mercado.
PAUL WALDER