Durante el debate acerca de qué es lo que preservan la derecha, la Concertación y la izquierda chilena, hemos dicho que si los dos primeros conservan la institucionalidad autoritaria heredada de la dictadura de Pinochet y el modelo económico favorable sólo a los grandes empresarios, la izquierda preserva su condición minoritaria que no le permite ser un actor político relevante en nuestro país.
Varias son las razones que explican esta situación de la izquierda. Desde su incapacidad para darse cuenta de los cambios que ha sufrido la sociedad chilena en los últimos años, hasta la inhabilidad para superar los traumas que carga de su pasado reciente.
En efecto, para la gran mayoría del pueblo chileno la izquierda actual no representa una alternativa mejor para sus vidas. No hay un mensaje alternativo nítido, las formas de hacer política son las mismas que las del resto de los sectores políticos, sus organizaciones son propias del siglo XX y no responden a las necesidades del siglo XXI, y la preocupación por rememorar un pasado que ya dejó de formar parte de las preocupaciones actuales de los chilenos, la marca como una fuerza político-social que mira más para atrás que para adelante.
Por eso, ahora quisiera abordar estos puntos: nuestras organizaciones y nuestras formas de hacer política. La izquierda chilena nunca necesitó copiar modelos o procesos que han vivido otros pueblos. Sin embargo, siempre se ha nutrido de otras experiencias, tanto históricas como de otros territorios, pues hay elementos que siempre se pueden rescatar de ellas.
En nuestro caso, hemos sido enfáticos en señalar que nos sentimos herederos de las luchas sociales y políticas de nuestro pueblo.
Reivindicamos la audacia de Lautaro y la valentía de Caupolicán. Nos reflejamos en la voluntad libertaria de Manuel Rodríguez, de José Miguel Carrera y de Bernardo O’Higgins. Creemos en los postulados igualitarios de Santiago Arcos, de Francisco Bilbao y de Benjamín Vicuña Mackenna. Nos consideramos continuadores de la lucha política de Luis Emilio Recabarren, Elena Cafarena, Salvador Allende y el pueblo que no se doblegó en la lucha contra la dictadura. Apoyamos a los Mapuche que resisten la militarización de su territorio durante los últimos cuarenta años. Pero también nos sentimos parte de las luchas de los neo zapatistas en México, del Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, de los piqueteros argentinos, de los indígenas de Bolivia y Ecuador, y de las nuevas izquierdas que están surgiendo en Francia y Alemania.
Aún cuando nuestros procesos han sido y serán a la chilena, Chile no es una isla. No podemos mirarnos eternamente al ombligo y desconocer las experiencias de otros pueblos. Por eso quisiera reivindicar los siete principios que han impulsado a los neo zapatistas mexicanos para construir nuevas formas de organización en el marco de una nueva forma de hacer política: 1) obedecer (al pueblo) y no mandar (al pueblo); 2) representar y no suplantar; 3) construir y no destruir; 4) unir y no dividir; 5) servir y no servirse; 6) bajar y no subir; 7) proponer y no imponer.
¿Habrá en Chile alguien dispuesto a asumir como propias estas consignas? Desde ahora yo las firmo ante notario.
Por Salvador Muñoz
Presidente del Partido de Izquierda Paiz
Politika, segunda quincena agosto 2010
El Ciudadano N°86