El jueves 24 de octubre de 1929 fue un día gris que marcó profundamente la Historia por ser el detonante de La Gran Depresión, una de las etapas más oscuras y miserables en el mundo, principalmente, en los Estados Unidos, tras el desplome de la Bolsa de Nueva York. Este hecho trajo consecuencias catastróficas que tuvieron alcance en la política, la economía, la sociedad y cultura de todo el mundo. Los estragos económicos acarreados por la Gran Depresión culminaron en numerosas quiebras bancarias. Se registraron múltiples muertes derivadas principalmente de suicidios y hambre. El panorama social era devastador.
En 1932, había en el mundo 40 millones de desempleados. La población juvenil fue quien sintió con mayor impacto el fuerte golpe económico, pues sus esperanzas de obtener un primer empleo se vieron anuladas. La gente hacía lo que fuera por tener un poco de alimento en su boca o unas cuantas monedas en los bolsillos. Fue así que surgió uno de los espectáculos más crueles e inhumanos: los interminables maratones de baile.
Jóvenes ponían a prueba su condición física, obligados a bailar sin parar durante días enteros, compitiendo por dinero, comida o un hogar temporal. Únicamente podían descansar 15 minutos cada hora, tiempo que debían aprovechar para asearse o dormir. A quienes caían rendidos de sueño por más de 11 minutos se les obligaba a oler sales aromáticas, eran metidos en una bañera con agua helada o despertados con una bofetada. El reto era seguir bailando y resistir para no desfallecer. Si las rodillas de alguno tocaban el suelo durante el baile, la pareja era automáticamente descalificada.
Los concursantes debían, además, conseguir un promotor local que les ofrecía una pequeña cantidad de dinero a cambio de publicidad para su empresa. Aunque contaban con servicio médico, eran comunes los episodios de fatiga, colapsos, histeria, y en el peor de los casos, delirio de persecusión.
Mientras la mayoría de la gente se entretenía viendo en el cine películas como King Kong, El mago de Oz o Lo que el viento se llevó, en funciones gratuitas, los maratones de baile tenían espectadores que pagaban 25 centavos por ver la danza de la decadencia humana. Se dice que cuando el público dejaba de asistir, los organizadores buscaban atraer de nuevo la atención, eliminando el descanso. Fue así que, envueltos en una esfera de miseria y muerte, lentamente los participantes iban perdiendo la fuerza, la dignidad y las ganas de vivir.
En 1935, el escritor Horace McCoy describió aquellos horripilantes escenarios en la novela They Shoot Horses, Don’t They?, y en 1969 el director estadounidense Sydney Pollack llevó esas historias a la pantalla grande, cuyo título en español fue Baile de ilusión. En la cinta es posible ver incluso la bajeza del público gritando y tirando monedas a los bailarines, por lo que se sentían «privilegiados», y olvidaban al mismo tiempo que eran parte del mismo sistema en decadencia.
Al final, aquellos crueles maratones de baile fueron solo una muestra del alcance de la decadencia humana ante una crisis que puso a prueba los valores de la sociedad capitalista.