En el límite de un hombre, la tierra desaparecerá. Y cada objeto visto en la tierra se perderá en el hombre que llega a este lugar. Sus ojos se abrirán al mundo, y la blancura devorará al hombre. Porque este es el límite de la tierra y, en consecuencia, un lugar donde no puede haber hombre alguno.
Ninguna parte. Como si este fuera un principio. Porque incluso aquí, donde la tierra escapa a todo testigo, emergerá un paisaje. Vale decir: nunca hay nada allí donde ha llegado un hombre, ni siquiera en un sitio donde todo ha desaparecido. Porque un hombre no puede estar en sitio alguno hasta que no esté en ningún sitio, y en el momento en que empiece a desorientarse, descubrirá dónde está.
Por lo tanto, va hasta el límite de la tierra, incluso cuando permanece quieto en el centro de la vida. Y si está en este lugar, es solo en virtud del deseo de estar aquí, en el límite de sí mismo, como si ese límite fuera la esencia de otro comienzo del mundo, más secreto. Porque se encontrará a sí mismo en su desaparición, y en esta ausencia descubrirá la tierra; incluso en el límite de la tierra.
Ahora no podemos afirmar casi nada de la persona Mehran Djojan, excepto que es un joven alemán, residente en Berlín, con muchísimo talento. Para presentarlo como fotógrafo, elegimos una serie de autorretratos que se titula Mi odisea. Según cuenta el artista, estas imágenes son el resultado de un viaje a Islandia, donde ha visto y ha experimentado «cosas tan maravillosas, que es difícil no creer en dragones y hadas».
Ha dicho al respecto:
Estoy seguro de que encontré el Edén. Está escondido arriba en las montañas, rodeado de vapor del suelo y olores extraños. En el camino te podés distraer con los bellos paisajes, pero no te salgas del camino. Al final serás recompensado con un baño en una fuente termal que va a disipar el frío y despertar tu espíritu.