El año 2011, luego del colapso parcial de la torre medieval del Castillo de Matrera en Villamartín, Cádiz (datada en el siglo IX d.C.), se decidió llevar a cabo la restauración definitiva de la obra, con el objetivo de controlar su riesgo de derrumbe y evitar la pérdida de los pocos elementos que todavía permanecían en pie. El desafío recayó en manos del arquitecto español Carlos Quevedo Rojas, cuyo diseño recibió la aprobación de la Junta de Andalucía al ajustarse a la Ley 13/2007 del Patrimonio Histórico andaluz, que prohíbe los intentos miméticos de reconstrucción y que exige la utilización de materiales que se diferencien de los originales.
En palabras del arquitecto: «Con esta intervención se pretende conseguir tres objetivos básicos: consolidar estructuralmente los elementos emergentes en riesgo de peligro, diferenciar el añadido respecto al elemento original (para evitar las reconstrucciones miméticas que ya prohíbe nuestra Ley) y recuperar la volumetría, textura y tonalidad que tenía la Torre en su origen. Siendo, por tanto, una realidad aparentemente antagónica, la esencia del proyecto no pretende ser, por tanto, una imagen del futuro, sino más bien un reflejo de su propio pasado, de su propio orige»
La polémica restauración no solo ha generado una amplia discusión internacional en torno a la rehabilitación patrimonial, sino que será llevada a la comisión de Cultura del Parlamento andaluz por el grupo Izquierda Unida, para comprobar si este era el resultado esperado por la Consejería de Cultura. Por lo demás, el edificio que antes recibía esporádicas visitas, hoy se ha convertido en la nueva atracción turística de la zona.
¿Por qué una restauración basada en la técnica de la Anastilosis —existen muchas otras alrededor del mundo— ha causado tanta polémica? ¿Realmente es una «masacre al patrimonio», como la han llamado otros medios? ¿Podría haberse llevado a cabo de mejor manera?
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