¿Es un robo legítimo el de un libro? Desde luego, hay varias maneras de asaltar una biblioteca; la más elemental es llevarse a casa algunos libros en un caso para tenerlos y leerlos porque se los ama, en otro para venderlos. Una forma más sofisticada, pero no por eso menos agresiva y brutal es la que estamos presenciando en este comienzo de era que algunos designan como macrismo y que vaya uno a saber cuánto va a durar y qué ruinas dejará cuando concluya. Lo que está robando es nada menos que el alma de la biblioteca, esa relación que se había creado entre el ámbito y quienes podían acceder a él.
Como advertimos en su momento (aquí), y como informamos a su tiempo (aquí), la ola amarilla de despidos anegó la Biblioteca Nacional Argentina. Ahora, además, se suma un nuevo capítulo de gravedad, con una injustificada presencia policial a modo de amenaza velada al conjunto de los trabajadores.
«Carros de asalto de la Policía Federal cercan la Biblioteca Nacional. Sin explicación y sin motivo, los trabajadores y trabajadoras que desde temprano fueron llegando al edificio se encontraron rodeados por efectivos policiales», denuncian desde una de las cuentas de los empleados en las redes sociales.
Efectivamente, en la mañana de ayer, dos carros de asalto de la Policía Federal cercaron el edificio situado en la frontera entre los barrios de Palermo y Recoleta. Afortunadamente, tras algunos intercambios entre los empleados y la policía, las camionetas abandonaron el recinto pasado el mediodía.
Según sus trabajadores, la puesta en escena se montó con el fin de amedrentarlos de realizar medidas de fuerza. Mientras tanto, los trabajadores exigen explicaciones sobre la presencia policial a la directora interina de la Biblioteca, Elsa Barber, y al director designado que asumirá en junio, Alberto Manguel.
A su vez, con anterioridad a los hechos de ayer, el exdirector de la biblioteca, el ensayista e intelectual Horacio González, se había pronunciado en contra de los despidos de un cuarto del personal total de la institución, y criticado al Ministro de Modernización Andrés Ibarra.
Otro intelectual, el prestigioso Noé Jitrik, dijo al respecto: «La Biblioteca ha dejado de ser lo que había sido hasta fines de noviembre del año pasado; sin ideas lo único que se le ocurre a la nueva dirección que balbucea algunas consignas reaccionarias es eliminar lo que le daba carácter y fuerza y echar gente. Su mayor, y triste éxito, sería que algunos solitarios lectores se refugiaran en el silencio de las salas para huir del ruido de las calles, del tedio de sus casas, del miedo a la vejez y, sobre todo, del desafío de saber y de pensar».