Nicaragua es uno de los países con mayor deserción escolar en Latinoamérica. Las cifras aumentan cuando se trata de las niñas, quienes muchas veces lo hacen por temor o inseguridad. Según Plan Internacional y la Universidad Centroamericana, una de cuatro niñas encuestadas dijeron que nunca se sentían «cómodas» al usar las letrinas de la escuela. Y eso es sólo una parte.
Reportes de distintas instituciones como ONU Mujeres y Unicef, muestran que tanto en Nicaragua, Honduras, Guatemala, Panamá, y otros países de la zona, las niñas sufren a menudo acoso y chantaje sexual en sus escuelas.
El primer motivo de estas inseguridades, son las grandes distancias que hay que, muchas veces caminar, para llegar a las escuelas. Además, las letrinas en los establecimientos están más aisladas, pero son totalmente rústicas: a veces no tienen pestillo, o se comparten con los niños, lo que se presta para acosos o que las espíen.
«No vamos al baño porque los niños nos espían al poner un teléfono celular en un zapato para grabarlo y verlo todo», dice una de las niñas. «Nos vienen a ver, quieren entrar», agrega.
Este tipo de acoso termina con las niñas sin ganas de ir al baño, ni de ir al colegio. Además, la poca seguridad de los cubículos permite que exista riesgo de violación. Por si eso fuera poco, los profesores hacen caso omiso o desconocen la situación.
A esto se agrega el «chantaje sexual» que a veces practican los mismos docentes, quienes piden «favores» para poner buenas calificaciones, acorralando a las niñas. No basta con que las hostiguen en los baños y deban aguantarse, además de caminar kilómetros. A veces les tiran piedras, otras las observan.
Muchos padres de zonas rurales temen dejar ir a sus hijos al colegio por estas condiciones. En Nicaragua, las cifras de este acoso duplican las de otros países de la región. Una realidad triste, que no debería suceder.