A pesar de que nunca conoció Europa, se le puede reconocer una belleza comparable con la moda del Viejo Continente en las representaciones tenebristas. Posiblemente, Echave Rioja pudo mantener contacto con el estilo imperante europeo a través de los grabados y pinturas firmadas por Zurbarán, Murillo y algunos pintores flamencos, que arribaron a la Nueva España.
Significativa y bella es la obra «El Entierro de Cristo», conservada en la colección de la Pinacoteca Virreinal de San Diego, en la Ciudad de México. Se podría considerar uno de los lienzos más importantes de la historia de la pintura en México, debido al gran realismo que el pintor imprimió en las figuras de Cristo y de María. A su vez, la escena alude a un momento de solemnidad, silencio y dolor. Aunque la composición es circular por la disposición de los personajes alrededor de Cristo, esta se abre en José de Arimatea —uno de los dos hombres que carga el cuerpo— y el personaje que levanta la antorcha para que de esta forma el espectador forme parte del conjunto.
Aún así, se trata de una apertura parcial, puesto que al mismo tiempo que la escena y la figura principal se muestran al exterior de la obra, se observan elementos que limitan la entrada, como es la pierna doblada de José de Arimatea, y el brazo del personaje de la antorcha que se antepone a la vista del espectador. Asimismo, el rostro de María nos recuerda en gran medida a las Piedades flamencas del Renacimiento, debido al levantamiento de la cabeza, el alargamiento del cuello y la expresión misma en los ojos y la nariz rojas así como la hinchazón de los párpados y las mejillas. A su vez, la influencia de los artistas flamencos como Roger Van der Weyden debe ser notada en la languidez y pesadez del cuerpo muerto de Cristo, así como el rostro afilado y los ojos cerrados que denotan más que la muerte, un sueño profundo. Por último, se encuentran aquí los instrumentos de la pasión, cargados por un niño que no aparece en el relato bíblico.