La revelación de que los ricos y poderosos están escondiendo fortunas de sus negocios secretos en paraísos fiscales, no es particularmente sorprendente. Sin embargo la escalada que ha tomado la filtración de 11.500.000 de documentos de Mossak Fonseca, un bufete legal que opera en Panamá, ha desatado una tormenta de reacciones, trayendo el tema de la justicia tributaria forzosamente de vuelta a la agenda pública. Es probable que el caso The Panama Papers sea sólo la punta del iceberg, y que si se revela más información acerca de los asuntos financieros de los líderes mundiales, las implicaciones para la política global sean enormes.
Las primarias del partido Demócrata en EEUU se han caracterizado por provocar ira hacia la ‘élite global’. El escándalo de los Panama Papers sólo echará más combustible a la indignación popular ante las acciones que se ven en las figuras del poder –aquellos quienes se han sentado en los laureles y han permitido que ocurra este gran abandono de la verdadera justicia.
Aunque en esta etapa no ha habido mayores caídas de norteamericanos en relación a la filtración, debido al escándalo todos los candidatos presidenciales estarán bajo el escrutinio público. Pero entre todos, nadie estará bajo más presión que Hillary Clinton, porque para algunos estadounidenses ella es la encarnación de la ‘élite global’, mientras Bernie Sanders es la antítesis.
La gran filtración expone globalmente a los gobiernos y cómo éstos hicieron la vista gorda e intencionadamente permitieron la evasión de impuestos por parte de los ricos. Aunque Clinton aún no ha sido ligada a malversaciones, la gente es consciente de que ella está entre la élite dominante, de la cual algunos miembros sí se han beneficiado con estas gestiones oscuras.
Se ha revelado que Clinton presionó para aceptar el tratado de libre comercio con Panamá, al mismo tiempo que Sanders se opuso abiertamente –citando una investigación que limitaría estrictamente la habilidad del gobierno de tomar medidas drásticas sobre actividades cuestionables o incluso ilegales. Aún si en futuras réplicas del escándalo tributario los Clinton permanecen ilesos, Sanders puede continuar explotando la narrativa de que Clinton es parte de esa población que tiene responsabilidad y que ha apoyado los flagrantes abusos del sistema a través de los tratados de comercio.
Como parece que el escándalo no va a parar aquí, ahora se ve altamente probable que los votantes indecisos se inclinen hacia el terreno de Sanders en las cruciales primarias que se avecinan; incluyendo a Nueva York. En una elección general, las evasiones de impuestos que siempre se le han achacado al republicano favorito, Donald Trump, lo dejarán en una posición delicada en comparación con el reluciente historial de Sanders. Él es el único candidato que incluso habla en términos del 1% versus el 99%. De asegurar su nominación democrática, las encuestas sobre la elección general sugieren que Sanders le ganaría por knock out a Trump.
Pero esto es más que una batalla de candidatos. Es una batalla de ideas. La globalización, pregonada por Hillary Clinton, ha permitido que los más ricos de la sociedad estrujen al sistema, mientras los trabajadores y los ciudadanos comunes y corrientes tienen que correr con los gastos. Esto se ha hido gestando por décadas y, como familia política, los Clinton no han hecho nada para remediarlo. Hillary continúa describiendo la plataforma política de su oponente como «demagógica», mientras las corporaciones que sí pagan sus contribuciones justamente, podrían fácilmente financiar varias de las propuestas de Sanders.
Mientras más tiempo se mantenga este escándalo en la atmósfera de la opinión pública, más beneficioso será para Sanders; y si se descubre otro esqueleto en el armario de Clinton, el camino de Bernie Sanders a la Casa Blanca estará pavimentado.
Análisis publicado originalmente por Matthew Turner en The Independent
Traducción, El Ciudadano