Escribió este magistral ensayo sobre un supermercado. Ahora todas las universidades la quieren

Esta es la historia de Brittany Stinson, una joven que tenía muchas ilusiones pero pocas posibilidades de ingresar a las universidad de sus sueños, debido a que el colegio de donde salió sólo le ofrecía 4% de oportunidades de quedar entre las universidades prestigiosas

Escribió este magistral ensayo sobre un supermercado. Ahora todas las universidades la quieren

Autor: Andrea Peña

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Esta es la historia de Brittany Stinson, una joven que tenía muchas ilusiones pero pocas posibilidades de ingresar a las universidad de sus sueños, debido a que el colegio de donde salió sólo le ofrecía 4% de oportunidades de quedar entre las universidades prestigiosas.

Sin embargo, Brittany fue aceptada en 5 de las 8 universidades de la prestigiosa “Liga Ivy” (Ivy League) y en Stanford por escribir un ensayo que le cambio la vida, sin proponérselo aunque con toda la ilusión.

La Liga Ivy , está constituida por la Universidad de Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth, Harvard, Pensilvania, Yale y Princeton y es conocida por la dificultad de ser admitido ya que entre millones de postulantes sólo escogen un porcentaje muy bajo, dependiendo del colegio de donde provengas y el de Brittany no le daba las mejores posibilidades.

 

Este es el ensayo, que Brittany compartió con el Business Insider :

Algunos alumnos tienen antecedentes, identidad, interés, o talento que ellos creen que son significativos, que los hace creer que su aplicación estaría incompleta sin ello.

Liberándome de las garras de mi mamá, corrí. Agitando los brazos y con las piernas regordetas que se agitaban debajo de mi, yo era la niña de dos años corriendo feroz por los pasillos de Costco un sábado por la mañana. Los ojos de mi madre se abrieron con horror mientras que yo desechaba mi churro. El cohete del cinnamon cortó con gracia su camino mientras que yo seguí con mi festín. Salí corriendo por los pasillos, mirando con asombro las toneladas de productos que habían ante mi. Quería probar y tocar, meter mi cabeza por la parte de los congelados, para explorar cada rincón. Era como un conquistador pero en vez de estar buscando la tierra El Dorado,  busqué por los pasillos las degustaciones gratuitas. Antes de inevitablemente me sentarán en un carrito de compras, alcancé a escalar una montaña de juguetes de peluche, miré la expansión que había ante mi: el reino de Costco.

Conocida por sus sus porciones de gran tamaño y de hotdogs de dólar cincuenta Costco es el vértice del consumismo. Desde los días que fui llevada en carritos de compras hasta que al fin fui lo suficientemente alta para llegar a las bandejas de las degustaciones gratuitas Costco ha tenido una gran presencia en mi vida. Como veterana de compras de Costco he navegado por los aislados pasillos empujando la mayor parte de mi peso sobre un carrito de compras lleno de generosidad que yuxtapone mi pequeño cuerpo. Con el tiempo, he desarrollado una habilidad para observar a los demás compradores con sus carritos llenos de burritos congelados, bolitas de queso y los suplementos para bajar de peso. Leer por los pasillos me dio tiempo para reflexionar, quién necesita tres libras de crema agría o el yogurt de marca es mejor que su homólogo menos conocido. Costco dio a luz a mi curiosidad sin límites.

Mientras disfrutaba un obligatorio hotdog, no me encontré a mi misma pensando sobre la bondad de “toda la carne” de la que se jactaba Costco. Yo, en cambio, pensé sobre las infinidades del uso de la crema agria, el movimiento de un proyectil de dicho tubo cuando es lanzando del octavo estante o quizás cuando es empujado de un carrito veloz por un escuálido diecisieteañero. Contemplé la filosofía : si existen treinta y tres onzas en un tarro de Nutella, ¿realmente disfrutamos de tener libre albedrío? . Experimente una difícil clase de física mientras que observaba a un comprador que no tenía conocimiento evidente en cómo funciona la inercia. Con el carrito de compras lleno se dirigió hacía la salida, continuaba avanzando mientras que perdía control de sus cosas y chocaba contra una TV pantalla plana de 52 pulgadas. Comprando el jamón navideño nos condujo a mi padre y a mi a una conversación sobre las controversias de Andrew Jackson. No había lugar para cuestionar la dedicación del viejo Hickory ; era firme con sus creencias y actividades- cualidades que me veo obligada a contemplar, aunque su moral este torcida. A ambos nos pareció que el jamón era más agradable y tierno.

 Adapté mis habilidades de exploradora, afinadas por Costco. Así como probaba el pollo o las trufas de chocolate, probé los reinos de la historia, la danza y la biología, todo en la búsqueda del carrito de compras perfecto- uno que desbordaba situaciones teóricas, nociones tontas y graves. Probé cálculo, crosscountry, la investigación científica, todos los que ahora son favoritos del hogar. Con una tarjeta en la mano hago lo que me da miedo. Absorbo al almacén que es el mundo. Ya sea intentando hacer yoga aéreo, aprendiendo a trazar radiación de cuerpos negros utilizando programas astronómicos o bailando frente a cientos de personas, me siento obligada a probar todo lo que cause hasta el mínimo interés en mi.

Mi intenso deseo de conocer, de explorar más allá de los límites del pensamiento racional; esto es lo que me define. Costco alimenta mi insaciable curiosidad y cultiva dentro de mi a nivel celular.Codificada a sumergirme en lo desconocido me resulta difícil aceptar complacientemente el qué; Quiero cazar los por qué y disecar los cómo. En esencia, yo subsisto en el descubrimiento.


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