La historia del hombre que pasó el casting de masterchef cocinando con «basura»

Esta historia fue contada en primera persona para la revista Vice, España y cuenta la historia de un hombre común, que decidió presentarse al popular concurso culinario, con ganas de pagar deudas y cierta autoestima en las artes de la cocina

La historia del hombre que pasó el casting de masterchef cocinando con «basura»

Autor: Andrea Peña

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Esta historia fue contada en primera persona para la revista Vice, España y cuenta la historia de un hombre común, que decidió presentarse al popular concurso culinario, con ganas de pagar deudas y cierta autoestima en las artes de la cocina.

Su historia es especialmente interesante pues los ingredientes que utilizó, no son nada convencionales.

Compartimos aquí contigo un extracto de su experiencia contada en primera persona:

«Este año me presenté a los casting de MasterChef a medio camino entre la gracia de salir en la tele y la emoción que supone exponer todas tus nociones culinarias ante la madre patria. En mi tierra (soy vasco) es muy típico competir entre la cuadrilla (los amigos)  para saber quién es el mejor cocinero así que esto no iba a ser muy diferente…

Como suelen empezar estas aventuras, fue mi novia quien me animó e incluso fue ella la que me apuntó —ya saben, «detrás de todo gran hombre blablablá»—. Mi interés en un principio oscilaba entre cero y nada, pero con el paso de las pruebas y la posibilidad de dejar de ser «simplemente» un mediocre al que le gusta la cocina para convertirme en alguien con un cierto nivel, me empecé a ilusionar máximamente con todo este asunto…»

Luego de pasar el primer casting que filtraba a unos 20 mil competidores…siguió su aventura:

«…Una vez dentro de los 300 elegidos —cocino bien de verdad, joder— los del programa nos llamaron para un macro casting regional en un conocido hotel de Barcelona. No digo el nombre porque no me acuerdo. En esta segunda fase el grueso de la prueba consistía en traerte una receta cocinada por ti en casa, con tus medios y arte para emplatarla. Todo ello delante de cámaras y junto a los otros 300 preseleccionados. Una hora y toda la fantasía culinaria de la que dispones para que te evalúe un cocinero del programa.

Antes de continuar con mi despechado relato, quiero confesar públicamente algo que solo unos pocos compañeros de trabajo sabían hasta el momento. Ahora que lo estoy soltando todo no tiene mucho sentido guardármelo: me propuse ir al casting con ingredientes sacados de la parte de atrás de un supermercado —es decir, de los deshechos—, una receta a base de todos esos productos que al final del día se van a la basura pero que para mucha gente en una situación realmente jodida son los únicos alimentos que se pueden permitir. Comida que sale en grandes cantidades por la puerta de atrás mientras que a la entrada se agolpan cada día colas de consumistas que, como buitres, esperan carne tibia, recién fenecida, como si fuese lo único que pueden comer.

A parte de esta motivación «ética», por decirlo de alguna forma, había otra mucho más banal y apremiante: después de Navidad me había quedado sin un duro y necesitaba ahorrar todo lo que pudiese y más. Antes que reivindicativo soy pobre.

Cuando me tocó ir a buscar la «materia prima» encontré una montonera de verduras (acelgas, puerros, minipimientos de distintos colores…), un par de bandejas de pollo (una de las cuales olía a sudor de anciano), pan de molde, yogures… A eso le sumé el bacalao (tipo de pescado) que me trajo mi madre de su última visita y ya lo tenía todo. Iba a entrar al casting con un plato low cost.

La verdad es que no tenía ni idea de cómo hacerlo y sigo sin tener ni idea de cómo lo hice pero el caso es que gané  y entré por la puerta grande a los últimos castings.

Si me lo permiten, creo que fue brillante la idea de coger comida semipodrida y presentarla con todo tu arte en un concurso de mindundis que quieren llegar a ser jodidos chefs…superarles y hacerlo con algo sacado  de la basura de cualquier supermercado roñoso … Y no solo eso, plantárselo a un tipo que en teoría tiene que saber de esto, que se lo coma y que me felicite. A esa gente se suponía que tenía que darles lo mejor, canela en rama… Pues toma: juego, set y partido.

Pero en fin, allí estábamos los últimos veinte, los pura raza de la cocina del pueblo, la aristocracia del fogón grasiento, los últimos de las cocinas. Como premio recompensa por nuestro tesón y sacrificio fuimos recompensados con la tan ansiada cuchara con el logo del programa. PREMIAZO. Creo que será la única herencia que legue a mis hijos… Pero vayamos al siguiente casting.

Siendo uno de los ganadores de la prueba de emplatado ese mismo día pasabas a una última prueba de cámara junto a nueve personas más.

A las semanas de mi gesta, recibí un mail donde me indicaban que no accedería al concurso. Pero para desquitarme de la mala noticia, a la semana siguiente preparé una improvisada alubiada para toda la oficina enfundado en un vestido de Frozen hecho para una niña de 12 años y con un camping gas. Para ellos y para mi madre siempre seré el campeón de esta temporada de Masterchef.«

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