Cuando hablemos sobre el pirata con más exito que jamás haya existido, mejor que tengamos en cuenta a uno particularmente rudo que mandó una flota de unos 80.000 marineros, a bordo de 1500 buques, a principios de 1800. El nombre de este pirata fue Chang Shih, eso si, no se ajustaba exactamente a nuestros estándares sobre piratas por una razón bastante obvia: era una dama.
Sacada de un burdel en Canton por la invasión de los piratas, terminó casada con uno de ellos, el famoso Zheng Yi en 1801. Pero no se resignó a la ociosa vida casera de la esposa de un marinero. En cambio, optó por ayudar a su marido a ser aún mejor pirata de lo que ya era. Juntos, crearon una coalición de grupos de piratas, que hasta entonces eran competidores, reuniéndolos en la Flota la Bandera Roja que, en su apogeo, se convirtió en una fuerza naval indiscutible en el sur del Mar de China.
Cuando Zheng Yi murió, en 1807, a Chang Shih no le quedó otro remedio que tomar las riendas. Como líder de la Flota de la Bandera Roja, impuso un estricto código de conducta y se aseguró de que los que rompieran las reglas recibieran un castigo acorde con su brutal reinado sobre los mares de la región.
Shih era famosa por saquear pueblos costeros, pero mantuvo una estricta protección sobre los aldeanos que apoyaron su causa. Decapitaba a sus propios piratas si desafiaban esta regla.
Su lado empresarial fue una lucrativa cadena de burdeles, aunque todas las mujeres, prostitutas o no, fueron protegidas de violaciones por su espada durante su reinado. Si un pirata tomaba una mujer, tenía que ser fiel. La infidelidad, la violación e incluso el sexo consentido con las mujeres cautivas se castigaba con la muerte.
Pero aparte de saquear la costa de Guangdong, estableció elaboradas redes de espionaje e incluso se alió con los agricultores para mantener su flota alimentada, empleando al hombre que fue la mano derecha de su difunto marido (y su nuevo amante) Chang Po Tsai.
Ni que decir tiene que además del apodo «El Terror del Sur del Mar de China», se ganó la atención no deseada de la marina de la dinastía Qing. Pero incluso ellos desistieron después de tres años de perseguirla y le concedieron la amnistía en 1810, permitiéndole que la pirata más impune que nunca deambulara por los maresa su antojo.