Elecciones en el radicalismo

Durante las últimas semanas, tanto en la prensa escrita como en algunos programas de televisión abierta y cerrada, se ha producido una especie de microdebate acerca de quién conducirá la política interna del radicalismo

Elecciones en el radicalismo

Autor: Sebastian Saá

Durante las últimas semanas, tanto en la prensa escrita como en algunos programas de televisión abierta y cerrada, se ha producido una especie de microdebate acerca de quién conducirá la política interna del radicalismo. Claro, ya que éste es el último partido de la Concertación que debe “renovar” sus directivas. Aparentemente existían dos líneas (teóricamente hablando) muy antagónicas y que estaban dispuestas a “competir” por la presidencia del partido más longevo de la política criolla. Por una parte surgió la figura del ex Senador Nelson Ávila como sector de oposición –si lo podemos llamar así- y por otra línea su actual timonel, el Senador José Antonio Gómez. Sin embargo, las expectativas de una verdadera elección interna en el radicalismo, dieron paso rápidamente a la política de los acuerdos, la utilización de la dedocracia como mecanismos de designación política, la nula participación de las bases en decisiones absolutamente claves para un partido que entre su doctrina se consideraba democrático y la ratificación en el cargo de su actual timonel, el mismo de la derrota de Frei ¿Qué habría opinado don Pedro Aguirre Cerda acerca de esta situación?

La decisión cupular y distante de la tradición radical de sus dirigentes, se apartó peligrosamente del valor que este partido le asignaba históricamente a la democracia y a la participación ciudadana por largos años, como fórmula política entre sus militantes. Pero no es de extrañar esta conducta entre sus ¿líderes? Primero, porque la construcción de liderazgos dentro de la Concertación ha sido un problema insoslayable y en el radicalismo eso se hace más palpable aún. Segundo, la pérdida del gobierno para los presidentes de los partidos de la Concertación significó un golpe muy duro, y el aferrarse a su partido a toda costa, parece ser el único objetivo de las actuales dirigencias. Tercero, la totalidad de los partidos de la Concertación reciclaron rostros, como queriendo dar una señal de evolución de este bloque de poder, pero aquello está muy lejos de ser un impulso de oxigenación para la oposición. Cuarto, con este tipo de conductas se reafirma que la Concertación no tiene rumbo, no reconoce en qué fallo, que la autocrítica no está dentro de la agenda interna y que su futuro se ensombrece cada día más.

Las interrogantes de quién será el presidente del PRSD ya se están despejando, pero los beneficios que ese centenario partido pretendía alcanzar dentro de la ciudadanía, serán absolutamente menores, porque de alguna forma el pueblo chileno ya está entendiendo el valor que tiene la democracia participativa y no el autoritarismo. El impedir la competencia al interior de un partido político genera suspicacias y lo que es peor, muestra ante la opinión pública que el sentido democrático está perdido por completo y que sus militantes no cuentan con los mecanismos relativos para ejercer cierto control sobre el actuar de sus dirigentes. Algo así como un monitoreo interno de cómo se ha conducido la política partidista y eso en el radicalismo se está debilitando. Podremos decir que ante la ausencia de restricciones o de controles internos de la militancia radical, el o los individuos que lideran los procesos tienen altas probabilidades de transformarse en tiranos, privando a su gente de un derecho fundamental en democracia: el de elegir.

Las bases radicales tienen un tremendo desafío por delante, ya sea para fortalecer a su partido, proyectar nuevos liderazgos o erigirse como una verdadera opción de gobierno si eso es lo que se persigue. No pueden cometer los mismos errores de la Concertación como el excesivo personalismo, la soberbia y la marginación ciudadana. Eso es lo menos democrático que hay  y deben de una vez por todas, deben erradicar todas esas prácticas trasnochadas y autoritarias que debilitan la imagen de los partidos y con ello, la calidad de la democracia.

Sin duda alguna, estas actitudes postpinochetistas agudizan la crisis de representatividad del radicalismo, de los partidos políticos y de la política en general, impidiendo el surgimiento de otras voces y de nuevas ideas. Con este comportamiento de los dirigentes radicales, se puede decir con total responsabilidad que la Concertación tocó fondo y será muy complejo revitalizarla, por cuanto los intereses personales están por sobre la historia y el bien comunitario. Sólo resta esperar ya que, como dice el dicho, todo cae por su propio peso.

Por Máximo Quitral

Investigador Inte-Unap


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