En Seattle, Estados Unidos, hay un preescolar que funciona dentro de una residencia para ancianos. Así, los mayores comparten tiempo con los más pequeños y unos aprenden de otros. La cineasta Evan Briggs filmó un documental que registra la riqueza de esta interacción.
Los programas intergeneracionales de este tipo benefician tanto a los niños como a los ancianos. Según explican en el sitio web de la institución, los mayores ganan autoestima y disfrutan de las risas y la alegría de los pequeños. Estos, por su parte, aprenden a aceptar a las personas con capacidades diferentes y a entender que los adultos también necesitan ayuda de vez en cuando. También logran comprender el proceso de envejecimiento y reciben todo el cariño de los residentes.
En cuanto se enteró de que funcionaba un preescolar dentro de un hogar de ancianos, la cineasta Evan Briggs supo que tenía que filmar un documental allí. Siempre había cuestionado el sistema de valores actual, por considerar marginales a las personas que alcanzan una determinada edad. Se preguntaba por qué se desperdicia toda la sabiduría y la experiencia de los ancianos en vez de aprender de ellos. Así, la película fue una oportunidad para difundir una iniciativa que lucha contra las concepciones que ella considera erróneas.
Briggs filmó su documental durante el año lectivo de 2012, yendo tres veces por semana al jardín de infancia y hogar. Lo hizo prácticamente todo ella sola. Pagó todos los costos del proyecto con su propio dinero y solo recurrió a la ayuda de terceros en la instancia de edición. Para ello, lanzó una campaña de financiamiento colectivo a través del sitio Kickstarter. Allí escribió que el film “captura las sutilezas y las complejidades de la interacción de los niños pequeños con los residentes mayores, mientras que nos desafía a pensar qué estamos haciendo para preparar a las próximas generaciones para el futuro”.
“Esta película muestra realidades complejas, pero en última instancia es una historia llena de vida y esperanza que espero que logre cambios positivos”, explica la cineasta. El largometraje se llama “Present perfect” (Presente perfecto). El título se refiere no tanto al tiempo verbal sino al hecho de que tanto los niños como los ancianos viven felizmente en tiempo presente. Las escenas retratan tanto el proceso madurativo de los niños como el envejecimiento de los mayores. Así, permite ver el crecimiento de ambas partes.
En las imágenes documentadas se ven las interacciones entre los niños pequeños y los residentes. Durante el rodaje, Briggs tuvo la oportunidad de presenciar aquellos momentos en los que los niños no estaban en el hogar. En su opinión, el espacio se transformaba por completo con la llegada de los más pequeños.
“Antes de que entren los niños, los residentes se veían poco vitales, muchos de ellos dormían. Era una escena deprimente. En cuanto los pequeños llegaban para tomar clases de arte, de música, para hacer emparedados para los sin techo o para hacer el proyecto que tocara ese día, los ancianos cobraban vida”, explicó la cineasta.
Desde que se lanzó el tráiler de cinco minutos que acompañó la campaña de financiamiento colectivo de Briggs, el preescolar adquirió mucha visibilidad y varias familias de la zona se interesaron en el programa. Incluso hubo quienes se acercaron para averiguar cómo podían replicar la iniciativa en su comunidad.
Para la cineasta, el preescolar es “un excelente ejemplo de integración de los mayores en la sociedad”. Espera que su documental genere una discusión seria sobre esta problemática. “Hacer esta película y sumergirme en el mundo de los hogares para ancianos me permitió ver con mayor claridad lo segregadas que están las generaciones en la sociedad. Conocer a los magníficos residentes del asilo me hizo notar la tremenda pérdida que sufrimos todos con esta situación”, destacó Briggs.
Fuente: LaBioguía