No hace mucho, escuché a un boludo -“experto” en previsión y decano de una universidad chanta-, declarar en la televisión que no hay nada mejor que la previsión por capitalización, y que los europeos lo entienden tan bien que a nadie se le ocurriría pensar siquiera en un sistema por repartición. ¿Imbécil o mentiroso? Los dos mi capitán. Hoy, por la quinta vez en los dos últimos meses, tres millones de franceses salieron a manifestar en las calles su rechazo a una reforma de la previsión que les obligaría a trabajar dos años más antes de jubilar, y que pone en peligro el sistema por repartición adoptado hace ya 65 años, a la Liberación.
Los ministros de Sarkozy, neoliberales afiebrados, vienen a la TV a defender la reforma, asegurando que “de lo que se trata es precisamente de salvar el sistema de previsión por repartición” que da señales de desequilibrio financiero. Los sindicatos, por su parte, rechazan la reforma, entre otros porque le abre las puertas al sistema por capitalización, esa maravilla que tenemos en Chile. Restablecer los equilibrios del sistema de previsión reduciendo las pensiones y alargando los años de trabajo obligaría a cada trabajador a efectuar un ahorro suplementario para poder comer durante su vejez. Y ese ahorro es el que le interesa capturar a las empresas privadas de seguros. El neoliberalismo que precipitó al mundo a la peor crisis financiera de su historia y que ha fracasado en todo, menos en mercantilizar hasta el aire, no soporta que haya ámbitos que escapen al lucro, a la codicia, a la especulación, al abuso, a la incuria, al peculado y a la concusión.
Contrariamente a lo que afirmaba el cretino mencionado más arriba, en Europa los sistemas por repartición -o dicho de otro modo por solidaridad entre las generaciones-, son más numerosos que los sistemas por capitalización que hacen la felicidad de las AFPs y forajidos similares. Lo que está en juego en Francia no es banal: El sistema solidario de previsión de los franceses representa masas de dinero considerables que son estimadas a la mitad de los presupuestos del Estado. En plata, las jubilaciones francesas representan más de 250 mil millones de dólares al año. Los José Piñera locales tiemblan de codicia. A propósito del desequilibrio financiero de este sistema, con el cual hace gárgaras la derecha, al año 2008 era de unos 7 mil millones de dólares. Si lo comparas con el déficit del sistema de garantía de las pensiones privadas de los Estados Unidos (casi un billón de dólares), no hay nada de qué asustarse: Bastaría con un pequeño impuesto a las stock options para cubrirlo.
En fin, que la cuestión que se plantea no es solo la gestión del gasto de la previsión, sino sobre todo la gestión de los ingresos. Como dice Jean-Luc Mélenchon, presidente del Partido de Izquierda galo, una reforma que le hace pagar un 85% a los trabajadores y un 15% al empresario no puede funcionar. En los últimos 25 años 10 puntos porcentuales de la riqueza nacional pasaron del bolsillo de los trabajadores a los del capital. O sea unos 273 mil millones de dólares anuales. Mélenchon se propone recuperar esos 273 mil millones para los trabajadores, con lo cual se acabarían los déficits de los sistemas de previsión y de salud.
A pesar de esa evolución tan regresiva para los trabajadores franceses, la distribución de la riqueza en Francia es del orden de 60% para el trabajo, y un 40% para el capital. En Chile el capital se lleva un sólido 62%, mientras que el trabajo recupera sólo un magro 38%.
De modo que millones y millones de trabajadores galos salen a la calle una y otra vez, para oponerse al abuso de las políticas que favorecen a las multinacionales, a un puñado de privilegiados, a los rentistas y a los especuladores. Y entre los académicos franceses no hay uno solo que venga a la TV a pretender que el sistema de previsión por capitalización -las dichosas AFPs-, no sean otra cosa que una banda de desalmados.
Allons enfants de la patrie…
Por Luis Casado