Desde fines del Siglo XIX, pasando por todo el Siglo XX y hasta el actual, los asalariados chilenos han protagonizado una historia de tragedias, injusticias, batallas reivindicativas, logros y reforzamiento de derechos, construyendo una gesta titánica.
El Bicentenario de Chile –más allá de la mirada elitista y mediática de los de arriba- lleva el sello de los trabajadores. La construcción y desarrollo de esta Patria no habría sido posible sin la participación más que activa, decisiva, de los asalariados, de mujeres y hombres del campo y la ciudad que durante siglos entregaron su sudor, su energía, su sangre, su valor.
En los 200 años de Independencia, Chile está marcado por luchas obreras y campesinas, por el surgimiento y fortalecimiento de organizaciones sindicales, por sucesos dramáticos que costaron la vida a miles de trabajadoras y trabajadores, por incesantes luchas para conquistar derechos y suprimir injusticias.
Parece inimaginable que en esta tierra, los asalariados recibían fichas como paga y eran explotados sin otorgárseles ningún derecho. Pero las jornadas de lucha iniciadas con las mancomunales e incipientes formas de sindicatos, permitieron a los trabajadores tomar conciencia de su situación, dar el paso de organizarse y entrar a la pelea por sus reivindicaciones.
Salarios decentes, jornada laboral de ocho horas, derecho a sindicalizarse, contrato laboral, derecho a huelga, atención estatal en salud, derecho a pensión, fueron conformando en tiempos contemporáneos algunas de las conquistas básicas de los trabajadores chilenos.
Sin embargo, los asalariados han sufrido pérdida de conquistas. Situarse en el país actual, cuando se celebra el Bicentenario pone frente a los ojos, de quien quiera ver, que en Chile no está extendido el empleo decente, el 70% de los pobres es gente que trabaja y, por tanto, que gana salarios míseros, hay precarización del trabajo, la sindicalización está inhibida, los contratos colectivos están acotados, el derecho a huelga está delimitado.
LA MARCA DE LA TRAGEDIA
El drama de los 33 mineros atrapados en la mina San José se suma a cientos de tragedias que han golpeado a la clase trabajadora, costando la vida de miles de seres humanos. Malas condiciones laborales y represión, están en el origen de incontables dramas de los asalariados de este país.
No en vano, en pleno Siglo XXI, las organizaciones sindicales reclaman mejoras en las condiciones laborales, regular más y mejor las faenas y las funciones de los trabajadores, garantizar empleos decentes, y terminar con la represión en contra de las organizaciones y movilizaciones de los trabajadores.
Un paradigma de la represión a las luchas obreras y populares fue lo ocurrido en 1907, cuando en la ciudad de Iquique se produjo la matanza de la Escuela Santa María, cayendo bajo las balas alrededor de dos mil hombres, mujeres y niños que habían bajado desde las salitreras a reclamar un trato más humano y justo. Durante la historia de Chile se produjeron otras matanzas que marcaron al sindicalismo, como las de Marusia y Coruña en 1925, San Gregorio, Ranquil y el mineral de El Salvador.
A mediados de los setenta y hasta finales de los ochenta se viviría uno de los ciclos más oscuros para la clase trabajadora. El Golpe de Estado de 1973 significó el asesinato, desaparición, tortura, cárcel, exilio y persecución para miles de dirigentes sindicales y cientos de miles de trabajadores. Se prohibieron y desmantelaron las organizaciones de los trabajadores y sus sindicatos. Se promulgó un Código Laboral que cercenó derechos laborales y precarizó el empleo.
ORGANIZACIÓN Y LUCHA
Entre finales del Siglo XIX e inicios del Siglo XX, los trabajadores sabían que con conciencia y organización podían defender sus derechos y materializar sus conquistas.
Ya en 1853 existía la mutual en Valparaíso, de los obreros tipográficos. En 1919 se funda la Federación Obrera de Chile (Foch), la primera en aglutinar a los obreros de todo el país, cumpliendo una labor histórica en la educación político-social, la organización y unidad, lucha y crecimiento del sindicalismo chileno. En esos años surge el liderazgo de Luis Emilio Recabarren.
Vendría un tiempo de desorganización, pero en los años treinta, en medio del gobierno del Frente Popular, se reaglutinan los trabajadores y se crea la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH). Luego viene otro período de auges y caídas del movimiento obrero que termina extinguiendo a la CTCH. Dirigentes sindicales bregan por recrear la unidad y surge la Comisión de Unidad Sindical. Un paso determinante se dio el 12 de febrero de 1953, cuando se funda la histórica Central Única de Trabajadores (CUT), teniendo como primer presidente al destacado líder obrero, Clotario Blest.
Entre 1964 y 1973 (períodos que gobiernan Eduardo Frei Montalva -64-70- y Salvador Allende 70-73), la CUT lidera las luchas más extendidas y los mayores logros sociales y laborales de los trabajadores, garantizándose profundos y extendidos derechos y avanzando en nuevas modalidades de propiedad y administración de empresas y dando un papel protagónico de los trabajadores en la conducción del país. En esos tiempos, la CUT es conducida por Luis Figueroa. Luego vendría el período dictatorial. Retornada la democracia, se desarrolla la Central Unitaria de Trabajadores y en el centro ha estado el echar abajo el andamiaje dictatorial de las leyes laborales y garantizar derechos plenos de los asalariados.
Iniciado ya el camino del tricentenario de la Patria, para los trabajadores el horizonte parece plagado de lo mismo: Lucha incesante por defender sus conquistas y por fortalecer sus derechos. Para tener trabajo decente y una vida digna.
Por Gonzalo Magueda
Prensa CUT
Ilustración: gritodelpueblo.blogspot.com
El Ciudadano N°88, segunda quincena septiembre 2010