Las historias de psiquiátrico han llegado a nuestros días a través de denuncias, mitos, fotografías de otro tiempo y películas.
El sufrimiento, dolor, abusos e injusticias que ocultan las paredes de este tipo de recintos alrededor del mundo, es la parte más oculta y sádica de la historia de la humanidad.
Muchas personas vivieron confinadas sin ningún tipo de respeto, intentando ser erradicadas como un mal de la sociedad que los rechazaba y no quería verlos. Fueron tratados peor que animales y muchos que fueron encerrados simplemente por pensar diferente, fueron conducidos por médicos inescrupulosos y experimentos macabros hasta la locura.
Este testimonio te dejará los pelos de punta:
“Frío. Es la primera palabra que viene a mi mente y el primer recuerdo de mi estancia en este lugar. No sé qué pasó antes y nadie se molestó en explicármelo durante mucho tiempo. Sólo recuerdo el frío de mi desnudez cuando quitaron las sábanas de mi cama y me despertaron a golpes. Sentía mi cuerpo herido, pero los nuevos azotes abrían un universo de dolor que no imaginaba. Cada segundo parecía una tortura que no podía empeorar, sin embargo, lo hacía. Desnudo, entre gritos, insultos y humillaciones me hicieron caminar junto a otras personas en la misma condición que yo. Despojados de toda ropa no podíamos sino correr para acelerar el tormento y buscar una explicación a lo que sucedía… Frío, eso es lo que sentía, pero no se comparó con el dolor del agua helada que llegó a mi a través de una manguera gigante, de ésas que usan para regar grandes jardines y que ahora era usada en mi contra. El agua causó yagas en mi cuerpo y la temperatura hizo estragos en mi salud, de eso estoy seguro. Si no estaba loco antes, aquí se hicieron cargo de que lo estuviera. Me pidieron expiar mis culpas y es lo que intento, por medio de letras llegar a una conclusión, definir esta lucha de egos, pues si yo soy un monstruo por mis pecados, ustedes lo son por lo que me hicieron. No lo niego, las voces me hablaban y a veces sabía que había cosas en donde nadie más podía verlas, pero nunca quise hacer daño a nadie y si llegué a provocar dolor, por eso me siento arrepentido. Ustedes, por el contrario, no muestran signos de lamento, no tienen una pizca de corazón al tratarme peor que un animal, pues de un loco ni siquiera la carne se puede usar. Ustedes son los que provocan el verdadero daño a la humanidad al llevar al limite la razón y la locura en una búsqueda enfermiza por “curarnos”. Hay dos opciones: someterme a sus actos o morir en este momento, y si están leyendo esto, significa que ya hace tiempo que me fui, pues el sueño eterno es preferible a la pasividad provocada por los choques eléctricos que ustedes proporcionan. No estaba loco cuando llegué, no estaba loco cuando me fui, pero ya conocí el infierno —nunca creí que fuera tan frío— y prefiero la muerte antes que permanecer en él”