Alrededor del mundo existen muchas personas que trabajan todos los días desde el anonimato para hacer del mundo un lugar mejor. Especialmente en América Latina, donde las realidades sociales y económicas son muy adversas para gran parte de las poblaciones locales, el activismo toma mucha fuerza. Porque allí donde las dificultades apremian, la creatividad y la solidaridad aparecen con toda intensidad para generar alternativas que transformen el futuro de estas naciones que, más allá de sus particularidades, comparten un origen común que en muchos casos estuvo marcado por colonialismo, explotación y pobreza.
Desde 1895, los premios Nobel se entregan cada año a personas o instituciones de todo el mundo con el fin de reconocer descubrimientos, investigaciones o contribuciones a toda la humanidad. Pero, aunque la mayor parte de nosotros ha oído hablar sobre el Premio Nobel de la Paz, o el de Literatura, posiblemente desconozcamos que existe también un Premio Nobel de Ecología.
Este premio, cuyo nombre real es Premio Ambiental Goldman, fue creado en 1990 por Richard N. Goldman y su esposa Rhoda H. Goldman, dos filántropos y activistas estadounidenses. Este año, el reconocimiento se lo ha llevado un latinoamericano: el mexicano Jesús León Santos; un hombre de 42 años que desde hace 25 años trabaja para reforestar su región de Oaxaca.
León Santos es un campesino indígena que, cuando tenía 18 años, y en el mismo momento en que muchos de los jóvenes de su edad elegían irse de la región en la que vivían, decidió cambiar el paisaje desolador que lo rodeaba por un sitio lleno de vida.
En la Mixteca alta, llamada la “tierra del sol”, la tierra es árida y es difícil acceder al agua y la leña. En esa región, compartida por los estados de Guerrero y Oaxaca, más de 50 mil hectáreas fueron perdiendo altura debido a laerosión del suelo producida por el sobrepastoreo, la industria de producción de cal y la cría intensiva de ganado.
Otros factores, como la tala intensiva de árboles también contribuyeron a agravar esta situación, derivando en un paisaje muy parecido al de un desierto.
Frente a esta realidad, Jesús comenzó, junto con otros pobladores, a desarrollar técnicas agrícolas precolombinas para volver esas tierras áridas zonas verdes y arboladas, aptas para el cultivo. Fue aquí donde encontró la pieza clave para cumplir con su objetivo: volver a reunir a la comunidad local.
Así fue como agrupó a 400 municipios y creó el Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca(Cedicam). Sin dinero de por medio, y entre todos, cavaron zanjas para retener el agua de lluvia, abonaron la tierra y plantaron cerca de cuatro millones de especies nativas.
Gracias a este intenso y dedicado trabajo, hoy la zona se encuentra reverdecida, hay alimentos, árboles, ¡y vida! Pero éste no fue el punto de llegada, ya que gracias al trabajo conjunto desarrollaron un sistema de agricultura sostenible sembrando una de las variedades del maíz más adaptada a las condiciones de la región.
Incluso las zonas linderas también se fueron contagiando de este ejemplo positivo, plantando árboles en su comunidad.
En la actualidad, además, Jesús impulsa la lucha contra los transgénicos, y sigue dándole pelea a la desertificación, al igual que lo hacen muchos activistas, y que lo hicieron otros como Berta Cáceres y Jairo Mora Sandoval, a quienes esta lucha les costó la vida.
Estas experiencias deben servirnos a modo de ejemplo positivo para replicar en todas las regiones del mundo, y para tomar conciencia, al fin y al cabo, que la tierra es nuestra y nosotros somos de la tierra.
Fuente: LaBioGuía