Reportaje: El andar de los migrantes en nuestro país

Perú, Colombia, Bolivia, República Dominicana y Haití nos resultan países cada día más “familiares”. Desde allá han ido llegando a Chile miles de nuevos vecinos, compañeros de trabajo, feriantes, parejas y conocidos. Pero, ¿qué tan abiertas están las puertas de nuestras casas para acoger al amigo cuando es forastero?

Reportaje: El andar de los migrantes en nuestro país

Autor: Daniel Labbé Yáñez
Familia dominicana: Mero (a la izq.) y Cristian ( a la der). Entre ambos su hija

Familia dominicana: Mero (a la izq.) y Cristian ( a la der). Entre ambos su hija

 

El rostro de Chile ha cambiado. En los últimos 20 años la sociedad chilena se ha diversificado. El país ha pasado de ser un espacio de tránsito a uno de destino para muchas de las personas procedentes de los países vecinos y del resto de la región latinoamericana. Una transformación provocada por el flujo migratorio, que se dirige de forma espontánea conforme a los cambios económicos y políticos, y que en Chile se ha concentrado en dos décadas, mientras en otras partes del mundo, como Europa o Estados Unidos, ha durado casi un siglo.

Según revela el Anuario Estadístico de Migración en Chile 2005-2014, publicado por el Departamento de Extranjería, la población de residentes extranjeros en el país alcanzó alrededor de las 411 mil personas en 2014. El informe detalla que la migración hacia Chile se concentra en los países limítrofes, quienes representan casi el 57% del total, siendo Perú (31,7%), Argentina (16,3%) y Bolivia (8,8%) los tres principales. Luego les siguen Colombia, Ecuador y España.

A mediados de los 90, los migrantes empezaron a quedarse en Chile porque en Argentina se les cerraron las puertas: “Hubo expulsiones masivas de peruanos y ellos fueron los que protagonizaron la primera oleada migratoria en un contexto de crisis política y económica en Perú”. Así lo recuerda el presidente del Comité de Refugiados y secretario general de la Coordinadora Nacional al Migrante, Rodolfo Noriega, abogado peruano, establecido como refugiado por más de 20 años en el país. Noriega explica que fue la comunidad peruana la que atrajo a más personas y que “difundió la idea de Chile como país de oportunidad”.

La dura ley que se viene

El aumento considerable de migrantes provocó cambios en las leyes y políticas para los extranjeros. Durante la dictadura, Pinochet otorgó más fuerza y poder a la policía para regular el control migratorio. Hoy, un nuevo proyecto de Ley de Migraciones espera debatirse en las cámaras legislativas. Una propuesta incluida en el programa de campaña de Michelle Bachelet y que, a juicio del abogado, es “incongruente” porque lo plantearon como una ley que tenía que tener un enfoque de derechos humanos y, en cambio, su línea está basada en la seguridad.

Noriega compara la legislación actual con la propuesta que tiene el Gobierno encima de la mesa. Concluye que en el texto propuesto, elaborado por los funcionarios del departamento de Extranjería a partir de un diálogo previo con los insumos aportados por las organizaciones sociales y de inmigrantes, el binomio seguridad de Estado “se repite en más ocasiones que en el texto de Ley de Extranjería vigente”. De acuerdo a esta observación, la futura Ley de Migraciones sería más represiva que la instaurada por el dictador.

El jurista destaca que las facultades que tiene la policía en la ley que se viene son más amplias porque pueden “juzgar si sales o no del país, la aplicación o no de la ley y considerar informes de las policías vecinas para decidir si tienes derecho o no a ingresar”. Además, critica que “van haber centros de retención o detención de extranjeros, es decir, cárceles con otro nombre, expulsiones en frontera, expulsiones express y un registro nacional de inmigrantes, al que solo tendrá acceso la policía, que tendría carácter secreto y reservado.”

Denuncia también que “existirá el arraigo nacional por deudas, decretado no por un juez, sino por la administración pública, y que el interés superior de un niño lo definirá una secretaria que va a poder decidir si puede salir con la mamá del país, o tiene que vivir con su tío”. En definitiva, Noriega explica que el actuar del Estado que hoy es declarado ilegal por los tribunales en base a la ley vigente de Extranjería, con este proyecto pasaría a ser legal.

Rodolfo Noriega. Foto: revistasur.cl

Rodolfo Noriega. Foto: revistasur.cl

Una lógica que iría absolutamente en contra del anhelo de las comunidades extranjeras en Chile, las que -en cambio- reclaman una nueva Amnistía Migratoria. “Demandamos que en la nueva ley sean acogidos todos los inmigrantes de todas las nacionalidades que están de manera irregular. Que Chile les de la oportunidad de desarrollarse de una manera digna, legal, que ellos puedan regularizar su situación migratoria y lograr sus sueños”, sostiene el presidente de la comunidad de República Dominicana en Chile, Óscar Canelo, quien además es miembro de la Coordinadora Nacional de Inmigrantes, que agrupa a Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, República Dominicana y Venezuela, y en la que Haití está en camino de ingresar.

En 1998 hubo una “Amnistía Migratoria” para los peruanos que habían llegado a Chile como consecuencia de los conflictos internos en ese país, la que benefició a cerca de 21 mil inmigrantes. Una nueva se aprobó en octubre de 2007, favoreciendo esta vez a 50 mil extranjeros de 20 nacionalidades, en su mayoría de América Latina. El país más beneficiado fue nuevamente Perú, ya que 45 mil personas en situación irregular pudieron acceder a su residencia definitiva y con ello –en teoría- a condiciones laborales y de protección social iguales a las del resto de los chilenos.

Ilegales

Uno de los principales problemas de los inmigrantes que están ilegales y en situación económica precaria es el hacinamiento. “No hay política de vivienda para ellos. La única variación que se hizo (2015) es que antes para postular a un subsidio tenías que tener 5 años de residencia definitiva; ahora si te la dan en la mañana, puedes postular en la tarde al subsidio”, sostiene Enrique Reyes, quien profundizó en esta realidad a través de su tesis profesional sobre las relaciones y dificultades en la comunicación de los funcionarios municipales con los inmigrantes latinoamericanos y caribeños, y actualmente es el encargado del área de inmigrantes del PRO.

El escenario más complicado está en Estación Central y Santiago centro, dice. En este último sector “ya no hay espacio, por lo que los extranjeros han comenzado a moverse hacia Quinta Normal. Ahí hay pobreza escondida, porque tú ves casas muy bonitas por fuera, pero adentro tienes a 30 o 40 familias viviendo”.

Hoy en el país unas 125.000 personas se encuentran en situación irregular, la mayoría de ellos peruanos. Las cifras se van a sostener más o menos así porque los volúmenes de migrantes se mantienen. Pero en este momento el ingreso ilegal de personas al país es  principalmente de dominicanos, que son los que tienen más problemas para entrar.

No es el caso del dominicano Oscar Canelo, a quien le ha ido bien. Llegó hace 7 años a Chile a trabajar en la empresa Cartonera Chile, donde hoy es gerente general. Sin embargo, tiene muy claro que la situación de una gran parte sus compatriotas en nuestro país está muy lejos de ser como la suya. Los dominicanos en Chile son alrededor de 25 mil, de los cuales unos 14 mil están en situación irregular. “Hay más ilegales que legales. Cada semana, entre 10 y 15 dominicanos ingresan de esa forma”, destaca Canelo.

Óscar Canelo

Óscar Canelo

¿La razón? La obligación que tienen los ciudadanos de ese país desde hace unos dos años de llegar acá con una visa consular. Esto, con el fin de que permanezcan en la República Dominicana. “Eso ha significado que hay un tráfico muy grande de dominicanos, quienes pagan 5 mil a 6 mil dólares para ingresar a Chile”, explica Enrique Reyes.

El caso más conocido de ingreso irregular es el vinculado con la ciudadana dominicana Clara Corporán Minaya, quien en septiembre de 2014 llegó a Chile extraditada de su país, como líder de una organización criminal que internaba ilegalmente dominicanos y colombianos. Junto a los chilenos Ariel y Cristian Carpio Mamani, Corporán cumple hoy una pena efectiva de 5 años y un día de presidio.

A través de la agencia Sky Travel, ofrecían a los extranjeros llevarlos hasta Iquique, asegurándoles que su ingreso al país sería legal. Eso a cambio de 2 mil dólares. Primero los trasladaban a Bolivia y luego –tras cobrarles de manera extra entre 200 y 400 dólares más– los pasaban a Chile. En nuestro país, sin embargo, se les exigían otros pagos para dejarlos en Iquique. En total, la agrupación habría ingresado de esa forma al menos a 83 ciudadanos dominicanos y colombianos.

Sin embargo, otras historias tienen mejor final, como la de los dominicanos Cristian y Mero (imagen central). Ella entró a Chile por Bolivia, de forma ilegal en búsqueda de una vida mejor. Y la encontró. Trabajó como nana, empezó a legalizar sus documentos y conoció a Cristian, su pareja, con quien tiene una hija de pocos meses.

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Él llegó en 2011 para buscar una fuente de trabajo. Ejerce como mecánico, como todos los miembros de su familia y reconoce que alguna vez se ha topado con chilenos “racistas” que critican a los inmigrantes porque “dicen que venimos a quitarles la pega”.

La mirada hacia el otro

“No, ellos vienen a puro estorbar”. Esa fue la contrarespuesta que recibió Enrique Reyes de un profesor mientras presentaba su tesis. El docente le había preguntado sobre los aportes que vendrían a hacer los inmigrantes a Chile. Luego Reyes se enteró que el profesor hacía también clases en la Escuela de Investigaciones de la PDI.

Hoy ata cabos y puede señalar que una de las primeras dificultades que enfrentan los inmigrantes en nuestro país es en los pasos fronterizos. “Quien autoriza a ingresar o no a una persona es Investigaciones. Ellos dicen este sí, este no, en base a su criterio policial. Por ejemplo, más allá de que tú llegues con todos tus papeles, si eres colombiano te reviso completamente, todo; y si eres negro, también te reviso y trato de sacarte algo; si eres mujer trato de aprovecharme. En los pasos, a las mujeres las meten a un espacio aparte, les preguntan por qué viene, a qué viene, y las tratan mal”, describe Reyes, quien vivió de cerca una experiencia así con una ex pareja colombiana que ingresó por Chacalluta, en Arica. “No la dejaron pasar; ella era artista, traía unos trabajos de cerámica, se los hicieron tira todos, querían ver si traía droga”, detalla. “Los que entran con más facilidades son los de pelo claro, los venezolanos, los argentinos”, agrega.

En opinión de Cristian, el mecánico dominicano, “en Chile hay racistas y clasistas. Hay gente que te mira por encima del hombro. Pero no son todos así, en el sur entienden nuestra cultura. La gente que ha salido del país son más abiertos y acogedores. El santiaguino es racista. A mí me han dicho ‘cállate, que tú no eres chileno´”.

Algo particular ocurre con la comunidad colombiana. Rodolfo Noriega explica que “cuando empezaron a llegar los chilenos decían ‘¡ay, qué bonitos, gente simpática, alegre, morena, bohemia, mujeres hermosas, voluptuosas!’ Ahora, en cambio, son negras por acá y por allá. Con toda la carga del discurso xenófobo alimentada por la ignorancia”.

Por su parte, Enrique Reyes cree que, si bien aún persiste la discriminación, ha habido un cambio: “Hace 10 años había un nivel amplio de discriminación, sobretodo respecto de los peruanos. Ellos supuestamente venían a quitarle el trabajo a los chilenos. Los programas de televisión se dedicaban solamente a denunciar que los inmigrantes venían a hacer daño, no a aportar”, señala. Sin embargo, apunta, eso ha cambiado con el transcurso del tiempo “básicamente por lo que han hecho los propios inmigrantes”. “Yo creo que la relación es distinta a la que se muestra en los medios. Ocurre lo mismo que pasa con los homosexuales, con los transgénero, que en los sectores donde viven se ven tratados de manera normal, pero para los medios, para hacerlos noticia, los hacen parecer distintos”, agrega.

Haitianos en bici

 

Por su parte, Rodolfo Noriega señala que “hay un sentimiento común de que la migración es positiva pero no hay un reconocimiento, hay temor a reconocer eso. Nuestra tarea es cambiar esa percepción y que cada vez sea más reconocida la comunidad migrante”. Una forma prejuiciosa de entender al otro que tiene mucho que ver con la mirada que durante 40 años Chile mantuvo puesta hacia dentro: “En Chile, el mundo no pasaba de Argentina, Estados Unidos y Alemania, no había noticias internacionales”, explica Noriega.

En esa mirada, lo extraño y lo distinto genera temor y con esa excusa se han podido justificar muchas de las políticas migratorias aplicadas en el país, así como el clientelismo político que busca el beneficio electoral: “En el norte tuvimos políticos, como el candidato de la UDI por Iquique Fernando Manterola, que hace 15 años decía que había que hacer una cacería de los peruanos. Hoy ese discurso lo repite la alcaldesa de Antofagasta, Karen Rojo”, dice Noriega.

La edil ha sido duramente cuestionada luego de que en septiembre de 2015 solicitara al Gobierno Regional acelerar la expulsión de extranjeros irregularmente documentados, dado que, según ella, constituyen “un grave peligro para la sociedad”. Eso, a raíz del asesinato de un peluquero y la agresión a dos hombres chinos, donde en ambos casos participaron inmigrantes con órdenes vigentes.

Ese tipo de discursos “hacen eco”, asegura Noriega. Según él, “la mayor discriminación, la mayor segregación no es la popular, es la institucional la que se practica en las leyes, las instituciones y la Constitución”. “Si la Constitución te discrimina, si existen leyes que dicen ‘eso para chilenos’, si existen prácticas en el departamento de Extranjería que dice ‘usted tiene que acatar nuestras leyes’, si el funcionario te pide el documento de identidad con cédula chileno y no sirve el pasaporte, eso es una lógica que reproduce la discriminación”.

En ese sentido, tanto Manuel Alarcón -representante de la comunidad colombiana en la Coordinadora- como Enrique Reyes, hacen hincapié en que hay un problema relacionado con la burocracia. “No se distribuye bien la información. Los funcionarios tienen que saber que tienen que atender al migrante por ley. Y muchos no lo saben y algunos no quieren atenderlos. Por ejemplo, hay niños a quienes no dejan matricularse y la ley obliga a escolarizar al migrante”, indica Alarcón. Por su parte, Reyes plantea que hay una deficiencia del Estado que no baja la información a los servicios públicos, en términos de cuáles son los derechos de los migrantes. “Los empleados municipales no entienden las leyes, no se las saben. El Estado no se está preocupando de bajar esa información. Llega principalmente a los niveles centrales y a los académicos”, explica.

Derribar estereotipos

El imaginario que las sociedades construyen sobre el migrante muchas veces no se corresponde necesariamente con la realidad de las personas que dejan atrás su tierra. Por ejemplo, a menudo se asocia la decisión de empezar la vida en otro lugar a la falta de oportunidades en los países de origen. Daniel Alerte es de Puerto Príncipe, en Haití. Llegó hace cinco años y trabaja como operario en una fábrica de productos de construcción. “Quise hacer una aventura. No fue algo específico. Chile era el país al que tenía la posibilidad de venir y vine. Se veía mucho el Festival de Viña del Mar y los famosos Reggaeton Boys y dije: ´Si tres haitianos pudieron hacer historia, yo también puedo hacerlo`”.

Daniel Alerte

Daniel Alerte

Tampoco Batiste Jnwlbens salió de Haití huyendo de la pobreza. A sus 22 años llegó a nuestro país donde ya lleva dos y medio estudiando para técnico de mecánica automotriz. Reconoce que el título entregado por un establecimiento chileno va a valer más en su país, pero aún así es crítico con el sistema de educación básica nuestro, al que califica de “insuficiente”. “En Haití te enseñan en la escuela francés, inglés y español”, explica. Algo en lo que coincide Daniel Alerte, que afirma que “el 40% de los jóvenes haitianos son bilingües, porque allá la educación es muy diferente: el que no habla español habla inglés, aparte de nuestro idioma”.

Para Daniel este estigma es en parte culpa de la televisión. Ahí, dice, muestran principalmente la parte pobre: “Para muchos de los chilenos un haitiano es un pobre, un muerto de hambre, y eso no tiene nada que ver. Hay haitianos que tienen educación, hay otros que son trabajadores, otros que son delincuentes, como en todas las partes del mundo”.

Batiste Jnulbens

Batiste Jnulbens

Aportes que enriquecen

Más allá de las etiquetas y estereotipos que rodean al inmigrante, lo cierto es que la diversidad cultural es un factor profundamente enriquecedor en cualquier sociedad. La convivencia cultural, la integración, el intercambio, son elementos que, sin duda, potencian las sociedades y sus gentes.

Para Enrique Reyes el aporte es innegable: “En la gastronomía, en lo laboral, en la tasa de crecimiento económico, de natalidad”, dice, destacando además la importancia y el nivel de los profesionales que han llegado a trabajar en distintas áreas. La educación es una de ellas: “Si hay más profesores extranjeros, va a aumentar el bagaje cultural porque en el colegio no te van sólo a hablar de Bernardo O´Higgins”, ejemplifica. “El aporte que han hecho en el entendimiento de lo que es la ciudadanía. La relación que han tenido los chilenos con ellos ha sido como de aprendizaje”, agrega sobre los beneficios de la migración, que -dice- se reflejan, por supuesto, también en la alimentación: “En las poblaciones se han ido desarrollado otro tipo de relaciones con la comida. En la feria hay otros alimentos y la gente aprendió a comer otras cosas”, releva.

Por otro lado, Rodolfo Noriega destaca como otro importante aporte la fuerza laboral del inmigrante, sin la cual, dice, “Chile hubiera sufrido más el efecto de las crisis internacionales y en la reconstrucción del terremoto de 2010, sin su trabajo no se hubiera podido levantar tan rápidamente el país”. Y agrega: “Hemos venido a ocupar esta necesidad de fuerza de trabajo que no tiene el país”.

¿Cómo transformar estos aportes en un combustible que alimente una relación entre iguales, basada en la integración y con el objetivo de construir un proyecto colectivo de forma integral y en todos los ámbitos de la vida?

En esta línea, el abogado apuesta por “desarrollar desde lo popular una integración de todas las comunidades”. El dirigente considera imprescindible “la unidad y manejar un discurso de todos” y rechaza ser selectivo: “A mí el discurso de hablar de lo latinoamericano por hablar de lo latinoamericano simplemente no me parece, no se entiende”. Su propuesta pasa por que “somos personas y hay que hacer que se nos respete en conjunto, un trato igual que el que tienen los nacionales”.

Por Meritxell Freixas Martorell y Daniel Labbé Yáñez

*Reportaje publicado en la edición n° 175 de El Ciudadano


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