Así fue como una chica de 18 años reinventó la máquina de diálisis

Comenzó haciendo proyectos de ciencia para el colegio, para finalmente lograr una solución económica y cómoda que podría facilitar -e incluso salvar- las vidas de muchas personas.

Así fue como una chica de 18 años reinventó la máquina de diálisis

Autor: Sofia Olea

anya pogharian machine

Para un proyecto escolar de ciencias, Anya Pogharian creó un riñón artificial. Pero después de trabajar como voluntaria en un hospital, la canadiense de 18 años, que vive en Montreal, se dedicó a inventar una versión barata y portátil de la máquina de diálisis, con la idea de hacerla accesible para las personas de países en desarrollo. Anya todavía es muy joven para la escuela de medicina, pero podría estar transformando el mundo de la salud. Aquí, ella misma cuenta cómo:

No había oído jamás acerca de la diálisis al momento de entrar como voluntaria en el hospital, pero me interesó cuando empecé a trabajar en el piso de diálisis. La gente venía después del trabajo a tratamientos de tres horas [para filtrar las toxinas de la sangre debido a una falla en el riñón]. Mientras los pacientes estaban conectados a las máquinas, jugábamos bingo.

Aprendí acerca de la gran necesidad de diálisis en países en desarrollo. Una típica máquina de diálisis cuesta al rededor de $30.000 dólares (casi 20 millones de CLPesos) y requiere de agua ultra pura, lo que no es fácil de conseguir. Es por eso que decidí inventar mi propia máquina de diálisis portátil y económica.

Nunca había inventado nada; por eso, para aprender más, arreglé una reunión con un nefrólogo. Incluso los médicos que operan las máquinas, no siempre conocen bien su mecánica. Pero aprendí cómo funcionan leyendo manuales de usuario en Internet. Entonces compré los componentes esenciales: una bomba, sensores de temperatura y presión, y un filtro. Luego creé un circuito, un detector de burbujas de aire y un micro controlador. Todo costó unos 600 dólares [casi CL$400.000], un quinto del costo de las máquinas de diálisis que hay en el mercado. La probé con agua y con colorante para alimentos. Después de 300 horas de trabajo, presenté el primer prototipo en mi escuela y se ganó el tercer premio en la Feria de Ciencias de Canadá.

Ese verano, después de cambiarle el diseño, ya estaba lista para usarla con verdadera sangre. La llevé a una organización de donantes de sangre y la conecté a una bolsa de cuatro litros. La muestra estaba llena de potasio y otras impurezas, porque había estado almacenada por seis días, pero le agregamos aún más. Queríamos ver qué podía hacer la máquina. En una hora, todas las impurezas estaban reducidas y el potasio había desaparecido. Podríamos haberla detenido a los 20 minutos.

He oído de gente que quiere adquirir mi máquina en India, Pakistán y Sudamérica. Aún no está lista para el público, pero mi trabajo no se detiene. En un año tiene que haber algo que las personas puedan permitirse en los países en desarrollo. La necesidad no es negociable.

Por Anya Pogharian

Fuente, mental_floss

Traducción, CCV, El Ciudadano

 


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