La muerte es una tragedia que muchos queremos evitar. En especial, cuando se trata de mortalidad infantil. En las últimas décadas, los gobiernos latinoamericanos han puesto un gran esfuerzo en evitar ésto, y bajar los índices de muerte en niños. A veces suceden por causas que parecen insólitas, como desnutrición, diarreas, o infecciones que parecen inofensivas.
Pero la batalla se gana en los primeros años de vida, para luego volver a atacar en la adolescencia y cobrar jóvenes vidas.
El asesor regional de protección de la UNICEF, José Bergua, comenta que «Hay otros virus a nuestro alrededor que están instalados, como es el caso de la violencia, y la respuesta está muy lejos de ser satisfactoria, no está ni siquiera a la altura del problema», señalando que el problema no radica sólo en las enfermedades.
Según las cifras que maneja la organización, América Latina y el Caribe tienen las mayores tasas de homicidio a niños y adolescentes en el mundo.
La violencia es entonces la peor arma, que está cobrando más vidas jóvenes en el continente. Los barrios marginales son los que cuentan con más peligro, pero en cifras, nadie se salva.
«Generalmente cuando uno escucha los tiros, sale a ver quién es la víctima. Como sucedió muy cerca de la casa, me vinieron a avisar. Así como les había tocado a otros, lamentablemente ese día me tocó a mí: la víctima era mi hijo. No lo pude ver con vida, lo llevamos al hospital pero ya estaba muerto«, recuerda un padre a BBC Mundo.
«Hidden in plain slight» es el estudio que publicó la UNICEF el 2014 acerca de este tema. Son siete los países con las tasas más altas de violencia, donde el homicidio es la principal causa de muerte entre tan sólo los 10 y 19 años de vida.
Panamá, Trinidad y Tobago, Guatemala, Colombia, Brasil, El Salvador y Venezuela son los señalados. Acá los asesinatos superan a los accidentes de tránsito u otras causas de muerte. Al mismo tiempo, los últimos tres países mencionados tienen la mayor cantidad de muertes en el mundo.
Las llamadas «balas locas» también son responsables, como cuenta Gloria Perdomo, coordinadora del Observatorio Venezolano de la Violencia: «La pequeña estaba durmiendo en su camita cuando se desató un tiroteo en la calle. La bala traspasó la pared de su casa y le pegó directamente en la cabeza«.
Así, cientos de niños y adolescentes pierden sus vidas, sueños y todo lo que tienen por delante. Son muchas las formas, pero el fondo es sólo uno: la violencia. Violencia de la que no hablamos lo suficiente, y que aún nos falta por ocuparnos realmente de ella.