Si es verdad eso que dicen de que una imagen vale más que mil palabras, estos documentos tal vez digan sobre sus autores más que cientos de sus páginas. En la recopilación, encontramos autorretratos de todos los estilos y para todos los gustos y colores: desde elaboradas pinturas a óleo hasta garabatos hechos a vuela pluma, e incluso alguna que otra fotografía.
Uno de los más sorprendentes es el de Borges, un verdadero laberinto de líneas temblorosas que dice mucho del autor argentino. Este retrato, y algunos más de los que forman la recopilación, guardan detrás una curiosa historia.
Todo comenzó a mediados de los sesenta en el Vanguard, un local neoyorkino de moda, cuando Burt Britton, uno de los camareros, pidió a un cliente un autorretrato. El cliente en cuestión resultó ser Norman Mailer. A partir de ese momento, el avezado Britton fue a la caza y captura de autorretratos de celebridades, sobre todo escritores, aunque también consiguió algunos de actores, músicos o deportistas. Con el tiempo llegó a reunir cientos de autorretratos, dos centenares de los cuales fueron subastados en 2009 por Bloomsbury por cantidades nada despreciables. Cada uno de ellos se ha llegado a cotizar por una cantidad que oscila entre los 2000 y los 4000 dólares de media. Borges conoció a Britton cuando ya prácticamente estaba ciego, lo que en cierto modo explica porqué su autorretrato es como es. Un autorretrato, por cierto, que en la subasta llegó a los 5000 dólares.
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