De la proporcionalidad en la política golpista

Algunas ideas surgidas respecto al golpe parlamentario a Dilma en curso: Confluyen en el golpe en curso contra Dilma en Brasil varias experiencias latinoamericanas de golpe de Estado como práctica política ad hoc a nuestros sistemas políticos administrativos

De la proporcionalidad en la política golpista

Autor: Wari

Pelao CarvalloAlgunas ideas surgidas respecto al golpe parlamentario a Dilma en curso:

Confluyen en el golpe en curso contra Dilma en Brasil varias experiencias latinoamericanas de golpe de Estado como práctica política ad hoc a nuestros sistemas políticos administrativos. Tengo en mente los ejemplos de Paraguay 2012 y Honduras 2009. La derecha, el golpismo en general, demuestra manejar la proporcionalidad del golpe. Si los golpes que vemos son “parlamentarios” -o como se diría antiguamente “palaciegos- es que el peligro o la situación que se quiere controlar o poseer es estrictamente “política” o “palaciega”. Lo que se quiere controlar con estos golpes no son amenazas al sistema económico, o a la cultura imperante o al militarismo, pese a que existan discursos exagerados que toquen estos temas, y no podrían no haber esos discursos, en tanto estos golpes son parlamentario-mediáticos y en ambos casos se nutren de discursos-crisis.

La acción del golpe parlamentario es proporcional a aquello que los sectores golpistas ven como un problema, peligro o amenaza: controlar el poder ejecutivo. En estos casos se ha tratado de golpes simbólicos -no por ello faltos de realidad y efectos- en tanto esa amenaza (un poder ejecutivo discursivamente progresista) no es una amenaza al sistema económico profundamente capitalista, neoliberal incluso, imperante en estos países, ni es tampoco una amenaza a las formas regulares de la industria cultural ni a los usos y costumbres imperantes en esas sociedades.

Han venido siendo en Honduras. Paraguay y ahora Brasil conflictos por el sillón presidencial, que cuidan no hacer perder la “gobernabilidad” (y la credibilidad en ello) y normalizan el golpe parlamentario como parte legítima de los usos democráticos posibles constitucionalmente. Quienes cuidan esta gobernabilidad son tanto los golpistas como los golpeados: los golpistas diciendo que todo es legal, legítimo y necesario y, los golpeados no diciéndolo pero haciéndolo, participando en lo inmediato de las elecciones que se presenten, llevando candidaturas que legitiman procesos denunciados por ellos mismos como procesos golpistas, no resistiendo de ningún modo a los golpes, en los hechos llamando a la normalidad, pidiendo tranquilidad.

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La economía, la cultura, el peso de lo militar no han sido afectados en lo medular por estos gobiernos golpeados. Al contrario, se han preocupado de fortalecer la participación del empresariado en las actividades económicas que involucran al Estado, en dar espacio amplio a la inversión extranjera, en mantener buenas relaciones con trasnacionales, especialmente las trasnacionales del extractivismo. Es posible, por ejemplo, entender al gobierno del PT en Brasil como un largo periodo de APP (alianza público-privada), fortaleciendo a las empresas privadas y semiprivadas brasileñas para que se conviertan en «competidoras globales».

En lo cultural, las respuestas simbólicas al crecimiento de la clase media lograda por las políticas económicas neoliberales de esos gobiernos progresistas, han sido dadas por los sectores retrógrados, conservadores, fundamentalistas con formato de sectas (sectas-partido), fundaciones y causas provida, más que por sectores abiertos, originales, diversos, críticos, fagocitados las más de las veces a la calidad de «cultura oficial», con sus representantes emblemáticos en puestos gubernamentales directivos de confianza, habiendo perdido en el cambio todo contacto que alguna vez tuvieron con las culturas populares. El progresismo cultural, la izquierda cultural, en estos gobiernos se ha transformado en un apéndice involucrado en relatar dócilmente el gobierno que les cobija y transformándose en algo sin importancia para el cotidiano cultural de los pueblos, quienes son ganados por la oferta espiritual de individualismo y consumismo que desde la religión se ofrece, ad hoc a una época individualista consumista.

Por ellos no son necesarias las intervenciones militares para derribar gobiernos, ya que las fuerzas armadas han sido fortalecidas e incuestionadas por estos gobiernos progresistas y los golpistas solo necesitan ofrecer igual trato. La sensación de crisis la crean no los los bombardeos, ni los cuartelazos, sino los medios masivos de manipulación. Esa sensación de crisis aparece siempre acompañada de un antídoto: Todo se resuelva cambiando antes de tiempo la administración de turno. Porque es sólo eso lo que está en cuestión. El golpe es blando porque la amenaza es blanda.

En estos casos citados, van quedando claras algunas claves sintomáticas: a) dios es de derecha
b) los gobiernos progresistas suelen ser minoría y su trabajo es crear una clase media gigante para beneficio de la derecha
c) a golpe blando, resistencia blanda
d) Con la mitología heroica y militarista de los golpes de estado gorila, que se resistían a balazo limpio, los pueblos quedan superados por la realidad de los golpes «blandos» (descripción que no sirve de nada porque son golpes igual, con muertes igual -Paraguay, Honduras-) y por eso para ellos solo se tiene resistencias blandas; si es que se tiene.

Por Pelao Carvallo

18 de abril de 2016, con la memoria viva


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