Ser madre o padre ya es una tarea difícil. Pero, ¿te imaginas compatibilizarlo con una profesión ‘mal vista’ o que algunos pueden llamar de mal ejemplo? Uno de estos casos es estar en la industria pornográfica. Puede ser una última opción para muchas madres, pero también, una opción válida para mantener a sus familias.
Así es que lo ha hecho la ex actriz de películas para adultos, Aurora Snow.
Hace muy poco, Snow escribió un ensayo sobre su experiencia como madre y actriz porno al mismo tiempo. The Daily Beast fue la plataforma que lo difundió. En este decía:
“Los padres en el entretenimiento para adultos deben enfrentarse a construir una pared que separe su trabajo de su vida en el hogar. Más secretos, menos conversación. Y los niños tienen muchas preguntas. ¿Cómo le explicas a un inquisitivo chico que el sexo es un acto íntimo, importante, sagrado que se comparte con quien amas y sin embargo para mamá es un trabajo?
Como mamá, nunca sentí que podría explicar la hipocresía de mis sentimientos. Ahora estoy aquí: una estrella porno retirada en una relación amorosa, monógama y con un pequeño hijo. Todavía estoy pensando cómo tener esas conversaciones después en la vida”.
Para Aurora el ser madre y actriz porno a la vez ha sido jugar a dos bandos. Pero no por eso algo de lo que se deba arrepentir. Snow, en su ensayo, explica que lo más complicado es vivir con el tabú que significa tener un trabajo relacionado a lo sexual, aún hoy en día.
Las mayores críticas no vienen necesariamente de los mismos hijos, sino del entorno y cómo se juzga a alguien que usa su cuerpo para conseguir dinero. A pesar de ello, la actriz establece que ha sido la manera en que ha podido mantener a su hijo, y no la hace una mala persona.
Algo así sucedió con otra ex colega, Alana Evans, quien pasó 20 años trabajando en la industria porno, mientras criaba a su hijo. Para Aurora, a Evans se le trató como si tuviese una enfermedad contagiosa, no como si tuviese un trabajo que simplemente ayudaba a mantener a su hijo y pagar las cuentas.
“Evans fue prácticamente tratada como una delincuente sexual por una escuela (de sus hijastras). Las ocupaciones no son contagiosas, sin importar cuán moralmente ambiguo es ser un profesional del sexo ciertamente no hace a uno un pedófilo. Sin embargo, estos son sólo algunos de los perturbadores prejuicios que las madres en la industria para adultos deben enfrentar”.
En el caso de Alana, a ella se le prohibió entrar a las propiedades del colegio en el que iban sus hijastras. Su trabajo era la razón, pues no tenía ninguna conducta apropiada.
Pero ella salió adelante y ha contado más de una vez su testimonio:
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Casos como el de Aurora y el de Evans plantean una nueva perspectiva sobre lo que se podría pensar de aquellos que participan en la industria de la pornografía, bajo la ley: siguen siendo ciudadanos como todos, que cumplen sus deberes y sólo buscan lo mejor para sus hijos.