El conocido investigador ambiental Dennis Meadows, publicó hace más de 30 años un importante informe con el título “Fronteras del desarrollo”. A finales de 1999, cuando aún no se hablaba del escándalo actual de algunas enfermedades de origen animal, llegó a la conclusión de que muchas de las cosas que el hombre ha hecho a la Tierra, ya no se pueden arreglar. El hombre, dice Meadows, está conduciendo a la Tierra irremediablemente a un colapso.
Es interesante ver las conclusiones que saca este científico, quien afirma que el colapso global es inevitable, según él, de cualquier modo es necesario un cambio profundo en la forma de pensar, siendo esto imprescindible para el futuro de la Tierra y del hombre. El exige “una nueva ética” y propone que se debería “desarrollar un nuevo modelo de visiones alternativas a largo plazo, que puedan unir y conducir a nuestras especies en este planeta”.
Muchas personas son todavía esclavos de la Iglesia y de la ciencia. Tanto la Iglesia como la ciencia han demostrado en los últimos siglos que no saben nada. Lo que ayer tenía validez, ahora no es válido. Lo que hoy parece correcto es mañana falso. Así fue también con la enfermedad de las vacas locas, con la fiebre aftosa y con los experimentos que se han hecho con los animales, los cuales se han mostrado en los resultados ya conocidos. La atmósfera contaminada y la destrucción de la capa protectora de la Tierra, son también causas provocadas por los hombres, que volverán a ellos.
En resumidas cuentas: La ciencia está investigando en aguas turbias. Lo que encuentra es una tabla podrida a la que se aferra como un náufrago, sacando conclusiones que luego da a conocer como su propia sabiduría. Sin embargo, sus inventos no son la última palabra.
La Iglesia, que se engalana con el nombre de cristiana, habría tenido el deber de hacer lo que Dios quiere y contribuir a que se haga Su voluntad. Pero en vez de esto torció y mutiló la enseñanza de Jesús, en muchos puntos la transformó en lo contrario, presionó a los creyentes con enseñanzas erróneas, los transformó en dóciles instrumentos y provocó, directa e indirectamente, la caída de los valores éticos y morales.
La Iglesia condujo hacia el exterior la religión interna de la unidad que trajo Jesús, y la dejó petrificarse en dogmas, ritos y ceremonias. Su intención no fue el Reino de Paz, sino formar y asegurar siempre su monopolio de poder. Actuó sin contemplaciones, con crueldad y brutalidad en contra de los que tenían otra creencia, llegando incluso al asesinato. En todas sus acciones obró sin misericordia en contra de la vida, también con respecto a la Tierra. Por lo tanto, como la Iglesia –tanto la católica como la luterana protestante- traicionó a Cristo, se apoderó de la enseñanza del Buen Pastor y la falsificó, conduciendo así a Sus ovejas al error, tiene la mayor parte de culpa del hundimiento de este mundo, cuya fase final estamos viviendo. Pero también los hombres se han hecho culpables. Dios le dio al hombre entendimiento, para que lo aplique.
Ya el vidente de Patmos reconoció: “Apártate de ella, pueblo Mío, para que no participéis de sus pecados y no os contagiéis con sus plagas”. En ese tiempo no existía el impuesto a la Iglesia, por eso actualmente habría que decir: “Renuncia a ella, pueblo Mío, para que no participéis de sus pecados y no os contagiéis con sus plagas”.
La caída de la humanidad continúa. Este ya no se puede detener, porque la masa de los hombres no sólo ha pisoteado las palabras de advertencia de Dios, sino que las quiere apisonar completamente. Ni la Iglesia ni la ciencia podrán desplazar a Dios, tampoco el Estado.
Dios advirtió a la humanidad desde hace más de 30 años, sobre dejar poco a poco el consumo de carne y purificar al mismo tiempo los sentidos, ya que gracias a los sentidos purificados va desapareciendo completamente el deseo de consumir alimento animal.
Es posible que más de alguno de los que oficialmente aseguran a los ciudadanos que el consumo de carne no es ningún peligro para la salud, haya sacado ya otras conclusiones para su vida privada y se haya decidido por una alimentación vegetariana. Pero el súbdito creerá a pesar de todo en sus palabras, porque es cómodo y porque no está acostumbrado a sentirse responsable de su vida. Pero la ley de siembra y cosecha dice: Cada uno lleva por sí mismo la responsabilidad por su conducta.
No sería de extrañar que también las compañías de seguros algún día se apropien de este punto de vista y terminen protestando contra las tácticas de encubrimiento y entorpecimiento de los funcionarios y autoridades, que presentan como inofensivos los peligros del consumo de carne, para terminar elevando la cuota del seguro de aquellos que son consumidores de carne. La verdad es que hace tiempo que sus especialistas saben por experiencia que sin carne se vive más sanamente.
De la publicación gratuita: “El asesinato a los animales es la muerte de los hombres”
Vida Universal
Por Juan Lama Ortega