En realidad, son muchos los compatriotas que dicen que es mejor mirar hacia el futuro, pero con el costo de aprender nada del pasado. Como han dicho, y siguen diciendo, varios compatriotas ”…Chile debe ser un país que mire hacia el futuro…”
Y hasta hay gente, que me imagino por no sufrir o por temor a emocionarse y que alguien lo advierta, prefiere no escuchar o recordar cosas “tristes”.
Hoy por hoy se escucha decir -acerca de los porfiados que nos negamos a caer en el mutismo y ostracismo, no sólo emocional, sino que legal, social, y políticamente justo-, se escucha decir, que estamos pasados de moda, que eso pasó hace tanto tiempo, que ya hay que dar vuelta la página y que por último somos resentidos sociales.
Es un síntoma claro de lo enfermo de nuestro país, enfermedad que nos asola desde hace ya mucho, mucho, mucho tiempo… la enfermedad del miedo, el olvido, el individualismo y el desamor.
Es que, la verdad, no es fácil convivir con el horror de un degollado (Santiago Natino, Manuel Parada y Manuel Guerrero), de un torturado hasta la muerte (como Reinalda del Carmen Pereira Plaza**), de un asesinado incendiado (Rodrigo Rojas Denegri), de un desaparecido (cientos de ejemplos), y de tanto y tanto muerto en falsos enfrentamientos o en extrañas circunstancias. Y no es necesario haber compartido las ideologías o las creencias de los afectados directamente. Y cuando digo directamente, es porque estamos todos afectados e involucrados, quiéranlo o no, niéguenlo o no.
Porque es demasiado dolor para ocultar, porque no cabe en ninguna razón, en ningún corazón, por muy grandes que sean.
Y es justamente uno de estos casos que les traigo a colación. Y lo traigo para dar un ejemplo de amor, uno de los tantos ejemplos de amor de padre.
No hay amor más grande que el de madre, dice el refrán popular… sin embargo, sin ánimo machista, déjenme hablarles del amor de padre, amor que dio ese hombre rudo (bruto si quieren), trabajador de la construcción, no subversivo, no activo, no violento, frente a la detención por los agentes de seguridad del estado, de sus hijos Galo y María Candelaria.
Fue un día como hoy 9 de noviembre de 1983 en Concepción, cuando, la entonces CNI, tomó detenidos a estos niños. Su padre, al ver que nadie lo escuchaba y al ver que le era negado la existencia de ellos en sus cuarteles de tortura, cuando no ya no sabía a ciencia cierta, o mejor dicho, cuando sabía que a ciencia cierta se les estaba torturando -si es que no estaban muertos ya-, decidió el 11 de noviembre iluminar el cielo para encontrarlos, o que alguien le dijera donde estaban, que aparecieran tal cual se los llevaron, vivos.
Hace 27 años Sebastián Acevedo, el 11 de noviembre, decidió darse por sus hijos, entregarse para que le entregaran a sus hijos, inmolarse para que no los inmolaran a ellos, sus niños.
Este próximo 11 de noviembre, cuando despierten, piensen en que el sol de ese día, no saldrá por la cordillera, no iluminará desde el Este como siempre; piensen que ese día, como hace muchos años, ese día la luz vendrá del Sur, con la luz de Sebastián Acevedo Becerra…
Por Gerardo Atabales
Médico Veterinario
Noviembre 2010
** Reinalda del Carmen Pereira Plaza, que con seis meses de embarazo fue torturada hasta la muerte en el cuartel, de calle Simón Bolívar 8630 (comuna de la Reina), de la Dina. Luego estuvo muerta tirada en una especie de cancha de baby fútbol y su vientre se movió por poco más de una hora, según confesó y dio testimonio ante el juez Víctor Montiglio uno de sus asesinos.
(**) Canción de cuna pa´ la Pereira chica.
Ni sé porque te llamé mujer, a lo mejor por tu mamá. Bueno, la cosa es que tú no tuviste canción de cuna ni ronda a la que jugar. Tal vez era una ronda la que hacías en el vientre de tu madre para despertarla… porque tú no podías saber que estaba muerta ya. Tú, dentro de tu inocencia de niña (insisto que eras niña), no te permitiste dejar de jugar, aunque no alcanzaste a ver la luz. No sabías como era la luz, ni tampoco tuviste esperanza, o sea, en realidad sí pero… y también tuviste luz, lo que pasó es que te cansaste de cantar y dar vueltas en tu pequeño mundo, esperando que te arrullaran, porque te comenzó a dar sueño y no querías dormir… ¿y cómo ibas a dormir si te estaban despertando a tus recién seis meses de vida? Tu madre se cansó de protegerte, porque se cansó, no la mataron, y aún después de muerta siguió protegiéndote. De hecho debe haber sido tan fuerte su imagen que nadie se atrevió a acercarse cuando bailabas en su vientre, desnuda como tu madre, limpia e inocente como sólo tú eras… ¿eras o eres? A pesar de que ya no estás, sólo dejarás de estar si te olvidamos, si te dejamos, pero pereirita, déjame al menos esta vez bailar una ronda contigo y cantarte una cancioncita de cuna hasta que te duermas con tus ojitos de ñiña, porque insisto que eras niñita…
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